Capítulo 24

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Cualquiera que me hubiese visto hace unos momentos pensaría que soy un niño chiquito tocando todo lo que ve. Creo que solo me faltó palpar el estiércol en busca de una visión. Nada ha funcionado, ni una imagen en mi cerebro, ni una visión espontánea como lo fueron las primeras veces. Así que me rindo. Vuelvo a la casa como si no hubiera estado perdiendo el tiempo.

Nada más entrar, me encuentro con una escena de coqueteo de parte de Eliot a Lilian, ambos sentados en uno de los sofás. El castaño le está dando una rosa, con esa mirada que ponía igual para mí. Él es ejemplo de si no puedes con uno le sigues al otro. Ella se niega a aceptarla, y cuando me ve a mí, trata de disimular todo.

—Te mandaron a hacer el recado —le dice ella a Eliot—. No tenemos mucho tiempo antes de que se ponga el sol. Muévete.

—Lo que tú digas —contesta él con una sonrisa de oreja a oreja.

Él finge no verme y sale enseguida a hacer lo que sea que le hayan mandado. Lilian suspira, aliviada. Me hace señas para que me acerque.

—Maritza me dijo que también estuvo coqueteando contigo.

—Así es. —Tomo asiento a su lado—. Es poquito intenso, ¿no?

—Ya ves que sí. A mí no me gusta Eliot, solo me agrada como amigo. No sé, no lo veo como algo más. Me ha insistido desde que nos conocimos, aunque al menos hubo un tiempo en que se detuvo.

—Conociéndolo como es, de seguro se fue a enamorar de otra persona.

—Es curioso que también lo pienses. A mí me importaba si se enamoraba del lechero, la cuestión era que me deje en paz en ese aspecto.

Suelto una leve risa por su comentario y por el mío. Quizá ese tiempo fue cuando anduvo enamorado de mi hermana. ¿De verdad se habrá enamorado de ella o solo habrá sido una ilusión pasajera?

Lilian me mueve con su brazo para captar mi atención.

—¿Cómo lo conociste?

—Un par de conexiones me llevaron a él, quien resulta conocía a mi hermana y le brindó un techo a ella y a una amiga en una cabaña aquí en su finca. Vinimos aquí para buscar pistas en ese lugar, lo que sea, aunque, para serte sincero, no creo que haya nada.

Internamente mi mayor motivación para venir a este lugar fue que tal vez podría desatar una visión. No creo que sea posible encontrar algo de valor en ese lugar, considerando todo el tiempo que ha pasado y toda la historia de por medio. Quizá lo que haya ocultado aquí se lo llevó a ese departamento en Camler en donde encontramos todos esos papeles y el pizarrón.

—Por cierto, ¿cómo te fue con tu artículo del sitio que visitamos?

—Muy bien —suspira con emoción—. Me solicitan para hacer un reportaje de televisión. Creo que es el inicio de mi carrera.

En definitiva, espero que lo sea, así podré presumir en un futuro que conozco a una reportera exitosa que nos ayudó una noche sangrienta.

—¿Drystan ya despertó? —le pregunto.

—Sí. Está con mi mamá. Hace poco estaban haciendo las tortillas.

A medida que me acerco, se escuchan voces desde la cocina. Me quedo en el marco de la puerta, observando cómo Drystan usa algo de piedra en lo que aplasta ingredientes para formar una salsa.

—Un poco más —le dice la señora Antonia.

—¿Más? —En el rostro de Drystan noto como si estuviera palideciendo por algo.

—Sí. Una buena salsa es de la que pica.

Así que le pone un poco más de lo que parece ser chile de color rojito. Entonces me ve y deja lo que hace para darme un abrazo totalmente inesperado, uno demasiado intenso.

Un Solo Camino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora