El dolor no desaparece de la noche a la mañana. Uno creería que sí, pero la realidad es otra. Drystan parecía muy animado ayer luego de haber cocinado y charlado como dos viejos amigos. Hoy despertó con un bajón de ánimo, casi que no comió el desayuno, sintiéndose fatal, culpándose nuevamente.
—Qué suerte que Lilian no esté —dice él mientras caminamos por el bosque que queda enfrente—. Seguro que si nos ve haciéndolo nos manda a la calle.
¿Recuerdan que dije que se sentía fatal? Pues ahora mismo lo oculta. Se empeñó a enseñarme a usar un arma debido a que ya tenemos dos. Quiere que no dependa de él, quiere que sepa protegerme en casos extremos. No sé cómo planea darme clases si solo ha empezado con esa cosa desde la mujer que nos quiso entregar a la policía.
—Lilian tiene justas razones —añado—. Somos ex prófugos de la justicia.
Lilian se enteró entre ir y venir del centro de la ciudad para sus clases en la universidad. Le tuvimos que contar todo para que no llame a la policía, excepto la masacre en el granero, y le añadimos que teníamos la camioneta de la mentira inicial. Comprendió la situación, en especial lo de mi hermana y la búsqueda de justicia por las violaciones que sufrió. Ella prometió averiguar cualquier cosa de utilidad en el centro, lo cual es una gran ayuda porque andamos algo estancados.
Drystan me entrega los guantes de tiro y el arma del tipo al que le hice las cortadas. Me da un escalofrío recordarlo. Por mi parte he podido manejar ese tema, ya que no murió, o eso espero. Trato de buscarle un justificante a pesar de que lo que hice está mal.
Él coloca una hoja de papel en un árbol, con un círculo amorfo dibujado por él. Sus dedos son talentosos para otras cosas, pero ya veo que no para dibujar. Luego, me explica a breves rasgos las partes del arma, cómo funcionan y cómo disparar. Repito sus instrucciones ya que no está cargada, dándome un poco de seguridad.
—¿Buscaste un tutorial o algo? —intento bromear. Pésima idea. Mejor me callo. Alice tenía razón respecto a no tomarme las cosas en serio. Soy un pendejo.
—A papá le gustaba disparar —responde con un tono distante—. Nos llevaba a mi hermano y a mí a uno de esos lugares de prácticas cuando teníamos dieciséis años. Aprendí rápido a manejar una variedad de armas. Asher tardaba más y aun así mi papá le tenía más paciencia que a mí.
Mi alma entera parece hacerse trizas con cada palabra que dice.
—No tienes que enseñarme a hacer esto. Yo... puedo buscar otra manera de protegerme. No quiero que te sientas mal.
—No importo yo, importamos ambos. Estamos en peligro, perseguidos por nuestra propia familia y quizá por la banda de ladrones que buscan vengar a su líder. No puedo protegerte por siempre, Kier, así que tienes que aprender. No quisiera que te ocurra algo malo.
Esto rebasa mis niveles de tolerancia. Ya no aguanto seguir huyendo, ya no aguanto pensar en que cualquier rato nos van a matar o vamos a matar a alguien. Soy débil, eso pasa, me falta valor. Debo conseguirlo para vengar a mi hermana, para poner tras las rejas a los que la asesinaron.
Asiento. Drystan me enseña a cargar el arma en un segundo, diciendo que la prioridad es el tiempo, que no debo bajar la guardia. Luego me pide que dispare al blanco. Sujeto con fuerza el objeto que pesa más de lo que había imaginado. El rubio se coloca detrás de mí, cubriendo mis oídos hasta que me acostumbre al ruido. Intento apuntar en el centro, y tiro del gatillo.
La bala no roza siquiera la madera. Al segundo intento tampoco lo logro. Drystan estira sus brazos y me hace bajar un poco la pistola.
—No tenses demasiado los brazos —dice cerca de mi oído izquierdo. Recorre sus manos por mis brazos hasta llegar a mis hombros y me hace moverlos para que queden más rectos—. Intenta de nuevo.

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Un Solo Camino ©
DiversosKier Evanson era relativamente feliz con la vida que llevaba, siempre mostrando una personalidad risueña con sus padres, vecinos y novia. Pero la muerte de su hermana Willow volcará todo lo que creía saber de sí mismo y de su familia, especialmente...