Capítulo 16

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—¿De verdad te gusta? —me pregunta Willow.

—Sí. Es el primer chico que me gusta. Rubén es muy apuesto, solo que bastante agresivo. Pero debo olvidarlo, es enfermizo que me guste. Él tiene dieciséis y yo apenas cumplí los catorce hace dos semanas.

—Qué bueno que te hayas dado cuenta. Estás madurando.

Las imágenes se mezclan con todas las cosas que sucedieron ese año. Yo vomitando. Mamá golpeándome. Yo llorando. Mamá riéndose de mí. Yo mirando mi cuerpo de solo huesos y piel. Mamá amenazando con matarme. Yo vagando por las calles, siendo golpeado por cuatro chicos. Rubén cayendo y sus ojos siendo atravesados por los fierros de la cerca del parque.

Despierto gritando, suplicando perdón a alguien que ya no está en este mundo. Alguien me rodea con sus brazos en su fuerte gesto. Mis lágrimas estallan en una gran catarata de dolor y remordimiento conmigo mismo, pensando en que debí morir en lugar de Rubén. Él no merecía aquello, tenía una buena familia. Yo no tenía una familia, estaba al borde de la muerte de cualquier forma. A veces culpo a mamá por haberme llevado a extremos, pero, a fin de cuentas, yo acabé con una vida, y ahora acabé con otra.

Logro abrir mis ojos un poco, divisando a Drystan, que me abraza con fuerza y acaricia mi espalda. Esto debe ser un sueño. Nadie se quedaría conmigo luego de saber aquello, mucho menos él porque acabo de matar a su hermano. Nadie quiere a mi clase de personas, mamá tenía razón, todos huyen y te marginan. Debería estar en la cárcel, debería estar pagando condena y no aquí, lamentándome por mis errores.

Mis manos rodean su espalda, su espalda real. Drystan está conmigo, de verdad está conmigo y no me repudia.

—No quiero perderte —digo entre el llanto—. No quiero matarte. Tengo miedo de hacerlo como lo hice con el primero.

Por fin esa respuesta que tanto buscaba. Había olvidado por completo que Rubén me gustaba, que por eso no quería aceptar que Drystan me guste. Por eso me ahogaba de una manera tan fea, una muy similar a aquella noche en la rebuscaba en los basureros algo de comer.

—Perdóname. Maté a tu hermano, yo maté a Asher...

—Tranquilo, Kier. Solo respira. Estoy aquí para ti.

Mi pecho duele. Ojalá fuera un dolor por un cuchillo clavado en mi corazón. Percibo algo blando bajo mí, un colchón suave en el que me estoy ahogando entre los brazos de Drystan. Ojalá me hubiera dejado allí, ojalá yo también hubiera caído para no tener que revivir una experiencia.

Todas las palabras de mamá me golpean la cabeza, palabras de odio, de desprecio mientras me mantenía encerrado en una habitación de un departamento que alquilaron para ese verano. «Espero que te acabes a ti mismo». «No mereces mi amor, ni el de mi hija, ni el de nadie». «Maldito sea el día en que llegaste a nuestras vidas».

Aquellas voces parecen tan reales, como si estuviesen aquí y ahora. También escucho las voces de mis padres discutiendo, gritando como si pelearan por no saber qué hacer. Yo solo estaba en un rincón, creo que apunto de morir por todo lo que me hizo Amelia.

Willow fue la que me salvó, la que me hablaba de cualquier cosa en medio de mi silencio, la que me alimentaba, la que me hacía mover mis pocos músculos.

Quisiera que ella estuviese aquí, que me dijera que fue un accidente, que no soy un asesino. Pero no es así, solo están las voces de Rubén y Asher gritándome, torturándome para que no quiera vivir más, para que no quiera seguir con vida.

***

La oscuridad rodea todo debido a las cortinas. No sé dónde estoy, solo recuerdo que salí de casa y nada más. Mi cuerpo está inmovilizado por algo blanco que lleva mis brazos hacia atrás. Una camisa de fuerza.

Un Solo Camino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora