—Lo siento, pero no hay más habitaciones —me dice el encargado del hotel.
—¿Ni una? Acepto la casa del perro, lo que sea.
—Mire, le ofrecería la terraza, pero va en contra de nuestras políticas. No hay más habitaciones, lo siento.
La terraza suena de lo más bonito para no tener que pasar más momentos incómodos con Drystan. Subo al piso de mi habitación. Si me hubieran dicho que iba a empezar a sentir algo por él, lo hubiera dejado morir en la casa. Trato de abrir la puerta como si fuera mi casa, sin embargo, está con seguro, y la llave la olvidé adentro por el apuro. Golpeo la madera, esperando que él ya haya llegado.
—Drystan, ¿estás ahí?
Él se quedó a un par de calles para comprar unas cosas. No me molesté en preguntar qué compraría. La verdad es que siento algo extraño por él, como una mezcla de odio y tentación por ser un idiota y querer besarme. Creo que predomina más el odio porque no se ha puesto a pensar en Willow y que ya quiere meterse con alguien más. Es algo raro pensar en que me estoy metiendo con el novio de mi hermana, y algo más raro es pensar que me meto con él cuando yo tengo novia.
Toco un par de veces en caso de que me esté ignorando. Nada. La puerta de enfrente se abre a medias, con la anciana que malinterpretó las cosas en un inicio. Solo me mira por un pequeño espacio entre la puerta, juzgándome, pensando lo peor de mí.
—Ay, por favor —le digo—. Ni siquiera me acuesto con él. Y si así fuera, ¿qué le importa? Métase en sus asuntos.
Al mundo le gusta cobrárselas conmigo. Al girar la vista al pasillo, una señora, con un pequeño de no más de diez años, abre la puerta de al lado. Ella le cubre los oídos en lo que entran a su habitación. A este paso, voy a quedar como el depravado sexual del hotel. No puedo creer que me esté ganando la fama de acostarme con Drystan cuando no pasa nada en absoluto.
Hablando del rey de Roma, el burro que se asoma. Abre la puerta y trata de cerrármela en la cara. Cuando lo empujo, me mira algo extrañado. Está fingiendo, el muy estúpido está fingiendo.
—Creí que te irías de aquí —me dice, apegándose al marco de la puerta para no dejarme pasar.
—No hay más habitaciones. ¿Podemos fingir que nada pasó y volver a nuestras vidas normales? Por favor.
Reflexiona unos segundos y me deja pasar. Trae consigo unas bolsas de una papelería, y por la forma que tienen, diría que son cuadernos. Enseguida me lanzo a mi cama, hundiendo mi cabeza en la almohada. Le escucho moverse por la habitación, haciendo sus cosas que prefiero ignorar. Solo necesito despejar mi cabeza, volver a mi actitud normal y vivir en el presente. Eso me hará no pensar en otras cosas que no sirven para resolver la muerte de mi hermana.
—Respecto a lo que dijiste en el ascensor, yo...
—Ahora no —le corto en seco.
—Quiero aclarar que...
—Dije que ahora no.
El silencio nos hace compañía. Le oigo suspirar y hacer sonar hojas de cuadernos. Lo último que necesito es oír sus justificaciones para querer borrar a Willow de su memoria conmigo. Si soy solo un juego para olvidarla, prefiero que se dé cuenta y me deje en paz. Tampoco es que quiera no ser un juego. Solo quiero que seamos amigos, o ya mejor dos distanciados sociales que sobreviven en silencio.
Me duermo en algún punto. Al despertar, escucho la voz de Drystan, de algo de fórmulas que no entiendo. Miro disimuladamente a su lado, dándome cuenta que fuera ya está oscuro. Está anotando algo en su cuaderno, incluso cuenta con los dedos y murmura letras mezcladas con números. Alrededor suyo hay hojas con muchos números y dibujos que no parecen tener sentido. Podría ser que está intentando repasar sus cosas de la universidad para no quedarse en blanco.

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Un Solo Camino ©
RandomKier Evanson era relativamente feliz con la vida que llevaba, siempre mostrando una personalidad risueña con sus padres, vecinos y novia. Pero la muerte de su hermana Willow volcará todo lo que creía saber de sí mismo y de su familia, especialmente...