Capítulo 21

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Dormir entre los brazos de Drystan ha sido uno de los mayores placeres que he experimentado en mucho tiempo. Nuestros cuerpos encajan a la perfección, y aquellos espacios pequeñitos que sobran, son rellenados por el calor que emanamos entre las sábanas. Me hace olvidar de muchas cosas: de mi pasado, mamá, papá, mi hermanita... de todo. Creo que uno de mis propósitos para cuando vuelva a tener una vida estable, es disfrutar de los fines de semana con Drystan, sin importarme una mierda la vida fuera de la cama, solo dormir y cocinar juntos.

No puedo creer que me vea cocinando con él. Nunca me ha llamado la atención el arte culinario, pero... con Drystan todo parece más entretenido, más llamativo. Quizá sea la ilusión del amor, de aquello que hace que seamos pequeños niños que descubrimos algo nuevo en una nueva persona.

—Falta poco para que empiecen las nevadas —comento, llamando la atención del chico pensativo que me abraza en medio de las sábanas—. Va a hacer mucho frío para entonces. Al menos podremos decir que nuestros movimientos están fríamente calculados. A Willow le gustaba decir aquello, y también le gustaba fingir que era Elsa, de la película Frozen. Solo por fingir ser ese personaje le gustaba el invierno. Eso es de cuando éramos niños, claro, pero parece que hubiera sido ayer.

—Los recuerdos bonitos parecen cercanos, porque los traemos atados a una soga de la que tiramos a todas partes. Es lo que decía mi profesora de Filosofía.

—¿Tienes alguna soga de esas que me cuentes?

—No. Lo bueno que pasaba en algunas ocasiones, siempre era aplastado por... aquellos que decían ser mi familia. —Se acomoda mejor para quedar frente a mí, mirando mis ojos con un semblante algo triste—. No le des mucha importancia a mi vida pasada. No tiene ningún grado de importancia relevante.

—No puedo. Me preocupa que el silencio te consuma. Casi lo hace conmigo, casi me deja vacío por dentro, y de no ser por mi hermana que me hacía hablar de mis problemas, no hubiera salido de aquello. El apoyo es importante, tú me lo has demostrado en este tiempo. Quiero apoyarte en lo que pueda, porque si no estás bien, es probable que yo tampoco lo esté si te veo triste.

Sus ojos azules parecen dos pequeños lagos cristalinos oscuros, apunto de desbordarse por el peso de la tristeza en sus aguas intranquilas. Pero enseguida todo se calma. Aquel semblante triste se reemplaza por algo de normalidad, como si nada hubiera pasado.

—No quiero hablar —murmura—. No sé, el silencio me ha salvado de muchas cosas. Siento que si hablo de mí, estoy dejando que me hagan daño por mostrarme vulnerable. Y sé que tú no lo harías, pero... las personas con las que me he abierto sí me han dañado.

¿Quién le pudo hacer tanto daño?

Él solo se llevaba con Willow, era la única persona con la que tenía contacto, con la que yo supiera que tenía contacto. A lo mejor es por Asher y su obsesión con vengarse. O quizá por sus padres, o por alguien más que rompió el ser interior de Drystan. Y eso es algo que no se repara, que solo se pega con cinta adhesiva, con la esperanza de que no haya nada que nos despegue de nuevo a tal punto de ser inservibles otra vez.

—Entiendo —aseguro—. Y... hay que cambiar de tema, ¿no crees?

—Estoy de acuerdo. —Sus ojos se desvían a la ventana. Le sigo con mi vista—. El vaho se crea por las diferencias de temperaturas. Esa ventana está limpia, y eso explica por qué aún tengo frío.

Frunzo mi entrecejo sin entender una mierda de lo que dice.

—Aquí adentro debería hacer mucho calor para crear el vaho —susurra. Siento su mano levantando mi camiseta, y entonces entiendo su juego de palabras—. Así que, de la manera más educada, con mis mejores palabras, déjame tocar tu piel como si fuera una suave melodía en medio de una brisa primaveral.

Un Solo Camino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora