10. Juguemos... a que no pasa nada

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Zhu Zanjin estaba completamente nervioso. El lunes por fin había llegado y se preparaba para su primera entrevista de trabajo. Las manos le temblaban y se había mirado más de cien veces comprobando su apariencia y por más que sus inseguridades le exigían evitar aquel gran paso, sabía que si quería ser libre de su madre, tenía que hacerlo.

-¿A dónde vas?- preguntó Madam Jin desde el comedor donde bebía café y leía el periódico, la sección de sociales que era como un catálogo de futuros y prometedores prospectos para su hijo al cual trataba como simple moneda de cambio.

Madam Jin estaba acostumbrada a su vida de lujos en la alta sociedad, pero la muerte de su esposo y el mal manejo que este había dado a la fortuna familiar la habían dejado casi en la ruina, fue una suerte que su único hijo fuera un doncel. Zhu significó la salvación para ella, pero cuando de adolescente fue molestado por un grupo de delincuentes y su hijo se volvió tan tímido que ni siquiera su aroma desprendía, no descanso hasta hundirlos, aunque claro, siempre con algún beneficio sobre esto. Desde entonces había buscado doctores y terapeutas que pudieran ayudar a "arreglar" a su "doncelito"

Zanjin suspiró armándose de valor para enfrentar a su progenitora – Le había comentado sobre una cita que tenía hoy para asistente en una oficina, madre.

-Es una pérdida de tiempo – le espetó su madre dejando de lado el periódico – Deberías de concentrarte en curarte, buscar un buen esposo y casarte.

-Necesitamos el dinero- arguyó Zanjin – A...además, puedo conocer a empresarios importantes en este trabajo – intentó convencerla.

Madam Jin lo miró evaluándolo, asintió al mirar la ropa que llevaba en ese momento. Con firmeza tomó la mandíbula de su hijo analizando cada centímetro de su rostro – Usa bálsamo para tus labios- ordenó antes de darse la vuelta y regresar a su lectura matutina.

Zanjin suspiró aliviado dirigiéndose a su destino. Cuando llegó y antes de salir de su auto, se miró al espejo y con desgana se aplicó un poco de color suave sobre sus labios.

Al entrar a la oficina, la cual estaba hecha un caos por donde la mirase, se encontró con un hombre sentado en lo que parecía ser la recepción, estaba atendiendo una llamada con los pies sobre el escritorio que se encontraba igual de desordenado que el resto. Iba a esperar a que el hombre lo atendiera pensando que era su futuro jefe, pero entonces el sujeto lo miró, sus ojos se anclaron por unos segundos, el hombre seguía atendiendo la llamada, pero sus ojos no lo dejaban de mirar. Zhu sintió sus mejillas comenzar a calentarse y se sintió tímido, pero no se atrevió a romper aquel contacto y algo dentro suyo se removió, su corazón comenzó una carrera, pero a pesar de eso, no se sintió incomodo.

-¿Eres el doncel que va a trabajar aquí?- preguntó el hombre con un tono un poco brusco sin siquiera saludarlo, pero el tono de su voz fue tan profunda que provocó estragos en su estómago.

-Así es, señor Haikuan. Espero no haber llegado tarde.

-Oh, no, no, no. Yo no soy Hai, mi nombre de Yizhou- negó con un gesto de la mano y se sentó sobre el escritorio sin atreverse a parpadear ante la vista del hermoso doncel frente a sus ojos. ¡Por los dioses! Era tan hermoso y ahora sólo quería golpearse contra el muro por haber jurado a su primo el no entrometerse con su personal, pues se percataba de que había accedido a semejante estupidez sin antes mirar de lo que se iba a perder – Tu jefe es otro Wang, yo sólo vine a cubrir tu puesto el cual me siento muy contento de dejar en tus manos.

Yizhou suspiró resignado. Tomó su chaqueta dispuesto a salir antes de arrinconar al bello doncel contra el escritorio – Hai salió a una reunión, pero no tarda en llegar y ahora yo también tengo una junta. A veces trabajo para él – explicó rápidamente Yizhou – Supongo que nos estaremos viendo seguido – le guiñó un ojo acercándose a la puerta.

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