JUGUEMOS

36. Juguemos... a que estamos enamorados

-Preparen sus cosas- Jianmin interrumpió sus pensamientos cuando se dirigió a ambos donceles- partiremos en media hora.

-Te veo en la noche, cariño- Yibo besó la mejilla de Zhan y este, disimuladamente, frotó la piel de su cintura, justo ahí donde los dedos del castaño habían dejado marcas seguramente.

-Padre- Zhan se acercó a sus padres, quienes caminaba frente a ellos, tenía que intentar parar todo aquello que se había desatado, no podía perder la esperanza de salir de aquel problema. - Papá, por favor, escúchame.

-Basta, Zhan. No tengo tiempo para tus lloriqueos. – Jianmin habló sin siquiera detenerse un poco – Esta noche tenemos una cena con los Wang, los preparativos tienen que empezar cuanto antes, así que ve por tus cosas y punto.

Zhan se detuvo, como un niño pequeño, en medio del pasillo mientras miraba como todo mundo se alejaba dejándolo sólo, hasta que la mano de Cheng tomó la suya y lo arrastró a su habitación.

-Todo va a estar bien, Zhan-Zhan- consoló Cheng- Todo se va a arreglar. Además, creí que no iba a ser tan malo ya que tu y Yibo...

-Él cree que lo hice por conveniencia- dijo desanimado comenzando a empacar sus pertenencias, por el momento decidió no molestar más a su padre.

Durante el camino de regreso se la pasó imaginando varios escenarios tratando de poder hacer que Yibo lo escuchara y entendiera que todo era también una sorpresa para él, pero no pudo evitar pensar en la noche pasada, en el encuentro intimo tan especial que había compartido con el castaño y sin preverlo se imaginó cómo sería su matrimonio, uno donde todo se resolvía de la mejor manera, Yibo le creía sobre su inocencia o mejor aún, este le confesaba que después de sopesar aquella situación tan extraña, en realidad era lo mejor que podría esperar y que lo quería de verdad, que aquel compromiso era una señal del destino de que aquello que habían iniciado como un juego, como un reto entre ambos, en realidad los llevaría por el mejor desenlace.

Zhan cayó dormido con una sonrisa en su rostro, sonrisa que su madre había alcanzado a vislumbrar en el espejo retrovisor y por un momento se detuvo a pensar con claridad todo lo que había ocurrido, pues en ese momento cayó en cuenta de que el hombre sin camisa que había arrastrado a Zhan de la mano y con el cual, seguramente su hijo había tenido un encuentro, se parecía en demasía a Wang Yibo y entonces Tingyu también sonrió.

Otra historia se contaba en otro auto que iba al mismo rumbo que los Xiao.

Wang Yibo no dejaba de pensar que todo había sido una artimaña de Xiao Zhan. Todo el tiempo que llevaban de conocerse y el doncel, a pesar de que había respondido a un par de besos y sus acercamientos, justo había cedido a entregarse a él la noche anterior. No podía evitar pensar que Zhan y su familia buscaría un mejor prospecto que Chen Emn para emparejarlo. La llegada de sus padres había abierto una puerta directo a su ambición, había cerrado un trato asegurando el matrimonio más conveniente.

Llegando a la ciudad, su padre le informó sobre los planes de la cena en casa de los Xiao y él se mantuvo particularmente callado, aceptaba todo lo que su mayor le decía sin objetar nada y sin más que hacer, decidió prepararse para la cena.

Yibo se sentía de alguna forma, herido. Cuando Zhan lo buscó tras el fiasco de la carrera y sus palabras tenían la intención de animarlo, por un momento creyó que todo era real, pero ahora le lastimaba pensar que el doncel se hubiera acercado a él sólo por saber quién era.

Mirándose al espejo odió su reflejo, sus ojos le decían que de nuevo lo habían lastimado por enamorarse tan fácilmente, y lo peor de todo, haber caído ante otro doncel a pesar de haberse prometido no hacerlo. La última vez, el doncel que había amado lo había dejado por ir a buscar algo mejor que él, un simple cantinero y se preguntó si Song Jiyang lo hubiera escogido de haber sabido quién era en realidad, aunque de algún modo, aquello ya no le importaba demasiado.