2: Confía en mí

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Jess.

Acabé de ducharme, salí con una toalla enrollada a mi cuerpo y otra a mi pelo. Me miré en el espejo lleno de vaho, me veía bastante morena por fin. Me costaba bastante ponerme morena pero bueno, ya estábamos en agosto, ya era hora de que mi piel cogiese algo de color.

Íbamos a salir a cenar a algún restaurante que Pedri y Fer se conocían. Así que elegí unos short vaqueros medió rotos y un top amarillo pastel. Me puse algunos collares y los pendientes, me eché colonia cuando mi pelo ya estaba medianamente seco y salí del baño.

Caminé por el pasillo hasta llegar a la habitación donde dormía Leire, al pasar por el salón se escuchaban gritos de los chicos por que estaban jugando a la play que me hicieron resoplar de la pereza, estaban todos adictos a esa cosa. Pablo me había enseñado un poco a jugar al FIFA pero siempre que jugábamos me terminaba yo enfadando por que siempre me ganaba de ocho goles o algo así.

—¿Qué hacéis? —les pregunté a Leire y a Sira en cuanto entré por la puerta.

Las vi a las dos rebuscando en la maleta de Leire mientras sonaba reggaeton de fondo. Las dos alzaron sus cabezas para mirarme.

—Lo de siempre, Leire no sabe qué ponerse —Sira suspiró cansada.

—Madre mía, y mira que tienes cuarenta mil prendas de ropa —me senté en su cama con las piernas cruzadas—. Ponte cualquier cosa, total, vamos a ir a cenar por ahí. Mira como voy yo, con un short y un top.

—Pero a ti te queda genial, yo parezco un payaso cuando me pongo cualquier cosa.

—¿Pero que dices Leire? Te queda todo bien aunque tú no pienses así, de verdad —le dije.

—Es verdad pero lo que pasa no es eso, lo que pasa es que hoy vamos a cenar con Hugo, Paola y Nil. Y esta, quiere estar guapa para ver a Nil.

Solté una carcajada que fue a más cuando vi que Leire se ponía roja porque sabía que eso era verdad. Desde que estábamos en Tenerife, algunos amigos de Pedri que yo había visto un par de veces, como a Hugo (el que me dejó un chupetón aquel día jugando al verdad o reto), a Nil, que había estado muy unido a Leire estos días. El chico era guapo, no nos vamos a engañar, era rubio con el pelo casco y bronceado por el sol. Y bueno, también estaba Paola. Cada vez me ponía más nerviosa esa chica, no paraba de acercarse a Pablo siempre que nos veíamos, se reía de todas sus gracias y a veces le daba abrazos cuando no venían a cuento por que ni siquiera se conocían lo más mínimo, a parte, cabe recordar que ella le besó el mismo día que jugamos al yo nunca. Aunque yo estaba tranquila por que Pablo no le hacía ni caso, yo creo que ni siquiera se daba cuenta de que Paola no paraba de coquetearle, era un poco tonto mi niño pero bueno, así mejor para mí.

—Él seguro que lleva una camisa y unos chinos aunque haga treinta grados. Los pijos son así.

—Jess, gracias por tu aportación, me has ayudado muchísimo a elegir mi ropa —ironizó mi mejor amiga.

Yo puse los ojos en blanco y salí de mi habitación para ir al salón, donde estaban algunos de los demás. Al entrar vi que Nil, Hugo y Paola ya estaban en casa de Pedri, los dos chicos miraban la pantalla de la televisión o reían con los demás y Paola estaba sentada con ellos. Me acerqué allí llamando la atención de algunos y me senté al lado de Pablo, quien estaba muy concentrado moviendo sus dedos en el mando y mirando a la pantalla.

—Hola, estoy aquí —le pasé una mano por la cara para que se diera cuenta de presencia.

—Mi amor, ahora no, estoy jugando.

—Puta play de mierda —murmuré.

—Espera que acabe la partida —depositó un corto beso en mi hombro sin dejar de mirar la pantalla.

Debilidad | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora