20: Aprendamos a valorarnos

47.2K 1.6K 336
                                    

Jess.

Ya eran casi las tres de la mañana cuando me senté en un sillón para quitarme los tacones y ver si tenía alguna herida. Me dolían muchísimo los pies de tanto moverme por el local. Es lo que pasa cuando te tienes que poner los tacones de una talla menos de tu mejor amiga por que no te has traído zapatos de fiesta.

Efectivamente cuando me quité un tacón, vi que me había hecho una herida justo en el tendón de Aquiles. Por suerte no había sangre así que no le di mucha importancia. Miré a los demás, casi todos seguían bailando y pasando un buen rato pero mi mirada se centró en Sara. Estaba apoyada en la barra del local mirando hacia abajo y con los brazos cruzados. Estaba sola y me resultó algo raro. Me iba a acercar allí pero no pude porque  alguien se sentó justo en el sillón de en frente mía.

—¿Qué pasa mi niña? —Pablo me sonrió viéndome.

Ya le había afectado un poco el alcohol que se había tomado, yo en cambio no había bebido casi nada, seguramente era la más sobria de todas las personas que quedaban allí.

—Estás borracho ¿no? —me reí al verle.

—Un poco —sonrió como un angelito.

Me volví a reír y él bebió de nuevo de su vaso para luego dejarlo en la mesa que teníamos al lado.

—¿Qué están haciendo los otros? —le pregunté, él giró la cabeza para buscarles.

—Creo que Pedri y Ferran estan más borrachos que nadie y están jugando con una pelota pegándose hostias —soltó una carcajada sonora.

—Madre mía —rodé los ojos con gracia—. No me quiero imaginar como de mal estaréis mañana para volver siete horas de vuelo.

—Yo me dormiré seguramente.

—Pues como siempre, no lo dudaba —bromeé.

—La resaca se resuelve durmiendo y bebiendo mucha agüita.

—O vomitando, ¿quién sabe? Aunque en tu caso durmiendo, te duermes en cualquier parte —sonreí.

—Bueno Jess tú tampoco te salvas eh, que menudas siestas te hacías en mi casa de mi pueblo —me dijo—, hasta mi abuela estaba pensando si te despertarías algún día.

—No me extraña que pensara eso de mí, me acabé yo sola su pastel en tu cumpleaños —reí.

—Bueno, Ilias también se puso morado. Entre Ilias y tú os comisteis los trozos de tarta de la gente que quería repetir.

—Oye no digas eso —le miré mal.

—Es verdad —sonrió burlón mirándome.

—Bueno pues cosas que pasan —me alcé de hombros.

Pablo rió y sacó su móvil para ver la hora que era. Luego lo guardó otra vez en su bolsillo.

—¿Te vienes con estos? —señaló a Pedri y Ferran.

—Si, claro, para que me den un balonazo y me dejen medio tonta.

—Medio tonta ya eres.

—La comedia es lo tuyo eh—ironicé y le miré mal—. Además mira lo que me he hecho —señalé la herida de mi pie.

—Joder Jess, te vas a morir —ironizó.

—Callate imbécil.

—cállame tú —se mordió el labio exageradamente y reí.

—Ahora mismo me estás dando mucho asco.

—Cuando estábamos en el baño no te daba tanto asco.

—He dicho "ahora", no antes —le señalé con el dedo.

Debilidad | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora