🌺 Capítulo 8

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🎧 Canción del capítulo: Julia Michaels — Heaven.


Definitivamente habían merecido la pena esos minutos de sudores, estrés y miedo, pensaba Sienna contemplando la majestuosa cascada cristalina rodeada de frondosa vegetación.

El agua caía incasablemente como si fuera enviada por un mecanismo hidráulico bien elaborado, nunca se detenía, nunca se agotaba, ni lo haría jamás. Incluso cuando las personas que ahora la contemplaban fascinadas ya no estuvieran más, ella seguiría dejando correr su caudal. Tal vez iría a otro ritmo, por supuesto llevando otra agua que no sería nunca la misma, pero siempre seguiría fluyendo de manera hipnotizante, engañosamente lenta, creando una ancha cortina transparente y cristalina que brillaba con los rayos del sol.

Las rocas a su alrededor, de diferentes tamaños e infinidad de tonalidades amarronadas, estaban revestidas de verde musgo debido a las incansables caricias del agua. También se alojaban en ellas gran variedad vegetación, algunas incluso con rutilantes flores de llamativos colores, que, aunque lo intentaban con toda su hermosa y delicada esencia, no podían competir con el esplendor de la cascada en su perpetuo y atemporal movimiento incansable.

Trevor tenía razón, nunca se habría perdonado a sí misma por perderse aquello. Afortunadamente aceptó su sugerencia y siguió adelante. Ya era hora de atreverse a hacer más cosas, a vivir nuevas experiencias.

Si bien era cierto que cuando sintió los pasos algo inestables de él, en el momento justo en que comenzó a cruzar el oscilante puente, se había asustado bastante más de lo que ya estaba al principio. Tanto que sin darse cuenta le había apretado fuertemente con brazos y piernas como si fuera una serpiente tratando de comprimir a su pobre víctima.

Él lo notó, después de todo ella tenía bastante fuerza a pesar de ser menuda, pero de todas maneras no se quejó. Era su mecanismo de defensa, su forma de afrontar una situación que verdaderamente la aterraba y tampoco es que le estuviera haciendo daño realmente.

En lugar de protestar, acarició suavemente una de sus delicadas muñecas. Pues ya no era necesario sostenerle de las piernas, ella misma se había encargado de ello con aquel potente amarre a su alrededor y cantó bajito solo para sus oídos, tal y como le había prometido. Sin sentir vergüenza de su voz tan particular e increíblemente desafinada hasta llegar al otro lado.

Uno pensaría al escucharlo hablar, con ese tono bajo y ligeramente rasgado, que sería capaz de entonar melodías como un pecaminoso ángel, pero nada estaba más lejos de la realidad. Pues su voz, precisamente por ser tan gruesa le impedía llegar a la mayoría de las notas sin desafinar como un gallo resfriado.

También fue sincero cuando le dijo que antes de que la canción acabase estarían otra vez en tierra firme. Lo cierto es que no alcanzó a llegar a las últimas estrofas cuando sintió sus pasos otra vez bien estables y él le dijo despacio que estaban ya del otro lado.

Para su tranquilidad, desde allí darían otra vuelta para seguir conociendo sin necesidad de pasar otra vez por el puente y, por tanto, evitando así más desagradables bloqueos por el pánico.

Todavía no conseguía averiguar que causaba aquel miedo tan irracional, si tal vez fue un trauma que había olvidado o simplemente era así porque sí. Pero lo cierto es que no recordaba haber sido capaz nunca de situarse en sitios muy elevados sin sentir que moriría sin necesidad de caer hasta el lejano y aterrador vacío que la observaba amenazante desde abajo.

Pero eso ya había pasado, afortunadamente. Así que lo mejor era centrarse en el ahora, se decía ella algo más animada, dejando que sus ojos se llenasen del espectacular e idílico paisaje que se extendía a su alrededor.

Quince días para enamorarnos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora