🌺Capítulo 40

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🎧 Canción del capítulo: LewisCapaldi — Fade.


Cailean estaba en la sala de arte del hotel Vaughan mirando el retrato de su ancestro. Trataba de decidir su próximo movimiento, de idear una nueva forma de proceder luego del fiasco del primer intento. Por eso estaba allí, observando a laird Murray con la esperanza de que le susurrara algún secreto útil.

Después de que su mejor cualidad con Sienna, fracasara estrepitosamente, debía recurrir a alguna de las otras, ¿pero a cuál? Si la que tenía más probabilidades de ganar no consiguió siquiera un segundo pensamiento, las otras no tendrían ni la más mínima oportunidad. Pero no podía rendirse, no tan pronto.

Menos, con la implícita presión de la duquesa persiguiéndolo a cada paso.

Okay, su aspecto no había funcionado, no del todo al menos. Aunque ella le había echado más de una mirada apreciativa, al final no se produjo ningún acercamiento. La sirena no parecía más dispuesta que antes a aceptarlo, por lo que ya era hora de pasar a la siguiente cualidad. Tenía claro que la personalidad era la que se encontraba en el escalafón más bajo de las preferencias de Sienna, así que mejor dejar esa para el final. Esa debía ser el último recurso.

Eso significaba que era el turno del dinero.

Ella había visto todo lo que tenía y probablemente se haría una idea aproximada de lo que abarcaba su fortuna, pero poco le había importado. Razón por la cual tenía que encontrar alguna cosa con la que recordarle eso y, al mismo tiempo, impresionarla. Pero ¿qué?

Un simple regalo caro no bastaría, prueba de ello era el desproporcionado anillo con el que intentó pedirle matrimonio. No, sin duda ella tenía mejor gusto. Eso reducía sus posibilidades prácticamente a... nada.

¿Podría hacer que el helicóptero de la empresa lo viniera a buscar con alguna excusa sobre una importante reunión?

No, seguro que eso tampoco servía, la doctora lo vería como un capricho desmedido. Una operación demasiado contaminante y absurda. Como una extravagancia innecesaria o el mero antojo de alguien con más dinero que cerebro. Y puesto que él no lo era, no necesitaba darle peores impresiones a ella.

—¿Qué debo hacer, viejo? —le preguntó a la pintura—. Vamos, dame algún consejo, tú pasaste por lo mismo con Meribeth, ¿qué puedo hacer?

Y entonces, como si realmente se la hubiese susurrado Kendrick, le llegó una idea.

Tenía que hacer con Sienna, lo que el otro hizo con Meri.

No estaba seguro de fuera un buen plan, de hecho, la doctora se había quejado incasablemente de aquel inadecuado comportamiento, pero debía intentarlo. Tampoco es que tuviera mucho que perder si las cosas salían mal. Ya parecía bastante perdido.

Estaba decidido, iba a secuestrar a la señorita Bartlett.

Al final sí que iba a necesitar el helicóptero después de todo.

Salió disparado rumbo a la casa de la Sirena mientras hacía llamadas telefónicas para organizarlo todo en el menor tiempo posible.

—¡Sienna! —gritó golpeando su puerta—. ¡Sienna! ¡Date prisa! ¡Ábreme!

—¿Qué? ¿Qué te pasa? ¿Por qué gritas?

—¡Es urgente!, necesito que me acompañes.

Quince días para enamorarnos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora