🌺 Capítulo 16

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🎧 Canción del capítulo: Lifehouse — You and me.

— ¡Buenos días, Sienna! No, no, así no.

Practicaba Cailean a la mañana siguiente, mientras la esperaba dando vueltas en círculo por fuera de su cabaña.

— ¿Doctora? — Se preguntó y luego lo probó a ver como sonaba. — Buenos días, señorita doctora. No, eso es horrible. — Se rascó la barbilla frustrado, tratando de pensar en algo adecuado.

¿Por qué le resultaba tan complicado tratarla como a cualquier otro ser humano normal?

— ¡Buenas colega! ¡Amiga! ¡Compañera! — Ensayaba, cambiando sin querer la voz con cada uno de los adjetivos, pero ninguno lo convencía. — No, no, no, que patético.

— Esta... ¿Hablando solo? — Preguntó ella apareciendo justo detrás de él.

El duque estaba tan distraído, buscando una manera menos formal de referirse a ella, una que sonase natural y no forzada o exagerada, que no la oyó acercarse. Lo hizo saltar del susto, el sobresalto fue evidente en su expresión durante unos largos segundos, aunque él intentó fingir que no pasaba nada.

— ¡Ay! No, claro que no, quería espantar a un pájaro que había allí. — Señalo un lugar cualquiera y movió un poco las manos pretendiendo asustar al animal. — Fuera, fuera... — La doctora miró el lugar vacío y luego otra vez a él sin comprender nada. — No importa, vámonos mejor.

— No había ningún pájaro... — Murmuró extrañada, antes de salir corriendo detrás de él que ya había partido decidido hacia el salón de desayunos.

Al llegar al comedor se encontró con Michael, luego de su habitual y efusivo saludo, decidieron entrar juntos tomas del brazo conversando de trivialidades.

— ¿Cómo has conseguido entrenarlo tan pronto para que sepa lo que vas a comer? — Bromeó su amigo, mirando en dirección al duque que ya estaba escogiendo la comida de ambos.

Sienna lo contempló un momento, sorprendida.

Estaba tan inmersa en esa rutina, que no había notado que cada mañana Cailean se adelantaba para recoger el desayuno de ambos y llevarlo hasta su mesa. Después de los primeros días, él ya sabía lo que ella solía comer, así que simplemente iba y lo colocaba junto a lo suyo.

Sin olvidar, por supuesto, el delicioso bollo que le había robado el primer día. Normalmente se tomaba el tiempo para escogerlo, buscaba el que le parecía más apetecible, el que se veía más doradito, más esponjoso o tal vez el que tenía más relleno y, ese era el que colocaba en la bandeja para la doctora.

¿Cómo no se había dado cuenta de eso hasta ahora? Se preguntó, con una pequeña sonrisa involuntaria adueñándose de su rostro.

Sabía que el señor Kyong no era tan idiota ni frío como dejaba entrever la mayor parte del tiempo, ya había convivido con él lo suficiente como para empezar a comprender su forma de manejarse con los demás, claro que tampoco imaginó que él prestaría atención a esos pequeños detalles de ella...

Mucho menos que se ocuparía de cuidarla, de esa manera tan desinteresada e inofensiva que casi hasta pasaba desapercibida. Era evidente que lo hacía porque lo deseaba, no para su llamar su atención o agradarla, simplemente porque quería.

Aunque...

— ¿Por qué pones esa sonrisa de tonta? — Preguntó Michael, risueño primero, incrédulo después. — No me digas que no te habías fijado hasta ahora.

El rostro de Sienna había comenzado a sonrojarse, estaba peligrosamente cerca de convertirse en una manzana, o puede que de hacer erupción como un volcán. Seguro que era lo segundo, porque sentía el calor subiendo por su pecho hasta alcanzar toda su cara.

Quince días para enamorarnos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora