🌺 Capítulo 24

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🎧  Canción del capítulo: Girl in red - Say it.  


Para descansar un poco de todo lo que habían hecho el día anterior, en el cual muchos se habían ido a dormir pasados de copas y a altas horas de la madrugada, la actividad de este nuevo día sería tranquila, con poco ajetreo.

Pero, por supuesto, muy romántica.

— Un paseo en barca. — Comentó Cailean con desgana y aburrimiento. — Es tan anticuado, ¿por qué no me extraña?

Protestaba el duque mientras miraba las pequeñas embarcaciones blancas, que flotaban con suavidad cerca de la orilla, le tocaría remar hoy al parecer.

Para colmo, sería en uno de los riachuelos que formaba la cascada central de la isla, irían siguiendo uno de sus afluentes más serenos y por supuesto, seguros. Habría sido mucho más divertido ir por otro de los cauces, alguno en el que descendieran a toda velocidad, esquivando rocas y donde el bote se sacudiera casi descontroladamente, pero no, esto debía ser romántico y tranquilo.

Se verían obligados a hablar, suponía que esa era después de todo la finalidad de la actividad, conocerse todavía mejor. No había mucho más que pudieran hacer allí, bueno, tal vez estudiar cada detalle de su rostro, como el movimiento de su boca al hablar, las pequeñas arrugas que se forman sobre su nariz al sonreír o, simplemente mirarse a los ojos en silencio...

Está bien, a lo mejor no era tan aburrido después de todo. Contemplar los claros océanos de Sienna mientras el horizonte se recortaba a su espalda y el agua los mecía suavemente, no le parecía tan mala idea al final. Puede que por fin pudiera averiguar cuál de los dos azules era más luminoso y brillante, el del cielo o el de ella.

El señor Kyong ayudó a la doctora a sentarse cómoda. Ignorando el cosquilleo que le recorrió los brazos al colocar las manos femeninas sobre los bordes de la barca para que se sujetase, arrojó las zapatillas haciéndolas resonar contra la madera del fondo y luego empujó con ímpetu el bote antes de poder subirse.

¡Maldita electricidad estática que había siempre en esa isla! Pensaron los dos.

Empezó a remar despacio, pero con firmeza, tratando de apartarse lo más posible del resto de huéspedes. Si iba a tener que soportar esa actividad tan soporífera, al menos lo haría lejos de los demás, donde podía hablar de lo que quisiera con la Sirena sin tener que preocuparse de mirar a su alrededor.

Ella había permanecido extrañamente silenciosa todo el día. ¿Qué pasaría ahora? La última vez que se había mostrado tan taciturna acabó confesándole que quería irse de la isla por que era la ganadora de un premio Nobel. No se imaginaba que podría ser esta vez, pero era más que evidente que algo la inquietaba.

Recordó entonces lo cómodos y acaramelados que parecían Trevor y Amanda cuando se dirigían hacia allí, ¿estaría triste por eso? ¿Pensaba que lo suyo con el deportista iba en serio y él la ignoraba sin remordimientos? ¿Acaso ese idiota le había dado esperanzas con aquella tonta cena para al final dejarla sola? Si realmente se trataba de algo de eso, si de verdad ese bastardo estaba pisoteando su inocente corazón, le rompería la nariz. Pensó apretando con innecesaria fuerza los remos.

El otro hombre era algo más grande que él, bueno, la altura era similar y, aunque, sabía que él no estaba nada mal, no podía comparar su físico con el de un gigantesco deportista profesional. Claro que, si conseguía pillarlo desprevenido, podría darle el primer golpe con la suficiente fuerza como para herirlo antes de que Hayes empezara a devolvérselos y lo machacara.

Quince días para enamorarnos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora