🌺Capítulo 42

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🎧Canción del capítulo: CalumScott - If You Ever Change Your Mind.


La relación entre Cailean y Sienna se enfrió todavía más luego de ese desafortunado viaje. El incómodo camino de vuelta a casa, acompañado de la certeza de que tal vez él fuera capaz de amarla, pero no deseaba hacerlo, no hicieron nada por mejor una situación ya de por si condenada al desastre.

Fueron como dos cometas que colisionaron, ambos iban demasiado cargados, demasiado rápido, demasiado ciegos. Llevaban unos niveles de condensación tan elevados, tenían tanto que ofrecer, que al chocar de la forma equivocada se destrozaron el uno al otro. Nadie había previsto esa catástrofe, tampoco nadie podría haberla impendido porque ninguna persona puede cambiar la trayectoria de una estrella.

Estaban destinados a chocarse.

El duque permaneció solo unos días en la cabaña vecina antes de esconderse dentro del inmenso hotel Vaughan. Necesitaba permanecer alejado de la fría cortesía con la que ahora lo trataba ella, no obstante, no había sido capaz de marcharse del todo.

Bebió más de lo que debía, durmió más de lo necesario y apenas comió.

Pero, aun así, fue capaz de dar con una maravillosa idea.

Era todo o nada, pondría todas su energías en ese nuevo plan y volvería a intentarlo solo una última vez.

Si aquello al final tampoco funcionaba aceptaría la derrota y dejaría de molestar a Sienna. Volvería a su casa para lamerse las heridas y ya vería luego como salir adelante. Además, le contaría todo lo sucedido a su abuela con la esperanza de que comprendiera su negativa a casarse después de eso e intentaría regresar a su tranquila existencia de antes. Aunque, después de haber rozado el paraíso, volver a lo de antes le parecía poco más que un chiste.

Si los argumentos no funcionaban con la duquesa, si ella seguía esperando una boda a pesar de todo, llevaría al altar a la mujer que su abuela deseara y empezaría una nueva vida junto a ella, poco importaba ya. Si no era con Sienna poco importaba todo lo demás.

Pero no iba a adelantar acontecimientos, todavía le quedaba una última batalla que pelear.

Había estado semanas visitando la casa de aquel artesano, durante tantas horas al día que él pobre hombre probablemente ya estaría harto de él, pero mereció la pena cada segundo invertido. Pensaba ahora, mientras volvía al hotel dando un paseo por la playa, contemplando el estupendo trabajo acabado con una sonrisa.

Una solitaria figura sentada en la arena llamó su atención.

La conocía a la perfección, a pesar de que no había podido acariciarla como quería, ni mirarla hasta que se le cansaran los ojos; reconocería aquella clara cabellera sacudida por el viento en cualquier parte.

El tiempo no deparaba nada bueno, el cielo estaba cerradamente gris, el mar se mostraba alarmantemente revuelto y las nubes dejaban escapar de vez en cuando algunas finas gotas que cortaban heladas al contacto con la piel; sin embargo, aquella melancólica silueta permanecía allí, inamovible. Como si la tormenta que se gestaba a su alrededor no tuviese nada que ver con ella, como si ese temporal no fuese nada comparado al que habitaba dentro de ella.

Cailean miró la caja que tenía entre las manos y luego otra a vez a la mujer que se abrazaba las rodillas mientras contemplaba el océano.

Debía hacerlo ahora, nada de buscar una situación perfecta, nada de esperar a una ocasión especial, nada de crear un estúpido momento mágico. Sería ahí y en ese mismo instante. Incluso aunque el cielo se cayera violentamente sobre sus cabezas, iba a hacerlo.

Quince días para enamorarnos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora