🌺 Capítulo 39

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🎧 Canción del capítulo: Arctic Monkeys - Do I Wanna Know?


Cailean tuvo muchas dudas antes de poner su plan en práctica. De hecho, le había costado tanto decidirse que casi pensó que era mejor no hacerlo.

Pero entonces, la tarde anterior los vio.

Allí estaba esa pequeña mentirosa, corriendo divertida por la playa; sonriente, juguetona y hermosa, mientras el maldito Ezio la perseguía como un cachorrito enamorado. Primero habían llegado muy abrazados en esa estúpida motocicleta suya y luego, después de tomar un almuerzo ligero justo allí en la arena, se pusieron a tontear en la playa.

Ella le había jurado que no tenía nada con ese idiota demasiado atractivo, pero lo que estaba viendo parecía querer admitir todo lo contrario.

Otra vez volvía a estar apartado, observándola desde lejos como un mero espectador y sintiéndose casi como un pervertido por invadir así su privacidad, mientras, la señorita era desmesuradamente feliz y cercana con otro. Al duque en realidad no le incomodaba que tuviera amigos que la apreciaran de esa manera, que la hicieran sonreír o la cuidaran, lo que le molestaba es que no le permitiera a él hacer ninguna de esas malditas cosas.

Cualquier idiota sonriente era bienvenido, pero él no.

Ese era su verdadero problema.

Por eso al final estaba allí, presto a hacer esa tontería en un intento casi desesperado de llamar su atención.

Si alguien supiera la de locuras que estaba dispuesto a hacer por ella, pensaría que se había vuelto completamente loco. Lo someterían a cientos de pruebas médicas únicamente para asegurarse de que todo estaba en orden allá arriba en su cabeza, solo para al final descubrir que esa maldita mujer le había achicharrado completamente el cerebro.

Después de llegar a la muy meditada conclusión de que su mayor puntuación con la sirena era el aspecto físico, decidió buscar una forma de aprovechar eso a su favor. Si bien era consciente de que a ella no la impresionaba en demasía, tal vez, si realmente lo intentaba, conseguiría la respuesta deseada.

El problema era que el único plan que se le había ocurrido le parecía una reverenda estupidez, pero es que tampoco conseguía dar con otra forma "natural" de aprovechar aquella pequeña ventaja que parecía tener sobre ella.

Así que allí estaba, en su casa.

Llevaba al menos una hora esperándola de aquella manera.

Había pasado tanto tiempo que ya había empezado a aburrirse y a sentir frío.

Realmente aquello era una tontería, incluso para él.

Maldición, si hasta había estado ensayando posturas y buscando el lugar de la casa en el que se vería mejor, teniendo en cuenta incluso donde reflejaría más favorablemente el sol o el viento era más suave. Definitivamente esa era una de las estupideces más grandes que había hecho en toda su vida. Y todo por la Sirena...

Iba a darse por vencido, a marcharse a su propia casa y fingir que nunca había intentado hacer una bobería como aquella, pero entonces escuchó el característico clic de la puerta al abrirse anunciando la llegada de Sienna. Aquel sonido hizo eco en toda la cabaña como un disparo, como diciéndole que ya no tenía escapatoria.

Ya no había vuelta atrás, tenía que seguir con el plan como estaba previsto, se dijo, poniéndose de pie y preparándose en una pose que pareciera natural, casual e inocente.

Quince días para enamorarnos [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora