SAMANTHA
- Pequeñas mierdas – digo en voz baja.
Otro día en el trabajo que parecía normal, correr por los pasillos, redactar, investigar, leer y coordinar segmentos. Mi trabajo nunca permite que me aburra, no hay oportunidad de distraerse, no hay espacio de equivocarse porque de mi depende que todo salga perfecto.
Puedo ser un desastre en mi vida personal pero mi trabajo es mi pasión y no hay lugar a cometer errores.
Todo es perfecto si ignoráramos que mis jefes me explotan, pasan por alto mi obvio talento y mi esfuerzo, y Danielle es una perra. No quiero sonar despectiva pero lo es.
La mayoría de las veces trabajamos bien, siempre tiene una actitud altiva pero no es grosera. Nuestra relación de trabajo era buena hasta que hace unos meses algo cambió. Fue algo muy pequeño que creció paulatinamente, empezó a quejarse de mis artículos, eliminar mucho del contenido que le facilitaba, podía ser la persona más amable y al minuto siguiente se volvía una víbora. Todo fue tan evidente que mis jefes tuvieron que intervenir, cada tanto tiempo nos reuníamos porque la señorita tenía muchas quejas y cambios para hacer.
Al principio veía en Danielle una compañera mujer que había logrado triunfar y llegar al lugar al que quería alcanzar. Quería ser su apoyo y que ella lo fuera, pero en lugar de trabajar como un equipo trabajábamos como una competencia, ciertamente no quería que esa fuera nuestra relación pero durante mucho tiempo en mi adolescencia permití que pasaran sobre mí y ya no lo iba a hacer. Trataba de ser lo más cortés y educada posible pero no iba a permitir que menospreciaran mi trabajo, que al fin y al cabo estaba estrechamente relacionado con el trabajo de ella.
Hoy era uno de esos días, Danielle quería que no solo investigara y redactara el segmento de hoy sino que también quería que recogiera un traje dejado en la tintorería, buscara su café en la cafetería que estaba ubicada a unas cuatro cuadras, llamara a pedir una reserva para la hora del almuerzo. Me estaba fastidiando, menos mal había tenido mi sueño de belleza porque la siguiente noticia que redactaría sería de un asesinato.
Llegaba de buscar el dichoso café y me choqué con una estructura de acero, espera, era un hombre gigante.
- Lo siento, no lo había visto – arrugué un poco mi rostro porque el hombre era grande.
- No pasa nada, la gente suele confundirme con una pared – el caballero tenía sentido del humor, gracias universo.
- Para nada señor, estaba rumiando mi enfado, no veía que tenía alguien frente a mí – me reí ligeramente.
- ¿Qué podría enfadarte tanto para que todo el mundo desaparezca? – era curioso.
- La "estrella" del programa quería un café colombiano con leche de soya que no fuera local sino extranjero, con azúcar traído de Europa que no tuviera calorías, ¿qué demonios significa eso?
- Las celebridades tienen unos gustos extravagantes – la mirada del caballero era suave.
- Se de lo que habla – sonreí porque el señor parecía entenderme –, en horario laboral no puedo quejarme, si me disculpa, tengo que entregar el café y el segmento de hoy.
- Adelante señorita, espero su día mejore – se despidió de mí y seguí mi camino.
Hablar con extraño aligeró un poco el peso del día, se veía elegante, con un traje a medida, alto y ancho, su pelo lleno de canas y barba recortada, espero no sea un directivo del programa porque perdería mi trabajo. Afortunadamente, no parecía conocer el edificio.
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Hands in the dark ( #1 Trilogía Heatstroke)
Storie d'amoreSamantha solo quiere amar las cosas sencillas de la vida: reírse en el trabajo con sus amigos, tener citas espontáneas con su novio y compartir historias con alguien antes de dormir El problema radica en que su trabajo es una mierda, su novio un imb...