Capítulo 12

37 8 2
                                    

Me giro y lo veo. Está guapísimo. Viste un traje oscuro y una camisa blanca. Sostiene el móvil entre sus largos dedos, habla durante varios minutos pero no logro descifrar lo que dice. Él no se ha percatado aún de mi presencia porque está mirando al frente. Cuando guarda su móvil en el bolsillo, se gira, me ve y murmura:
-¿Señorita Suárez?
-Melisa- le corrijo.
Nos acercamos mutuamente y me siento aliviada al ver un rostro conocido.
Él prosigue:
-Melisa, ¿qué haces aquí?
-Estoy esperando un taxi desde hace una hora y media.
-Ya veo. ¿Por qué has venido a Alemania?¿Estás sola?
-He venido porque voy a estudiar en la Univerdidad de Heidelberg. Sí, estoy sola.
-Me alegro mucho. Esa universidad es muy prestigiosa. ¿Cómo has logrado conseguir plaza?
-Recibí una oferta por buenas notas.
-Es una oportunidad fantástica. Estoy seguro de que te lo mereces. Eres una chica muy lista.
-Gracias. Aunque siendo sinceros no tienes motivos para creer que tengo potencial. En todo caso deberías pensar que soy torpe. No me hagas recordarte todo el desastre que monté ¿No crees?
Él esboza una ligera sonrisa y añade:
-Un mal día lo tiene cualquiera. No te puedo juzgar por ello y mucho menos teniendo en cuenta que estabas bajo los efectos de sustancias químicas.
-Ya, fue un auténtico caos. Oye, ¿por qué tardan tanto los taxis en Alemania?
-Yo nunca cojo taxis así que no te puedo dar una razón. Pero te puedo llevar con el coche. ¿Dónde te alojas?
-No es necesario. Esperaré a que llegue el taxi.
-Venga ya Melisa. No hay discusión. Tú misma has reconocido que no sabes qué ocurre con el taxi.
-Como quieras. Me alojo en la residencia de la uni.
Coge mis maletas y murmura:
-Sígueme, Melisa.
Hago lo que me indica sin rechistar. Caminamos hasta los aparcamientos y
se detiene delante de un BMW gris con los cristales traseros tintados.
Me mata la curiosidad y pregunto:
-¿Tienes dos coches?
-No, el Audi era de alquiler. Solo tengo este. ¿Cuál te gusta más?
-No sé mucho de coches pero supongo que este.
-¿Tienes el permiso de conducir?
-Claro, recién estrenadito- digo con orgullo.
Él suelta una carcajada, alza las llaves del BMW y me las lanza. Yo las pillo en el aire y le miro con incertidumbre.
-¿Te has vuelto loco?¿Quieres que conduzca yo?
-Por supuesto.
-¿Cómo es que un agente del FBI deja su vida en manos de una chica como yo? Se supone que para ti la seguridad es lo más importante.
-Melisa, no es que deje mi vida en tus manos pero estoy cansado y no tengo ganas la verdad.
-Ah, ya veo. No tendrás que ponerte al volante pero como comprenderás no conozco ninguna calle así que ahora serás mi GPS. ¿Qué opina, señor Hoffmann?- digo con humor.
-Me parece perfecto conductora- murmura guiñándome su ojo derecho.
Guardamos el equipaje en el BMW y me sorprendo al ver que tiene un extintor de incendios, un chaleco antibalas, un botiquín y muchas camisetas con el logo de FBI. Al ver mi expresión me da la oportunidad de llevarme una. Yo afirmo:
-Como tú dijiste, una más que una menos...
Cojo una camiseta y la guardo en el bolso.
Ambos nos reímos como niños pequeños y nos montamos en el auto. Los asientos son de color beige y acolchados.
Él se sienta en el asiento del copiloto y dice con entusiasmo:
-¿Preparada? Solo te pido una cosa: espero llegar sano y salvo.
-Lo intentaré pero no te prometo nada. En tus manos está que no nos perdamos por esta gran ciudad.
Sin pensarlo, arranco el coche y salgo del aeropuerto. Recorro varias calles hasta que nos adentramos en la carretera. Sigo sus instrucciones en todo momento. Conduzco a una velocidad moderada durante el trayecto.
A medida que avanzo noto cómo el cuerpo de Odei se relaja. Sé que aunque ha sido él quien me ha ofrecido las llaves, tenía ciertas dudas. Por ello, le digo:
-Odei, como estás comprobando conmigo al volante el mayor riesgo que podemos correr es que nos multen por ir a una velocidad reducida- al finalizar emito una risita.
-Ya veo. Bueno y también nos arriesgamos a llegar tarde.
-Eso sí que no. Soy una chica muy puntual.
El resto del viaje lo pasamos en silencio hasta que Odei decide poner la radio. Me distraigo viendo como mueve sus dedos para moderar el volumen de la música. La melodía que suena es de Shakira. Esta música no me encaja con su manera de ser, tan serio y formal... pero me sorprendo gratamente cuando lo oigo tararear la letra.

Pregúntale a quien tú quieras
Vida, te juro que eso no es así
Yo nunca tuve una mala intención
Yo nunca quise burlarme de ti

Conmigo ves, nunca se sabe
Un día digo que no y otro que sí
Yo soy masoquista
Con mi cuerpo un egoísta

Tú eres puro, puro chantaje
Puro, puro chantaje
Siempre es a tu manera
Yo te quiero aunque no quiera

¡Pero qué oyen mis oídos! Yo me animo y canto con él.

Puro, puro chantaje
Vas libre como el aire
No soy de ti ni de nadie eh-eh-eh

Nadie eh-eh-eh
Nadie eh-eh-eh
Nadie (nadie) eh-eh-eh, eh, eh

Cuando llegamos a nuestro destino aparco el coche y me ayuda a bajar el equipaje. Le digo que espere y voy a la recepción del campus. Presento mi documentación y me entregan las llaves de mi habitación asignada: 323.
Vuelvo junto a Odei y nos dirigimos hacia la zona de los ascensores. Nuestros dedos chocan al pulsar el botón y nos reímos. Yo murmuro:
-Ya he aprendido la lección.
El ascensor es tan pequeño que es imposible evitar rozarnos y más aún con las maletas a presión.
En apenas unos segundos el ascensor se detiene y llegamo a la planta 3. El pasillo es muy largo y hay puertas en ambos lados. Busco el número 23 y lo encuentro al final del ala derecha. Abro la puerta y entramos las maletas.
La estancia es agradable y huele a limpio. Dispongo de una especie de cocina, un pequeño baño con ducha y una cama pequeña junto al escritorio que hay bajo un gran ventanal.
-No está nada mal. Te puedo ayudar a decorarla- murmura Odei.
-La verdad es que unos pequeños retoques pueden convertir este espacio en mi hogar.
-¿Necesitas algo más, Melisa?
-Necesito dos cosas: que me recomiendes un sitio para pedir comida rica y tu número de teléfono.
En cuanto digo lo último me arrepiento y noto que me pongo roja. A él no parece molestarle mi proposición en absoluto.
-Podemos ir a almorzar juntos. Yo tampoco he comido aún ya que he tenido un día bastante ajetreado.
-Vale. Me tengo que cambiar de ropa, ¿me puedes esperar?
-Sin problema.

El caso más difícil de resolver eres Tú 🖤 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora