Capítulo 41

15 4 0
                                    

Días más tarde...
Odei y yo estamos en el aeropuerto tomándonos un batido de nata y caramelo. Nuestro vuelo sale dentro de media hora, ya hemos pasado el control de seguridad y hemos facturado el equipaje. Sin previo aviso, Odei coge mi vaso y escribe con un rotulador negro:《Novia》
Después, hace lo mismo con el suyo, esta vez con la palabra:
《Novio》
No puedo evitar morirme de amor pero esos vasos necesitan un toque más chic. Le robo el rotu y dibujo dos caritas sonrientes. Cuando observa el resultado repite la misma frase de siempre:
-Melisaa, sabes que odio esos muñecajos.
¿En serio todavía no se ha enterado de que se llaman emojis? ¡No me lo puedo creer! Como de costumbre, le corrijo para hacerle rabiar.
-Odei, son emojis. Y ya sabes que a mí sí me gustan. Los mensajes con caritas sonrientes molan más.
-Qué molona eres tú.
-A ver, Odei, entiende que es la edad... Yo tengo 18 años, soy una niña y tú un soso de 24 años.
-¿Insinúas que soy un aburrido?
-Tú no, tus mensajes sí. Pero, ¿sabes qué?...
-¿Qué pasa, divertida?
-Que acabarás usando emojis como que me llamo Melisa Suárez.
Tras nuestra breve discusión sobre el amor-odio por los emojis, decidimos dirigirnos hasta la puerta de embarque.
Entregamos la documentación y accedemos al interior del avión. Buscamos la fila 17 y nos sentamos. Odei me cede el sitio privilegiado: el asiento cerca de la ventana para disfrutar de las vistas.
Y es que no podemos negar que son los pequeños detalles los que marcan la diferencia. Este simple gesto involucraba mucho más. Amor. Prioridad. Respeto. Confianza. Y mil cosas más.
Aprieto la mano de Odei con fuerza cuando estamos apunto de despegar y él me devuelve el gesto.
-¿Te da miedo volar?- pregunta con preocupación.
-Un poco- digo mirando fijamente sus bonitos ojos azules.
-Tranquila, no va a pasar nada. El avión es el medio de transporte más seguro, ¿sabes?- afirma para tranquilizarme y comprueba que llevo el cinturón de seguridad bien abrochado.
Asiento con la cabeza y dejo mi cabeza apoyada en su pecho. Él acaricia mi melena castaña transimitiéndome seguridad y el trayecto se pasa volando. Nunca mejor dicho. Cogemos nuestro equipaje y nos montamos en un taxi.

En un abrir y cerrar de ojos nos encontramos delante de la puerta de mi casa. El corazón me late con fuerza. Estoy nerviosa porque mis padres van a conocer a mi novio pero a la vez feliz porque voy a ver a mi hermanita.
Odei nota mi inquietud y me da la mano. Me besa en la frente y llamo al timbre. Mi madre abre la puerta y se abalanza sobre mí con lágrimas en los ojos.
-¡Mamá!-chillo emocionada.
-¡Cuánto me alegro de que estés aquí!- dice entre sollozos.
Mi padre aparece en el umbral de la puerta y se une a nuestro abrazo.
No recordaba lo que es sentirse en casa. Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo afortunada que era por tener unos padres tan maravillosos. Dos personas que me dieron la vida. Que me criaron entre algodones a pesar de las dificultades. Que lucharon por mí. Que me apoyaron en todo. Y que me dieron el mejor regalo que jamás podré recibir: mi hermana.
Permanecemos abrazados durante unos minutos y no nos damos cuenta hasta que nos separamos de que la peque está en brazos de Odei.
¡Es lo más bonito que he visto en mi vida! Mi hermana se está riendo porque él le está poniendo caritas. Ya sabía yo que se iban a llevar bien. Me acerco a ellos y Nat extiende sus diminutos bracitos para que la coja. Se engancha a mi cuello y lloro de emoción al ver sus dientecitos. Odei me agarra por la cintura y entramos en casa. Caminamos hasta la cocina donde están mis padres y se lo presento.
-Mamá, papá, él es Odei.
-Encantado- dice mi padre tendiéndole la mano.
Mi madre se queda perpleja ante tal respetuoso gesto. Ella decide abrazar a Odei y le da la bienvenida.
-Gracias, Gabriela-murmura Odei.
-¿Cómo te encuentras después del accidente?-pregunta mi madre.
-Estoy recuperándome. Pronto volveré al trabajo- dice.
-Melisa nos lo contó. Estaba muy preocupada.
-Lo sé- añade y posa sus dedos en mi cintura.
Mi padre nos ofrece un vaso de chocolate caliente y aceptamos sin dudarlo.
Me acuerdo de que es miércoles y le digo a mi chico en voz baja:
-Estás infligiendo tus estrictas normas, señorito.
Se encoge de hombros y susurra:
-¿Qué pretendías que rechazase un bonito gesto de mi futuro suegro?- dice levantando su ceja.
¿¡Suegro!? Escuchar esa palabra de su boca hace que se me acelere el pulso.
-Odei, ven conmigo que te quiero enseñar una cosa en el taller- dice mi padre como si nada.
¡Menuda mirada me lanza Odei! ¿Qué pretende que haga yo al respecto?
-Tranquilo, no te va a matar- digo junto a su oído y deposito un suave beso en su mejilla.
-Sé defenderme- exhala y esboza una sonrisa maliciosa.
Salen de la cocina y ayudo a mi madre a preparar la comida.
Estoy cortando pimiento cuando me pregunta:
-Melisa, ¿os vais a quedar a dormir aquí en casa?
-Yo sí pero Odei se va a un hotel.
-Pero hija si aquí hay habitaciones de sobra. ¿Por qué va a gastar dinero de forma innecesaria?
-Mamá, no insistas. Ha sido decisión suya y yo la he respetado. Hace poco que nos conocemos y no queremos ir deprisa.
-Está bien- dice mientras remueve el caldo de la sopa que está cocinando.
-Ve poniendo el mantel en la mesa. Tu padre no tardará en llegar.
-Vale
Coloco los cubiertos y los vasos en la mesa del comedor y siento a Natalia en su trona.
Me tira del pelo con la manita y yo suelto un gritito. Mi hermana solo hace eso cuando quiere algo.
-¿Qué te pasa?- digo en un tono infantil
-Eo quitii- dice.
¡Mierda! Se me ha olvidado por completo. Le prometí que vendría con Hello Kitty. ¿Ahora qué hago? Le doy vueltas a la cabeza pero no se me ocurre nada.
-No ha podido venir, renacuaja.
Ella se enfurruña y empieza a hacer pucheros.
¡Pobrecita! ¿Por qué le diría eso? Está llorando por mi culpa. ¡Joo!
Intento distraerla enseñándole mis uñas de colores y se calma un poco. ¿Por qué le gustan tanto los colorines a los pequeñajos?

Cuando somos pequeños vemos la vida en colores. Sin embargo, a medida que va pasando el tiempo y nos ponen a prueba, la gama de colores disminuye. Sufrimos tanto que finalmente, solo distinguimos blanco o negro. Y es un grave error que todos cometemos porque no todo se puede reducir a cara o cruz. Bueno o malo. Blanco o negro...

El caso más difícil de resolver eres Tú 🖤 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora