Capítulo 7

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Los rayos de sol que inundan la habitación provocan que me despierte. La cabeza me va a estallar. Soy incapaz de abrir los ojos por completo. Pestañeo varias veces y finalmente decido darme la vuelta hacia el lado derecho de la cama. Cuando por fin abro los ojos por completo me quedo atónita al ver una habitación diferente a la mía. Tras unos segundos recuerdo lo que sucedió anoche y me siento en la cama.
Odei abre la puerta del baño y sale. Viste unos vaqueros negros ajustados, una camisa azul clarita y unas zapatillas modernas. Al verme, me dedica una sonrisa que me permite contemplar sus blancos y brillantes dientes. Luego, dice:
-Buenos días, Melisa. ¿Cómo te encuentras?
-Buenos días. Me encuentro mucho mejor que ayer. Para mí dormir es como volver a nacer cada día.
Él emite una carcajada y yo me río también.
-He pedido el desayuno, ¿te apetece algo en especial?
-Cualquier cosa me viene bien. Tengo un haambree.
-Normal. No hace falta que me lo jures. No has comido nada desde anoche.
Él camina hacia la mesa donde han servido el desayuno.
Yo retiro las sábanas blancas y muevo las piernas. Me levanto de la cama y me dirijo al baño. El tobillo apenas me duele. Voy descalza y el suelo está fresquito. ¡Qué bien!
Cuando entro al baño, cierro la puerta. Miro a mi alrededor y me quedo fascinada. ¡Es enorme! Está decorado en tonos grises. Hay una bañera enorme tipo jacuzzi en un lado. Justo enfrente de mí hay un gran espejo. Me acerco y ahogo un grito de horror al ver mi cara. ¡Parezco un monstruo! Estoy pálida. Mi pelo está enredado, mis párpados caídos, unas bolsas empequeñecen mis bonitos ojos y mis labios están muy secos. Me lavo la cara para eliminar los restos de maquillaje que quedan en mi rostro. Cojo un peine que hay en el primer cajón y me cepillo el pelo con esmero, sin darme en la herida.
La blusa está arrugada por completo, simplemente me la coloco como puedo.
Finalmente, decido salir del baño.
Antes de que Odei pueda decir algo murmuro:
-No hace falta que te burles de las pintas que tengo. Ya me he visto en el espejo. Ahórrate tus palabras, por favor.
-Oye, Melisa, no se me ocurriría decir nada por el estilo. Demasiado bien estás cómo para haber vomitado tanto y haber dormido tan solo tres horas.
Anda, siéntate a desayunar.
-Espera, estoy descalza. ¿Dónde están mis zapatos?
-Están ahí en el armario con tu cartera.
Llego hasta allí, los cojo y me los pongo.
Me ato las tiras suavemente para que no me aprieten y así evitar marcas. No soporto tener rozaduras.
Inmediatamente después, camino despacio y me siento a la mesa. Me quedo sorprendida al ver toda la comida que hay. Café, zumo, leche, tostadas, pechuga de pavo, jamón, queso, mantequilla, aguacate, magdalenas, tortitas... ¡Qué barbaridad! ¿Quién se va a comer todo esto?
Me sirvo una taza de leche y cojo una cucharadita de café. Odei murmura:
-Cuidado con la cafeína, señorita.
-Lo tengo controlado, señor Hoffmann- digo con ironía.
-Eso espero- añade.
Más tarde, cojo una tostada y la dejo en mi plato. Me apetece comer aguacate pero está en la otra punta de la mesa y no llego.
Odei parece que intuye lo que quiero y alza el plato. Levanta una ceja mientras le da un bocado a su tostada con jamón.
Yo me río y alcanzo el plato. Sus dedos rozan los míos y un escalofrío recorre mi cuerpo.
El resto del desayuno pasa en silencio mientras los dos devoramos nuestros platos.
Yo me levanto de la silla, cojo mi cartera y me dirijo hacia la puerta con intención de marcharme.
Odei, camina apresuradamente y me agarra del antebrazo. Me detiene y dice:
-Melisa, si te esperas media hora puedo acercarte a tu casa con el coche. Tengo que preparar el equipaje porque mi vuelo a Alemania sale en una hora y media.¿Qué opinas?
-No es necesario. Puedo coger un taxi.
-Bueno, si te soy sincero, necesito tu ayuda para guardar toda mi ropa en las maletas. Es una tarea muy aburrida para mí. Tengo un montón de cosas que recoger y poco tiempo.
No puedo reprimir la risa ante aquella ridícula situación. Cada vez me sorprende más.
-Está bien. Veo que está en apuros, señor Hoffmann. Ahora es usted quien necesita mi ayuda. ¿Por dónde empezamos?
-¿Qué prefieres recoger la habitación, el baño o el despacho?
-La habitación, sin duda alguna. Me encanta la ropa y es dónde está el armario.
-Menos mal. Me has quitado un peso de encima. Odio la ropa.
-Pero, ¿qué dices? Si la ropa es lo mejor del mundo. A mí me apasiona elegir mi atuendo cada día, combinar prendas, mezclar colores, elegir accesorios...
-Vamos que el tiempo vuela- murmura con humor.
Camino hacia la habitación, cojo una de las maletas grises que hay en un rincón, la dejo sobre la cama y la abro.
Me quedo a cuadros cuando veo el desorden del armario. ¡Qué desastre! Las camisetas arrugadas están tiradas en una estantería, los pantalones sin doblar en otra y las chaquetas colgadas en perchas que están a punto de caerse.
El armario es el único lugar de la estancia que está desordenado.
Me pongo manos a la obra y en tan solo diez minutos he doblado la ropa sobre la cama. Voy guardando las prendas según su tonalidad aunque es cierto que la gran mayoría son colores fríos: gris, negro, blanco, azul marino y beis.
Al cabo de diez minutos, toda su ropa está perfectamente guardada en la maleta. Me asomo y lo veo recogiendo las cosas del escritorio: el botiquín, los papeles, dos carpetas y el lapicero. Yo decido ir al baño, cojo el neceser que hay sobre el lavabo y meto su cepillo de dientes, su desodorante Nivea Men, su peine, las cuchillas Gillette, la crema de afeitar... Cuando veo su perfume en la repisa de la izquierda, lo sostengo entre mis manos. Leo la etiqueta en la que pone Acqua di Gio de Giorgio Armani. Inconscientemente, abro el frasco, aspiro el aroma y espolvoreo la fragancia en mi muñeca. ¡Mmm! Me recuerda a la brisa del Mediterráneo.
Cojo otro estuche gris para guardar los objetos que hay en la bañera: una esponja azul, un bote de gel y otro de champú h&s. Tras comprobar que no me olvido nada, salgo del baño. Dejo los neceseres junto a la maleta en la cama y me acerco al escritorio.
Odei me ve y dice:
-Yo ya he recogido esta parte, ¿tú cómo vas?
-Ya he organizado toda la ropa y el baño - digo con orgullo.
-¡Impresionante!- dice incrédulo.
Nos miramos fijamente y tras unos segundos él anuncia:
-Si todo está listo, nos vamos.
Se dirige al dormitorio, baja el equipaje de la cama y lo acerca a la puerta. Yo, cojo su maletín de la mesita y me lo cuelgo al hombro. ¡Cuánto pesa! ¿Qué llevará aquí?
Él parece leer mis pensamientos y apunta:
-Llevo dos portátiles y muchas carpetas con informes. Dámelo y coge tú la maleta que lleva ruedas.
-Vale.
Él guarda en el bolsillo la tarjeta de la habitación, yo cojo mi cartera y salimos hacia el ascensor.
Odei, me mira y dice:
-¿Qué hay que hacer, Melisa?
Me sorprende su pregunta y soy incapaz de articular una palabra.
-Con el ascensor- aclara mientras levanta una ceja.
Me río a carcajadas. ¡Menudo sentido del humor!
Inmediatamente, pulso el botón del ascensor con mi dedo índice. Esperamos durante unos segundos y el ascensor llega a nuestra planta. Las puertas se abren y del interior sale un botones. Saluda cordialmente a Odei y agarra las maletas y el maletín. Mete el equipaje en el fondo del ascensor y más tarde, montamos nosotros. Pulso el botón de la planta 0 y Odei esboza una sonrisa. ¡Tan tonta no soy!

El caso más difícil de resolver eres Tú 🖤 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora