Capítulo 11

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Llego a mi habitación, me lavo la cara y me peino. Abro las puertas de mi armario y está casi vacío. Cojo lo primero que encuentro: unas mallas negras deportivas, una camiseta rosa y mis zapatillas blancas de Adidas.
Mi padre entra en mi cuarto y me ayuda a bajar por las escaleras el equipaje: dos maletas y un bolso de mano.
Voy a desayunar y me emociono al ver la mesa tan bonita que ha preparado mi madre. Ha puesto un mantel de cuadros rojos y blancos y una bandeja de madera. Hay un vaso de leche con canela, una rebanada de pan con mantequilla y una rosa que huele genial. ¡Qué detalle!
Empiezo a hablar entre lágrimas:
-Mami, gracias por todo lo que has hecho por mí. ¡Te voy a echar tanto de menos!
-Cielo, no llores- murnura mientras seca mis lágrimas con un pañuelo. Estoy segura de que vas a ser capaz. Tú puedes con todo y recuerda que estamos aquí para lo que necesites. Ahora come, Melisa.
Cuando acabo de desayunar veo a mi padre con mi hermana en brazos. Me abalanzo sobre ellos y les doy un fuerte abrazo. Natalia coge mi cabello entre sus deditos y tira suavemente. Es muy cariñosa.
-Renacuaja, nunca dejes de soñar con las princesas y las hadas. Recuerda que los sueños se hacen realidad y que nada es imposible- le digo y miro sus bonitos ojos verdes. Estoy segura de que me entiende.
Mi padre la baja de sus brazos y la deja en el suelo.
-Voy a guardar las maletas en el coche, Melisa- dice mi padre.
-A upi- dice mi hermana dándome a entender que quiere que la coja en brazos. Hago lo que me pide y salgo de casa sin mirar atrás. Sé que si lo hago lloraré porque este ha sido mi hogar desde que nací.
Nos subimos en el coche y mi padre se dirige hacia el aeropuerto. El cielo está despejado y no hay nubes. Tardamos media ahora aproximadamente.
Aparca el coche cerca de la puerta y saca el equipaje del maletero. Me despido de mis padres y de Nat con un fuerte abrazo. Me cuelgo el bolso en el hombro y agarro cada maleta con una mano. Camino hasta la entrada, me giro y esbozo una gran sonrisa para tranquilizarlos. Mi hermana me lanza un besito en el aire y yo se lo devuelvo.
Finalmente, se marchan y siento un gran vacío en mi interior.
Facturo mis maletas y me dirijo al control de seguridad. ¡Qué rollo! Vacio mis bolsillos y dejo mis pertenencias sobre una bandeja. Logro pasar el control sin problema.¡Qué alivio! Me pone histérica ver a tantas personas armadas.
Aún queda media hora para que salga mi vuelo así que decido sentarme en los bancos que hay en mi sala de abordaje y escuchar música para hacer la espera más amena. Saco mis auriculares del boso y escojo la playlist de Ed Sheeran.
Al cabo de un rato, una mujer alta y rubia que viste una blusa blanca, una americana, una falda gris entubada y unos tacones negros, nos informa de que podemos ir pasando. Me levanto de mi asiento, me pongo en la cola y espero mi turno. Hay pocos pasajeros por lo que llego rápido. Enseño mi billete y mi documentación y entro en el avión con mi bolso de mano. Los asientos son azules y van de dos en dos. Llego al asiento que me han adjudicado en la fila 8 y me siento. La gente sigue entrando pero nadie ocupa el sitio de al lado. Esperamos durante varios minutos, la azafata da una serie de instrucciones en diversos idiomas y ¡despegamos!
El vuelo dura unas tres horas que aprovecho para ver Stalker en mi tablet. Ya voy por el capítulo 5, estoy enganchadísima. De esta forma me evado de la realidad y no pienso en mi familia. El vuelo pasa sin incidentes aunque hay un poco de turbulencias.

Cuando aterrizamos, llego a la sala de desembarque y busco mis maletas en la cinta transportadora. Están de las primeras por lo que no pierdo mucho tiempo. Las cojo y me dirijo a la puerta de salida. Llamo a mis padres y les informo de que he llegado sana y salva.
Voy a una tienda y compro una botella de agua. Hablo alemán por primera vez. Durante el verano me he apuntado a clases y he mejorado bastante el nivel. Aunque me han informado de que las clases de la carrera van a ser impartidas en alemán, el temario está en español por lo que no me supone problema alguno.
Cuando termino de beber agua, me dirijo a la salida del aeropuerto. Paso por el área de atención al cliente y me sorprendo al ver a un grupo de policías.
Hay muchísima gente alrededor y no puedo avanzar. Los guardias de seguridad intentan desalojar la zona poco a poco dando instrucciones. No sé qué ha pasado pero debe ser algo grave.
Decido sentarme en una silla mientras los pasajeros van saliendo.
Espero durante más de dos horas hasta que disminuye el bullicio. ¡Qué locura!
Me levanto, cojo mis maletas y avanzo hasta la salida. Las puertas se abren y por fin puedo respirar. El fresco viento mueve mi cabello, cierro los ojos y disfruto de la brisa. Cuando los abro, veo a un hombre trajeado subiendo las escaleras mientras revisa unos papeles. Su manera de andar me resulta familiar pero no puedo ver su cara.
Se dirige a recepción y se reune con el resto del equipo. No le doy mayor importancia.
Llamo a un taxi y me siento en los escalones mientras espero a que llegue.
Pasa media hora y el taxi aún no ha venido a recogerme. ¡Qué afortunada soy!
Estoy aburrida y decido caminar alrededor de la entrada. No me puedo alejar mucho porque no quiero que me roben el equipaje. Me limito a andar de un lado a otro. Observo cómo todo el despliegue policial sale al exterior. Todos van trajeados y equipados con botas, guantes, grilletes, chalecos antibalas... No veo a Odei por ningún lado por lo que seguramente antes me haya confundido. Los agentes caminan con seguridad hasta los coches patrulla y se marchan. Yo saco mi móvil del bolso y juego al Candy Crush Saga. ¡Lo que hace el aburrimiento! ¿Dónde estará el maldito taxi?
Cinco minutos más tarde veo aparecer un taxi. ¡Menos mal!
Se detiene justo delante de mí y me acerco con la intención de abrir el maletero para guardar las maletas. El conductor se baja y me dice:
-Perdone pero creo que se está equivocando. Yo he recibido la llamada de un hombre.
-Debe ser un error. Yo llevo esperando aquí más de una hora y aún no ha llegado el taxi que he pedido.
-Lo siento pero no puedo ayudarla.
Me retiro y vuelvo a las escaleras. ¿Por qué todo me pasa a mí? ¡Menuda desgracia! ¿Ahora qué hago?
Contemplo el despegue de tres aviones mientras inevitablemente las lágrimas resbalan por mis mejillas. Estoy agotada, en mitad de la nada y no puedo acudir a nadie.
Oigo los pasos de alguien bajando las escaleras. Estoy resignada y ni siquiera me giro. Ya nada me importa. He perdido la esperanza. Noto que el chico se detiene porque le suena el móvil. Contesta y reconozco su voz. ¡Es Odei! No había sido imaginación mía. ¡Está aquí!

El caso más difícil de resolver eres Tú 🖤 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora