Capítulo 13

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Abro la maleta grande y saco una falda plisada de color verde, una camiseta básica blanca y unas sandalias planas doradas. Odei mira mi ropa con curiosidad y murmura:
-De verdad que no logro entender cómo organizas tan bien.
-Ya te enseñaré- digo mientras me dirijo al baño.
Me cambio con rapidez y salgo. Odei está sentado en un silloncito blanco que hay al lado de la ventana. Alza la vista y sus ojos brillan.
Se levanta y nos vamos. Caminamos durante varios minutos por las anchas calles de Alemania. Son las tres de la tarde y el cielo está despejado. Hace un día fantástico. Los rayos de sol caen sobre nosotros y me pongo las gafas de sol. Mis ojos azules sufren mucho con la luz así que las gafas de sol son mi mejor aliado.
Odei me mira y murmura:
-Te quedan muy bien laz gafas de sol. Pareces mucho más formal.
-Querrás decir que aparento más edad, ¿no?
Él se ríe y me pregunta:
-¿Cuántos años tienes?
-Dieciocho. ¿Y tú?
-Unos cuantos más que tú. Adívinalo.
-La verdad es que no tengo ni idea.
-Investiga- dice soltando una sonora carcajada.
Recorremos una avenida más y nos paramos. Me fijo en un cartel en el que pone: La Tapería Ole-Ole.
-Es el mejor restaurante de comida española en Alemania.
-Genial. Me muero de hambre.
Entramos en el restaurante y Odei saluda al camarero. Deduzco que viene aquí a menudo.
Cogemos una mesa para dos. Odei retira mi silla y yo me siento. Una vez más actúa como un auténtico caballero.
Estos gestos no son nada propios de jóvenes hoy en día.
Él se sienta justo enfrente de mí y me pasa la carta. La leo con atención: paella, gambas al ajillo, patatas bravas Scharf, salmorejo, croquetas, tortilla española, Alioli Mit Brot... ¡Hay de todo!
-¿Qué me recomiendas?
-Todo está riquísimo pero sin duda tienes que probar las patatas bravas y Frittierte Tintenfische.
¡Madre mía! Me vuelve loca su acento alemán. ¡Qué bien pronuncia!
-Me parece bien- digo sin saber qué es lo segundo que ha dicho.
Odei pide la comida y dos refrescos.
-Tienes que enseñarme a hablar alemán. Tengo un buen nivel de vocabulario y gramática pero pronunciar se me da fatal.
-Reconozco que cuesta trabajo pronunciar ciertos sonidos. A ver, dime algo.
Le comento que estoy deseando que llegue el lunes para empezar la uni.
-Ich freue mich auf Montag, um mit der Uni zu beginnen.
-Perfecto. No te puedo corregir nada.
-Gracias. Supongo que cuando empiece a escuchar a gente hablar mis oídos se acostumbrarán y así mejoraré.
-Claro.
El camarero deja los platos y las bebidas sobre la mesa y un olor delicioso inunda la estancia. La boca se me hace agua.
Pincho con mi tenedor una patata brava y se me deshace en la boca.
-¡Está delicioso!
Cuando acabamos este plato, el camarero lo retira y sirve una bandeja con pescado. Esto es Frittierte Tintenfische. De nuevo devoramos el plato.
Odei pide la cuenta y yo cojo el ticket antes que él. Saco mi cartera y dejo un billete de 20 y otro de 10 sobre la mesa.
Me mira sorprendido y yo le digo:
-Ni se te ocurra rechistar. Ya está pagado. Vamos.
Se levanta de la mesa y salimos a la calle. Mientras regresamos al campus veo un supermercado.
Tengo que comprar comida y otras cosas y se lo comento a Odei. Él asiente y entramos. Cojo una cesta de la compra que hay en la entrada y nos dirigimos a la sección de frutería. Pido manzanas, melocotones, plátanos y fresas. Más tarde vamos a la carnicería y compro filetes de pollo y carne picada. Además, compro un poco de verdura: zanahorias, tomates, lechuga, pimientos...
También cojo unos cartones de leche y yogures. No encuentro gelatinas. ¡Qué pena! Soy adicta a las gelatinas de fresa.
Cuando pasamos por el pasillo de las galletas me quedo sorprendida al ver la gran variedad que hay. ¡Esto es un auténtico paraíso!
Odei se acerca a una estantería de la izquierda y agarra un paquete de Knoppers. Me lo enseña y pregunta:
-¿Has probado estas galletas?
Yo niego con la cabeza y él prosigue:
-No sabes lo que te estás perdiendo. Pruébalas. Están buenísimas.
También compro una barra de pan y me dirijo al mostrador. Saco todas las cosas de la cesta y las deposito en la cinta transportadora. Voy guardando la compra en bolsas y cuando termino veo que Odei me ayuda a cogerlas.
-Espera que pague la cuenta, le digo.
-Ya está pagado, Melisa.
-¿Qué? ¿Cuándo has pagado? Pero si nisiquiera has sacado la cartera- digo asombrada.
-He usado la tarjeta de crédito que es mucho más rápido. No se te ocurra rechistar- dice guiñándome el ojo.
Cogemos la compra y salimos de la tienda.
Cuando llegamos a la residencia, subimos a mi habitación y me ayuda a guardar las cosas en la nevera y en los armarios. ¡Qué chico más aplicado!
Odei se sienta en una de las sillas que hay en la barra de la cocina y me mira.
Una idea viene a mi cabeza y decido ponerla en práctica. Abro el armario y saco las famosas galletas Knoppers.
Las dejo en la encimera, saco dos paquetes y guardo el resto.
Odei me mira con una sonrisa y me dice:
-Te arrepentirás.
-¿De qué?
-De haber guardado el resto. Te aseguro que esto es una adicción.
Rasgo el envoltorio de la galleta y le doy un bocado. Es una especie de barquillo crujiente relleno de chocolate y avellanas. ¡Uff! Me como las dos galletas que trae el paquetito y me chupo los dedos. Me quedo con ganas de más. Miro a Odei y veo que él no está comiendo.
-¿No quieres?
-Solo puedo comer alimentos ultraprocesados los fines de semana. Hoy es lunes así que...
-¿Me lo estás diciendo en serio?
-Sí, ¿por qué te iba a mentir?
-¡Qué locura! Por un caprichito no te va a pasar nada.
-Melisa yo entreno todos los días una hora y media. Comerme esa galleta supone aumentar el ejercico físico media hora más- dice con seguridad.
-Madre mía. Yo también hago ejercicio de lunes a viernes pero como lo que quiero. No tengo nada restringido. ¿Desde cuándo te castigas así?
-No es ningún castigo, es mi estilo de vida desde que comencé a trabjar.
Para ser agente del FBI he tenido que trabajar muy duro. Primero me saqué la licenciatura. Después tuve que conseguir seis meses de experiencia en la conducción y dos años de experiencia laboral a tiempo completo.
Por último, superé la prueba de aptitud física que consistía en un sprint de 300 metros, flexiones, abdominales y una carrera de 2,4 kilómetros. Tuve que prepararme física y mentalmente para lograrlo y me sometí a un estilo de vida bastante estricto. Aunque he conseguido el puesto aún tengo que mantenerme en forma porque mi trabajo lo requiere. Cuando estamos en la oficina me limito a investigar, buscar información, establecer relaciones entre los presuntos culpables... pero cuando entramos en acción, tengo que correr, saltar obstáculos... ¿Lo entiendes?
Me quedo callada durante unos minutos porque estoy impactada. Finalmente, digo:
-Sí lo entiendo, perdón.
-No pasa nada.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Claro.
-¿Dónde entrenas?
-En el gimnasio de mi casa.
-¿Sabes algún sitio donde pueda ir a hacer ejercicio? Yo en mi casa practicaba deporte sola en el patio con la esterilla y demás pero en esta habitación no tengo suficiente espacio y no me he traído el material.
-No conozco ningún gimnasio que esté en este distrito pero puedes venir a mi casa cuando te apetezca.
-Me harías un gran favor. Sobre todo esta semana porque hasta el lunes no tengo nada que hacer.
-Por supuesto. Tú me avisas y vengo a recogerte.
-Vale.
-Me tengo que ir. Mañana trabajo temprano y necesito descansar.
Se levanta de la silla y se dirige a la puerta. Me acerco hasta él y le digo:
-Gracias por todo. Me has salvado una vez más.
-No hay de qué. Nos vemos Melisa.

El caso más difícil de resolver eres Tú 🖤 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora