Capítulo 47

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Me despierto a las nueve de la mañana y Odei aún está en la cama. ¡Qué extraño! Siempre se levanta antes que yo... Aprovecho este momento para observar su pelo rubio alborotado, sus manos bajo la almohada, sus labios entreabiertos, su corazón latiendo...

Me dirijo al baño y me doy una ducha. Me pongo un jersey marrón y unos pantalones vaqueros skinny. Camino hasta la cocina y preparo el desayuno. Cojo dos tazas del mueble y vierto café en ellas.
-¡Qué bien huele!- dice Odei entrando por la puerta. Lleva puesto unos vaqueros y una camiseta negra de manga corta.
-Buenos días, dormilón- digo.
Él esboza una gran sonrisa y me abraza por la espalda.
-Hola, pequeña. No he madrugado porque la noche fue intensa, ¿no crees?- murmura junto a mi oído y me mordisquea el lóbulo de la oreja.
-Lo fue- digo acordándome de todo lo que pasó. ¿Te puedo hacer una pregunta?- inquiero y cambio de tema.
-Claro
-¿No tienes frío? Yo llevo puesto un jersey y tú vas en manga corta- digo señalando su camiseta.
-La calefacción está puesta- afirma.
-Ya... pero eso no significa que no haga frío. Deberías ponerte una sudadera para no resfriarte.
-Estoy acostumbrado, no te preocupes.
-Ah... se me olvidaba que te duchas con agua helada- apunto.
-Melisa- me reprende y bebe un sorbo de café calentito.
-¿Qué?
No me contesta y un silencio sepulcral invade la estancia. Desayunamos sin volver a dirigirnos la palabra y recogemos los platos.
-¿Qué te apetece hacer hoy?-me pregunta Odei.
-Elige tú- asevero.
-Podemos ir al wochenmarkt, el mercado semanal- aclara.
-Me parece bien. ¿Dónde está?
-En la plaza central. Hay mercados de alimentación, de artesanía, de flores... y también está el Flohmarkt o el rastro.
-Suena bien- murmuro emocionada.
Odei me mira condesciente y añade:
-Se me ocurre una idea mejor.
-¿Cuál?
-Podemos ir al mercadillo de Núremberg que está decorado de Navidad.
-¡Sí!- chillo pletórica de felicidad.
-Vamos a por un abrigo, señorita Suárez- dice con humor.
-Muy gracioso, señor Hoffmann.

Cuando llegamos al mercadillo me quedo fascinada al ver un montón de puestos de madera decorados con adornos navideños.
-¡Qué bonito!- digo mirando a Odei.
Me coge de la mano y caminamos hasta unas estatuas con figura humana.
-Son Plums. Están hechas con pasas de ciruela- me informa Odei.
-¡Qué trabajazo!
Nos echamos un selfie y capturamos el momento.
Después, compramos pan de jengibre picante y panes de fruta.
-¿Quieres tomar un Glühwein?- pregunta Odei.
-Traduce al español que no me entero- digo entre risas.
-Un reconfortante vino especiado.
-¿Pretendes emborracharme?
-Exacto- dice animado.

Llegamos a casa a las doce de la noche y nos vamos a la habitación.
-Voy a lavarme los dientes- digo.
Entro en el baño y me pongo el pijama.
Cuando salgo, Odei está tumbado en la cama sin camiseta, leyendo unos papeles muy concentrado.
-¿Qué estás leyendo?- inquiero.
-Mi compañera de Ohio me ha pedido ayuda con un caso y me ha pasado la información.
-Ya veo... pero mejor lo dejas para mañana, ¿no?
-Sí, llevas razón- dice dejando los documentos sobre la mesita de noche.
Me tumbo a su lado y me estrecha entre sus brazos. Acaricia mis mejillas con delicadeza y deposita un beso en mi hombro. Giramos hasta que yo quedo bajo su pesado cuerpo. Inclina su cabeza y nuestros labios se rozan con pasión. Se mezclan nuestros alientos y me pierdo en el vacío de la cordura.
Ojalá hubiese guardado aquella caricia en una botella. Así podría haberla tomado en dosis pequeñas cada día. Pero... ¿quién me iba a decir que sería el último?

Me desvelo en mitad de la noche y veo que Odei no está en la cama. ¿Dónde habrá ido a estas horas? Me levanto de la cama y voy a buscarlo. La cocina está vacía, en el salón solo está Sirio, el gimnasio está completamente a oscuras... No tengo ni idea de dónde está. Me rindo y decido volver a la cama porque estoy agotada y se me cierran los ojos. Voy caminando por el pasillo cuando una lucecita al fondo llama mi atención. Me dirijo hacia ese punto y al llegar, veo que hay una puerta entreabierta. Nunca antes había reparado en ese lugar. Pensaba que era una habitación vacía, sin uso.

Empujo la puerta despacio y entro en la estancia. Miro a mi alrededor y descubro que se trata de un despacho. Lo primero que llama mi atención es una gran mesa en el centro repleta de papeles, fotografías, lápices... Giro mi cabeza hacia la derecha y me quedo atónita al ver un tablón enorme colgado de la pared. Hay muchísimas imágenes con post-it que supongo que serán pistas sobre las investigaciones.
Además, están unidas con un hilo rojo.
¡Madre mía! Estoy alucinando.

Desvío la mirada y veo a Odei sentado en una butaca con el portátil. Supongo que estará buscando información. Aún no se ha percatado de mi presencia y está muy concentrado en su trabajo.
Sigue embelesado mirando la pantalla hasta que su móvil comienza a sonar. Se levanta de su asiento y me ve.
-Hola, cielo. ¿Te has desvelado?
-Sí
-Espera, tengo que contestar la llamada. Es urgente, cariño- dice agarrando el teléfono.
Asiento con la cabeza y contesta.
-Dime, Ashley- dice con seriedad.
La chica le dice algo pero no logro escucharlo.
-Entiendo. Pásame los datos de Jacob Davies- murmura Odei.
-Por cierto, necesito que me envíes también los resultados de la autopsia- añade.
La tal Ashley le comenta más cosas sobre el caso y finalmente, se despiden con formalidad.

-¿Va todo bien?- pregunto al ver la cara de preocupación de él.
-Sí, no te preocupes. Vuelve a la cama, canija- dice dándome un abrazo.
-¿No vienes conmigo?
-No puedo. Tengo trabajo, amor.
-Que te sea leve- murmuro.
-Gracias, luego te cuento.

Regreso a la cama y me quedo durmiendo hasta que los rayos de sol inundan la habitación y no tengo más remedio que despertarme. ¡Empezamos bien el día!

El caso más difícil de resolver eres Tú 🖤 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora