Capítulo 3

58 13 2
                                    

El ambiente del local es abrumador. Como es fin de semana, hay muchísima gente dentro y apenas podemos respirar. El sonido de la música es ensordecedor y me provoca dolor de cabeza. Me acerco a la barra y pido a gritos:
-Una Coca-Cola Zero, por favor.
Tras veinte minutos consigo mi refresco y le doy un largo trago. ¡Qué sed! Vuelvo con mi grupo de amigos y charlamos sobre distintos temas como nuestro futuro, el destino de nuestras vacaciones...
Después, decidimos salir a la pista a bailar al ritmo de la música. Movemos nuestros cuerpos al compás de la canción que suena. Cada vez hay más gente a mi alrededor y me siento agobiada. Por ello, a las dos de la mañana, le indico a mi amiga Rocío que necesito salir a tomar el aire. Ella asiente y me niego a que me acompañe porque no quiero ser una aguafiestas.
Hace un calor horroroso e insoportable y salgo directamente a la puerta del pub. De repente, me mareo, todo me da vueltas y mis piernas no paran de temblar. No sé qué me pasa, intento mantener el equilibrio pero es tarea imposible. Finalmente, me caigo al suelo y no puedo evitar soltar un quejido de dolor.
Al cabo de un rato, noto que unas fuertes manos me agarran por la cintura y me levantan del suelo. Estoy atontada y medio inconsciente. No puedo ni levantar la cabeza, simplemente estoy agarrada por aquellos dedos. Permanezco así durante unos minutos y finalmente, noto que alguien me coge en brazos y me lleva hasta un banco que hay cerca. Me suelta con cuidado y murmura:
-¿Se encuentra bien?
Asiento como puedo e intento hablar:
-Sí, bueno... no sé. Me siento un poco mareada, me he caído y me duele mucho la cabeza. Además, creo que me he torcido el tobillo derecho.
-Vale, tranquila. Mírame.
Lo miro y me quedo estupefacta. ¡Madre mía lo que ven mis ojos! A pesar de mi visión borrosa, veo a un chico joven y alto, de ojos color caramelo y pelo rubio. Por el acento y su aspecto deduzco que es alemán.
Viste un traje oscuro y una camisa celeste. Es muy atractivo y me quedo sin palabras. A continuación, se presenta tendiéndome la mano.
-Soy Odei Hoffmann. ¿Y usted es?
¡Madre mía!¡Por favor! Me sorprende que un joven se presente indicando su nombre y apellido. ¡Menudo prepotente! Y encima, se dirige a mí como usted. ¡Increíble! Yo no me voy a quedar atrás y respondo con seguridad:
-Yo soy Melisa Suárez. Gracias por su ayuda.
-No hay de qué señorita. ¿Necesita algo?
-Agua, por favor.
-Claro, espéreme aquí. Le traeré agua y algo para comer. No se mueva.
-Vale
En cuestión de un par de minutos aparece de nuevo y me ofrece una botella de agua y un sándwich vegetal. Permanece de pie delante de mí.
Bebo un trago de agua y se me revuelve el estómago. El sándwich ni lo toco.
-Muchísimas gracias, de verdad. No sé qué habría hecho sin usted.
-No es nada. Pasaba por aquí y le he visto ahí tirada. Es de lógica que le ayude. No debería beber tanto, señorita Suárez- me reprende.
-Primero, yo no he bebido nada. Sólo me he tomado una Coca-Cola Zero. Segundo, no me llame Señorita Suárez, por favor. Me hace sentir bastante incómoda.
Él asiente y murmura:
-¿Has tomado una Coca Cola y te has puesto así? Vaya excusa más mala.-Suelta una carcajada y me entran ganas de darle una bofetada. ¡Qué idiota!
-Le juro, señor Hoffmann-digo con irónia- que no he tomado absolutamente nada de alcohol o al menos de forma intencionada.
Me mira, me mira, me mira y finalmente dice:
-Está bien, le creo Señorita Suár... esto, Melisa -rectifica. Si lo que dice es verdad, debemos averiguar qué ha tomado.
Me pongo nerviosa. Ya sabía yo que la noche no iba a acabar bien. ¿Qué va a hacer ahora?
Entre los nervios, el estómago revuelto, la inseguridad y miles de factores más, mi cuerpo reacciona de la peor manera posible: vomitando.
Intento reaccionar y apartar al Señor Hoffmann de delante de mí pero no me da tiempo. Vomito sobre sus bonitos y elegantes zapatos negros de traje. Inmediatamente, salgo corriendo como puedo hacia otro lado mientras sigo dando acardas. El tobillo me duele muchísimo así que voy cogeando.
¡Qué vergüenza! ¡Tierra, trágame!

El caso más difícil de resolver eres Tú 🖤 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora