Capítulo 14

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Tras la marcha de Odei, me dispongo a colocar toda mi ropa en el armario. Cuelgo las prendas en perchas y doblo los pantalones sobre una estantería. Además, guardo los abrigos en la parte alta del mueble.
Compruebo que la estancia cuenta con lavadora, microondas, tostadora, horno, sartenes, cubiertos, utensilios de limpieza... Está totalmente equipada. No tengo que comprar casi nada.
Cuando acabo son las ocho y media y estoy cansada. Me preparo un bocadillo de queso y tomate. Me doy una ducha, me pongo el pijama y me voy a la cama.

A la mañana siguiente, llamo a mis padres y les digo que estoy bien. Me tomo un vaso de leche y una tostada con pavo para desayunar. Me visto con unos pantalones vaqueros ajustados, una camiseta azul claro y unas chanclas a juego.
Cojo un bolso donde guardo el móvil y la cartera, y salgo al pasillo.
Me encuentro con una chica de mi edad y nos saludamos mutuamente. Se llama Eda y también va a estudiar medicina. Me alegra conocer a alguien porque aquí no tengo amigos, excepto a Odei.
Salgo de la residencia y doy una vuelta por los alrededores. Hay varias cafeterías y librerías en la zona de la derecha. Cambio de dirección y me encuentro delante de una tienda de muebles. Decido entrar y compro un zapatero blanco para guardar el calzado por un precio asequible. Me dan una caja con el mueble desmontado y vuelvo a la uni. Me pongo manos a la obra y hago el intento de montar el mueble pero el bricolaje no es lo mío. Me rindo y preparo la comida: una ensalada y filetes a la pimienta. Estoy fregando los platos cuando escucho unos golpes en la puerta. Me seco las manos y voy a abrir. Me quedo impresionada al ver a Odei vestido con unas bermudas de deporte negras y una camiseta gris de manga corta. Parece mucho más joven que con el traje. Lleva su pelo rubio alborotado y esboza una sonrisa.
-Hola, pasa- le digo.
Él se adentra en la habitación y se detiene al ver las tablas de madera tiradas en el suelo. Se vuelve hacia mí y murmura:
-¿Qué estás haciendo?
-He comprado un mueble para guardar mis zapatos y tengo que montarlo pero el bricolaje no es mi fuerte.
-¿Por qué no me has avisado?
Porque no tengo tu número- pienso para mis adentros pero como no quiero insistir me limito a decir:
-No se me había ocurrido pero ahora que estás aquí no te vas a librar de echarme una mano. No te dejo salir hasta que lo montes.
Ambos nos reímos a carcajadas y Odei se agacha para mirar las instrucciones.
-Ánimo, yo no he sabido ni por dónde empezar- digo dándole un golpecito en la espalda. ¡Madre míaaa! Está muy fuerte. Se nota que el deporte tiene su recompensa.
-Tranquila, puedo hacerlo.
-Eso espero.
Media hora después el mueble está montado y colocado junto al armario. Le choco la mano y le ofrezco algo de beber.
-Agua por favor.
-Claro, ven a la cocina.
Le sirvo un vaso de agua fresquita y se lo bebe de un sorbo.
-¿Quieres más?- le pregunto.
Él niega con la cabeza y murmura:
-¿Te apetece hacer deporte?
-Mucho- digo con entusiasmo.
-Te aconsejo que te cambies de ropa, Melisa- apunta con gracia.
-Espérame aquí. Tardo cinco minutos.
-Perfecto.
Voy al armario y busco mi conjunto deportivo nuevo: unos leggins negros con una franja verde en la pantorrilla, un sujetador y una camiseta de tirantes del mismo tono. Me recojo el pelo en una coleta alta y me miro en el espejo. La ropa se adhiere a mi cuerpo como un guante. No estoy delgada pero me siento cómoda con mi silueta y mis curvas. Lo más importante es estar sana.
Me pongo las zapatillas y me reuno con Odei.
-¡Lista!- digo.
-Me encanta tu conjunto. Te queda genial.
-Gracias- digo avergonzada.
Guardo mi móvil y las llaves en la mochila y nos vamos. Salimos al exterior y caminamos hasta su coche.
Me subo y él conduce a velocidad moderada por distintas calles. Me distraigo mirando cómo mueve sus manos para agarrar el volante. ¡Me resulta tan sexy! No sé si es por la sensación de dominio o de control pero me vuelve loca.
Durante el trayecto que dura unos veinte minutos apenas hablamos.
Odei se adentra en un parking subterráneo y aparca el BMW. Hay cientos de coches en este lugar y me sorprende ver que todos son de marcas conocidas. Camino junto a Odei hasta llegar a un ascensor. Entramos y pulsa la tecla que marca N° 23.
Me río y él me mira dubitativo frunciendo el ceño.
Yo le aclaro la situación:
-Mi habitación es también este número.
-Cierto. No me había dado cuenta.
-Casualidades de la vida- murmuro.
Tras unos segundos se enciende una luz roja en el ascensor.
-¿Qué pasa? No me digas que nos hemos quedado atascados. No puedo repirar- digo llevándome una mano al pecho.
Odei me mira con asombro y me dice con voz serena:
-Tranquila, Melisa. No nos hemos quedado encerrados. La luz está roja porque no he puesto la clave de seguridad.
-¿Una contraseña?- susurro atónita.
Odei asiente con la cabeza y veo que marca una serie de números en un panel. La puerta del ascensor se abre y siento alivio. Me quedo fascinada al ver un gran recibidor. La estancia es enorme y todas las paredes son blancas. A mi derecha hay un espejo de media luna y un bonito mueble de color blanco sobre el que Odei deja las llaves. Cuando miro al frente veo unos impresionantes ventanales a través de los cuales se ve la ciudad por completo. Me quedo sin palabras. En el centro hay tres sillones dispuestos en forma de U que rodean una mesita blanca. Hay un jarrón con flores amarillas que combina con los cojines del sofá. ¡Todo es taaan bonito! La tele está en la zona de la izquierda y es gigante. ¡Qué preciosidad de lugar!
Estoy soñando y entro en otro mundo hasta que noto que algo se abalanza sobre mí. Pierdo el equilibrio y me caigo al suelo. Chillo asustada y no puedo ver nada porque algo está tapando mi visión. Oigo los pasos de Odei viniendo hacia mí con rapidez y grita:
-Sirio, apártate.
¿Sirio? Sigo desconcertada, no logro entender nada.
Tras unos segundos, Odei retira la pesada carga que tengo encima y recupero mi visión. Permanezco tumbada en el suelo y él me mira con preocupación.
-Melisa, ¿estás bien?
Asiento como puedo y él me tiende la mano para levantarme del suelo.
-He ido a la cocina para beber agua. No me acordaba de que Sirio estaba aquí.
-¿Quién es Sirio?
-Mi perro.
Miro al suelo y veo a un enorme perro tumbado. ¡Con el pánico que tengo yo a estos amimales!
-¡JODER!- digo asustada.
-Tranquila, si estás conmigo no te va a hacer nada.
-Ya lo he visto- digo enfadada- le tengo pánico a los perros, Odei. El corazón se me va a salir.
Él permanece callado y yo prosigo:
-¿Pero esto es un perro? Parece un caballo. Madre mía. ¡Qué miedo!
Salgo corriendo del salón y Odei me agarra del brazo.
-Melisa, espera. No es necesario que te vayas. Voy a sacarlo al balcón.
Cuando encierra al perro me tranquilizo.
-¿Qué raza es?
-Es un Rottweiler. Es una raza alemana muy antigua. Son perros utilizados como guardianes. Son potencialmente peligrosos ya que como has podido ver su aparencia es temible y su temperamento serio y de alto liderazgo.
-Más vale que te calles o me voy de verdad- digo con el pulso acelerado.









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