Capítulo 52

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Cuando llego a Estados Unidos, me alojo en un hotel para pasar la noche. Me sorprendo al ver que hay un jacuzzi y sin dudarlo, me sumerjo en la espuma. ¡Qué relajación!

Al día siguiente, voy a una inmobiliria y busco un piso cerca del distrito de Columbia. Encuentro un ático amueblado moderno a un precio asequible y decido alquilarlo. Me instalo lo más rápido posible y transformo los sesenta metros cuadrados en mi nuevo hogar tras unos retoques.

El 1 de febrero tengo una reunión con el jefe de departamiento del FBI. Me pongo un jersey blanco, unos jeans negros, una gabardina beis y mis zapatillas blancas. Salgo de casa y camino por Pennsylvania Avenue NW hasta que me encuentro delante de la sede del FBI. El edificio cuenta con ocho pisos de altura. ¡Impresionante! El exterior es de hormigón y hay ventanas cuadradas, teñidas de bronce. Entro por la puerta principal y me dirijo a recepción.

Una chica joven de pelo cobrizo me atiende amablemente y me indica dónde se encuentra el despacho de Jayden Davis. Sigo sus instrucciones y llamo a la puerta.
-Adelante, señorita Suárez- murmura una voz varonil.
-Buenos días, señor Davis- saludo de forma amable.
Es un hombre de mediana edad y va vestido con un traje de raya diplomática.
Tomo asiento y él prosigue:
-En primer lugar, quería darle las gracias por haber aceptado la propuesta. El hospital que se le ha asignado es el MedStar Washington Hospital Center. Trabajará allí en cooperación con nuestro equipo. Este es el contrato para que lea las condiciones y lo firme- dice tendiéndome unos documentos.

Leo detenidamente todas las claúsulas de confidencialidad y privacidad y firmo. Le entrego el contrato y murmura:
-Bienvenida a nuestro equipo, señorita Suárez.
Nos damos un apretón de manos y me marcho.

Me dirijo a la salida pletórica de felicidad y escucho una voz a lo lejos que me resulta familiar. Desvío la mirada en esa dirección y veo a un hombre trajeado de espaldas. Está hablando por teléfono mientras espera el ascensor. Su pelo rubio alborotado me recuerda a Odei. ¿Será el?
Retiro esos pensamientos de mi cabeza porque es básicamente imposible que él esté aquí, en Washington. O al menos eso creía yo...

Cuando vuelvo a mi casa, me preparo la comida: crema de verduras y dorada al horno. Hablo con mis padres y con la peque, que ya tiene ocho años. ¡Cómo pasa el tiempo! También charlo con mis amigas por el grupo de Whatsapp: Mis nenicas. ¡Son geniales!

Al día siguiente, me enfrento a mi primer día de trabajo. Mis compañeras me enseñan las instalaciones y me informan sobre el procedimiento que hay que seguir. Me siento muy cómoda mientras tomamos un café juntas porque son encantadoras. Estoy segura de que no vamos a tener ningún problema y nos vamos a llevar genial.
Las horas pasan volando y mi turno se acaba.

Vuelvo a casa a las siete y media, después de hacer la compra. Me doy una ducha rápida y me dispongo a poner una lavadora cuando mi móvil suena. Miro la pantalla y veo que se trata de un número desconocido. Decido contestar porque puede que se trate de algo importante.
-¿Sí?
-¿Es usted Melisa Suárez?- me pregunta una voz femenina.
-Sí, soy yo. ¿Quién es usted?
-Soy Maddie Beck, secretaria del señor Davis. Le llamo para invitarle a la celebración del centenario de la creación del Buró Federal de Investigaciones​, la principal agencia de investigación criminal del Departamento de Justicia de Estados Unidos.
-Muchas gracias por la invitación. Será un placer acudir al evento.
-La celebración tendrá lugar el próximo sábado día 14 de febrero en el restaurante El Cielo.
-Allí estaré.
-Gracias por confirmar su asistencia.

Cuando colgué el teléfono no me lo podía creer. Me habían invitado a una fiesta a la que acudirían miles de personas reconocidas, entre ellas jefes de Estado. Me entusiasmaba la idea de conocer a gente nueva y adentrarme más en un mundo que no era conocido por mí. He hecho cientos de autopsias e informes pero nunca antes mi trabajo desvelaba grandes secretos y se asociaba con víctimas y culpables.

Pasaron los días y todos mis compañeros del hospital estaban expectantes. Todos habían preparado su vestimenta para aquella ocasion: desde trajes de chaqué hasta vestidos de gala. Yo no tenía nada adecuado para aquella cena así que a horas del evento, aún me encuentro probándome vestidos en una tienda. Nada me encaja. Todo me parece poco sofisticado. Solo se trata de elegancia pero, ¿por qué es tan difícil escoger un simple vestido?
Tras varias pruebas y con la ayuda de una chica encantadora me voy contentísima a casa, con un vestido largo negro en mis manos. Es sencillo pero muy sofisticado y resalta mi silueta.
Al llegar, me ducho y me lío en una bata blanca para empezar a arreglarme el pelo. Esta vez, me hago ondas y lo dejo caer por mis hombros.
Más tarde, me maquillo y quedo impresionada por el resultado. Por primera vez en mi vida, me pinto los ojos imitando un efecto ahumado y utilizo un labial nude.
Ha llegado el momento de ponerme mi vestidazo que deja mi espalda al descubierto y de calzarme mis sandalias Opyum de Saint Laurent, regalo de mis padres por mi graduación. Cojo mi cartera y salgobde casa. El taxi me espera.

Tras veinte minutos me encuentro ante un impresionante restaurante. Subo las escaleras de la entrada y no localizo a ningún compañero de trabajo. Decido apoyarme en una de las mesas donde se servirá la copa de espera y miro a mi alrededor. Allí, frente a mí, está él. Lleva puesto un esmoquin que le queda estupendamente y mi mirada se dirige hacia su muñeca. Me quedo ensimismada cuando veo que lleva puesto un reloj. Un reloj que yo misma lancé contra el suelo en aquella cajita hace ya unos años...

El caso más difícil de resolver eres Tú 🖤 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora