Capítulo 63

13 4 4
                                    

Todos me miran asombrados pero sin duda, la reacción que más me importa es la de Odei. Centro mis ojos en él y observo como extiende su mano para coger la galletita de mi plato y darle un mordisco. ¿Qué significa eso? ¿Cómo debo interpretar sus actos?
Le doy vueltas a la cabeza y no consigo descifrar su postura hasta que de repente, me da un leve apretón en la rodilla como muestra de apoyo.
Victor Beck me tiende unos documentos para que lea las cláusulas en mi casa. Tras despedirme cordialmente de todos los presentes, salgo al pasillo seguida de Odei. Ambos nos dirigimos hacia el ascensor y entramos. Sin previo aviso, pulsa el botón para que el ascensor se detenga y me estampa contra la pared. Sus manos se apoyan a ambos lado de mi cabeza y nuestras bocas se buscan. Tras un beso apasionado, murmura en mi oreja:
-No esperaba menos de ti, pequeña.
Cada día me enamoras más. Tu determinación y valentía me vuelven loco. Tu liderazgo es enloquecedor.
-¿Sabías de esa propuesta?- pregunto.
-Por supuesto que lo sabia, Víctor me comenta todos los planes y cambios previstos, soy su mano derecha. No te lo comenté porque no quería condicionarte.
-Bueno, pues ahora tú serás mi mano izquierda- murmuro guiñándole un ojo.
-Yo soy mucho más que eso. De ahora en adelante, seré tu sombra, la mirada que siempre encontrarás cerca, la persona que te lleve el café a la mesa...
-¡Qué bien! Aunque espero que no te hartes de mi teniéndome tan cerca- señalo.
-Yo nunca me cansaré de tu presencia. Nunca tendré dosis suficiente de ti.
Sus palabras me llenan el corazón y no puedo evitar emocionarme. Que un hombre tan serio te diga esas cosas tan bonitas es algo embriagador. Algo que te hace estar drogada de amor.

Tras salir del hospital, nos vamos a mi casa. Odei me ha pedido que prepare una maleta con todo lo que necesite para pasar el finde con él. No me ha dicho adónde vamos así que no sé exactamente que llevarme. ¡A improvisar! Me decanto por tres sudaderas, dos pares de vaqueros, una falda plisada, un vestido blanco y camisetas básicas.
Rezo para mis adentros con tal de que la ropa sea adecuada para nuestro plan...
¡Qué equivocada estaba!

Nos montamos en el coche y nos adentramos en la carretera.
-¿Me puedes decir adónde vamos?- inquiero.
-Melisa, es sorpresa. No seas pesadita que no te lo voy a decir.
-¿Pesadita? ¿Yo?
-¡Qué va! Si tú estás siempre calladita...- murmura burlándose de mí.
Lo fulmino con la mirada y una maravillosa idea (o eso creía yo) cruza mi mente.
-Si estoy callada durante una hora me dices nuestro destino- apunto.
Sin pensarlo siquiera, murmura dando golpecitos en el volante con los dedos:
-¡Hecho! No vas a durar ni un minuto con la boca cerrada...
-Voy a demostrarte que te equivocas- afirmo con total seguridad.
-Me juego lo que quieras a que no aguantas ni diez minutos- me desafía.
-Ahora verás...

Enciende la radio y comienza a sonar la canción Blanco y Negro de Malú. ¡Dios! Es realmente imposible no cantar, me sé la letra de memoria. Aprieto mis labios y trago saliva. Cierro los ojos y pienso en otra cosa para olvidarme de la conocida melodía.
Tras unos minutos, acaba la canción.
Me autofelicito por haber resistido y miro por el retrovisor. Veo un coche clásico negro precioso y casi caigo en la tentación de comentárselo a Odei... pero freno mis palabras al recoradar el trato.

Media hora después...
El trayecto se me está haciendo eterno. Estoy suuuuper aburrida. Ya no puedo más. Necesito hablar. Necesito entablar una conversación para hacer ameno sl viaje. Necesito escuchar la voz de Odei. Necesito tantas cosas... ¡Aaarggh!
-Melisa, resiste. Tú puedes con todo... No permitas que se salga con la suya. Aguanta...- me repito a mí misma como si se tratase de un mantra.
Miro Instagram, leo artículos sobre medicina nuclear, reviso el correo... Nada funciona. Nada sirve. Absolutamente nada.

Recibo un mensaje de mis amigas que me brinda una maravillosa oportunidad para distraerme. Las amigas siempren están para salvarte. Siempre son la excusa perfecta.
-Hola, chicas- tecleo.
-Hola, guapa😍- responde Agatha.
-Hola, bombones 🍬- escribe Adelina.
-Heeelllooo- contesta Adelina.
-Holii 🙃- envía Emma.
Todas responden al instante menos Eda. ¡Ay! Me pregunto donde se habrá metido...
-¿Sabéis algo de Eda?- pregunto.
-Está con su chinito- responde la más cotilla del grupo.
-¿Dándole a los palitos?🥡🍜- teclea la francesa con ironía.
-Jajaja. Muy buenoo😂
-Madre mía, tía. Estamos todas locass. 🤪
-Ehh.. ¿Cómo te va con tu agente especial?🤭- pregunta la polaca.
No sabe ella cómo de especial...
-Genial. Nos vamos a pasar el finde juntos. 🚘
-¡Qué guay! ¿Adónde?🌏
Ya veis que a todas nos gustan los emojis. No digáis que no decoran los mensajes...
-No lo sé. Es sorpresa. 😬
-Tíiiiaaaa, qué romántico. Envíanos una foto que veamos a tu NOVIO. 🤤
-Oyee, que tienes pareja 🤨- la reprendo.
-Soy fiel pero una foto no hace daño...🙊
-También es verdad. Tenemos 👀 para mirar.
-Esoo... para algo están.
-Para contemplar a dioses griegos 💫- apunta Emma.
-Os envío la foto, un momento por fi. 🙏

¡Mierda! ¿Cómo le digo a Odei que se eche una foto conmigo si no puedo pronunciar ni una palabra? Hago lo primero que se me ocurre... escribirle un whatsapp. Su móvil vibra en el bolsillo del pantalón pero él ni se inmuta.
Extiendo mi mano y le doy dos toquecitos en la pierna.
-¿Qué pasa?- pregunta encogiéndose de hombros.
Levanto mi móvil para que entienda que entienda lo que quiero decir y murmura con brillo en los ojos:
-No creo que sea nada importante. Puede esperar...
¡Joderrr!

No merece la pena intentarlo más. Hago un selfie en el que obviamente, Odei sale mirando a la carretera. Es tan responsable que no desvía la mirada ni un segundo... O al menos eso pensaba yo pero la realidad era distinta. Se estaba cachondeando de mí. Sabía perfectamente lo que yo quería...

Envío la foto al grupo de Mis nenicas y mis maravillosas amigas responden así:
-🤤
-😱
-🍬
-🔥
-🔫
Mi respuesta es la siguiente:
-Es MÍO⚠️🚫
-😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂










El caso más difícil de resolver eres Tú 🖤 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora