Las puertas se abrieron ante una enorme sala con paredes y suelo blanco. Sería casi inmaculada si no fuera por la gran cantidad de utilería que había regada por dos de las cuatro esquinas del lugar. Era imposible creer que una sala tan grande pudiera esconderse debajo del edificio de Asmodeus.
—Es mejor que en España, ¿cierto?
Tessa me miró esperando una respuesta. Me fijé en sus ojos grises, tan claros que cualquiera hubiera pensado que eran pupilentes.
—Sí... —mentí. Era sorprendente, pero no estaba a la altura del set de Asmodeus Madrid—. Es perfecto.
—Pues te dejo con tus juguetes. —señaló la cámara que sostenía entre mis brazos—. ¿Le avisaste a los modelos?
—Sí, desde hace unos días.
Tessa asintió con la mirada perdida, como si ya estuviera pensando en el siguiente asunto por atender. Se volteó y caminó con paso firme hacia la puerta. El eco del repiqueteo de sus tacones se escuchaba en toda la sala.
Era mi primera sesión como fotógrafo de Asmodeus Nueva Siena y tenía que hacer un excelente trabajo. Seguir las ideas de Tessa para que estuviera feliz y no me corriera, aunque tampoco me había dado mucho con lo que trabajar.
—Los gays aman a los deportistas. —Habían sido sus palabras—. Dame algo que me recuerde al jock de la preparatoria. Ya sabes, con el que todas y todos querían estar aunque fuera una mierda de persona. —Suspiró—. Pero recuerda que somos una revista que tiene que tocar unos cuantos puntos en la gente, puntos erógenos, si sabes a lo que me refiero.
Después de una noche en vela, las ideas habían brotado solas de mi mente y, sin dudarlo, había contactado al equipo de vestuario. Ahora tenía todo lo que necesitaba para hacer un trabajo que le gustara a mi jefa, pero más importante, a los lectores.
El sonido de la puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos y volteé para encontrarme con Tristan. Tenía una camisa blanca que se ajustaba en los pectorales y unos jeans azules que marcaban el grosor de sus muslos. En uno de sus brazos cargaba una chamarra de piel café y en el otro, un café en un vaso desechable.
—¿Soy el primero? —Dejó caer la chamarra en una pequeña mesita que se encontró por el camino.
—Faltan veinte minutos para que sea la hora.
—Quería saber un poco de lo que haremos.
Me ofreció la mano en señal de saludo.
—Ya les explicaré cuando llegue Nathan, no antes.
—¿Ni siquiera porque soy guapo? —Una sonrisa de medio lado apareció en su rostro, presumiéndome su perfecta dentadura.
No respondí. Estoy seguro de que me sonrojé lo suficiente para que se notara.
El equipo de vestuario no tardó en llegar y empezaron a arreglar a Tristan en lo que aparecía Nathan.
—Se siente como regresar en el tiempo. —Tristan observaba los pantaloncillos de quarterback desabrochados que le habían puesto.
—¿Eras quarterback?
—¿No me crees? —Extendió los brazos a los lados, fingiendo que se había ofendido—. ¿No tengo el cuerpo? —Se pasó las manos por el abdomen desnudo, que brillaba por el maquillaje que le habían puesto.
Nathan llegó unos minutos después y en cuestión de unos minutos más, los dos estaban caracterizados como quarterbacks. O algo así, porque las únicas partes del uniforme que llevaban eran los zapatos y los pantaloncillos blancos abiertos que dejaban ver unos jockstraps negros que contrastaban con el resto de la ropa.
No fue una sorpresa lo bien que Nathan se veía. Conocía su cuerpo desnudo y no me sorprendía, pero no era el caso de Tristan. Su piel blanca y con un bronceado casi imperceptible se tensaba perfecta en donde los músculos empujaban. Sus piernas torneadas y musculosas estaban pegadas a los pantaloncillos, amenazando con reventar la tela si no se los quitaba en ese mismo momento, lo cual no parecía mala idea. Los abdominales brillaban aceitosos para capturar una mejor imagen ante la cámara y se movían al compás de su tranquila y serena respiración. Los pectorales lampiños y prominentes llamaban la atención que luego se desviaba hacia sus musculosos y trabajados hombros.
—¿En qué posición me quieres?
Sentí la sangre concentrarse en mi rostro y supe que me había sonrojado ante mi creatividad al escuchar su pregunta. Él se dio cuenta, aunque no dijo nada.
—Quiero que uno abrace al otro por detrás.
Me obedecieron y siguieron mi visión. Nathan abrazaba a Tristan desde la espalda cuando tomé la primera foto. Cuerpo con cuerpo, como si el mayor protegiera al menor.
—Al revés. Tristan, abraza a Nathan.
Tomé la foto y me gustó más lo que transmitía. El menor protegiendo al mayor, algo así como el débil protegiendo al fuerte. Una forma de retar a la masculinidad. Tomé unas cuantas fotos más. En poses y posiciones diferentes. Todas representaban algo. Una masculinidad rebelde. Una masculinidad homoerótica.
Fue tal mi obsesión por retratar aquello tan poético que los minutos pasaron sin que yo pensara en los hombres tan perfectos que tenía modelando para mí. Sus facciones atractivas se acentuaban con los gestos que hacían, demostrando su gran talento.
—Eso es todo. —Guardé mi cámara mientras el resto del personal se iba, dejándonos a los tres solos.
Ellos platicaban sobre algo que no alcanzaba a escuchar, pero sonaban bastante interesados en lo que el otro tenía para decir. Me volteé hacia ellos y me encontré con un Nathan totalmente vestido con sus propias prendas, y un Tristan que seguía con el vestuario de la sesión.
—Me tengo que ir, hasta luego.
Nathan no emitió más sonido y desapareció por la puerta sin esperar una respuesta.
—Y quedamos solo tú y yo.
No sabía como interpretar su comentario. Tristan era hetero, o al menos eso era lo que había dicho.
—¿Puedo verlas? —Se acercó a mí en un movimiento brusco y sintió mi incomodidad, pues bajó la intensidad del movimiento—. Las fotos.
Le enseñé las fotos sintiendo su aliento junto a mi oreja, haciendo que cada vello de mi cuerpo se levantara y tratando de disimular mi evidente nerviosismo. Unos minutos después de decirme que le habían encantado las fotos, comenzó a quitarse el pantaloncillo, protagonizando una escena que tenía toda mi atención.
—Se te van los ojos. —Rió ante su propio comentario y yo no pude hacer más que sonrojarme, incómodo.
A continuación, se volteó, quedando de espaldas a mí, revelando un culo asombroso y escultural, que estaba totalmente desnudo en toda su superficie menos en donde las ligas del jockstrap se sostenían.
—Así te evito la tentación.
—Sí... —comencé, aunque no estaba poniendo atención a nada más que a ese culo de escultura griega—. Claro...
Fue un momento. Tristan volteó la cara y me vio, captó mi mirada pegada a su culo y sonrió. Estaba seguro. Tal vez no estaba poniendo toda mi atención en su mirada pero juraría por cualquier cosa que lo estaba disfrutando.
Acto siguiente, se bajó el jockstrap muy lentamente, aunque debido a que me daba la espalda, no veía nada que no hubiera visto. Lo vi caminar hacia su mochila y sacar unos bóxers negros. Su culo se meneaba con cada paso, exponiendo la belleza y el erotismo de su cuerpo. No tardó en arruinar mi entretenimiento poniéndose la ropa interior. Después se volteó y lo vi acomodarse el paquete en esos ajustados bóxers que no hacían más que confirmar que no tenía nada que envidiarle a nadie.
Tristemente, el resto de la ropa fue cubriendo su cuerpo hasta que estaba completamente vestido. Entonces se acercó y me dio la mano. Su apretón era fuerte y decidido, pero me atrevo a decir que duró más de lo que debía. Su agarre estrecho no me dejaba escapar, y fue incómodo el sentir el contacto con él por tanto tiempo.
—Nos vemos.
Salió por la puerta y fue entonces cuando me di cuenta de que ese hombre me calentaba de tal manera que mi imaginación empezaría a andar pronto y sin censura.
ESTÁS LEYENDO
ENTRE HOMBRES Y DIOSES (+18)
RandomAdvertencia: Novela homoerótica (contenido +18 ocasional) Griffin consigue trabajo como fotógrafo de "Asmodeus", una revista gay extremadamente famosa, donde conocerá a un grupo de atractivos y lujuriosos modelos que le abrirán la puerta a una vida...