El hombre del bar (Griffin)

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Enero, 2022

—Sírveme otro, por favor. —Le regresé mi vaso al barman y esperé a que lo rellenara. Unos segundos después estaba sintiendo mi garganta quemarse por el alcohol que me estaba fondeando.

—Sea lo que sea que te hayan hecho, debió doler y mucho —dijo una voz a mi derecha.

—Me enamoré de quien no debía. —No di más explicaciones ni volteé a ver al hombre de mi derecha. No tenía ganas de hablar.

—El amor es un gran problema para hombres como nosotros. —Arrastraba sus palabras como si las estuviera pensando una por una.

—¿Qué te hicieron a ti? —Volteé. Un hombre de casi treinta me devolvía la mirada. Llevaba la barba recortada y el cabello castaño (sorprendentemente brillante) y rizado, aunque casi no se notaba porque lo traía corto. Tenía puesto un traje gris con una camisa blanca cuyos primeros botones estaban sin abrochar, dejando ver un poco de su pecho bronceado, donde reposaba un dije dorado que colgaba de una cadena del mismo color.

—Me enamoré cuando no debía. —Me sonrió apenado.

—Por los que tenemos mala suerte en el amor. —Levanté mi vaso para brindar y él hizo lo mismo.

—Mierda. —Al chocar los vasos, las bebidas se derramaron sobre su saco. Se lo quitó y lo examinó—. Tengo que limpiarlo. No quiero que se arruine, es el único que tengo. —El hombre se levantó de su silla y comenzó a tambalearse mientras caminaba hacia el baño.

—Te ayudo. —Me levanté y corrí hacia él para evitar que se cayera. Llegué justo a tiempo y lo sostuve de la cintura. Era extraño agarrar a un desconocido por la cintura, pero era la única forma de que no se cayera. Comprobé que era del mismo alto que yo, aunque un poco más ancho.

Caminamos juntos hacia el baño y entramos. La música del bar se escuchaba tenue y la iluminación era bastante pobre. No había nadie. El hombre comenzó a tallar su saco con agua, aunque lo hacía con cierta torpeza. Mientras tanto, yo estaba apoyado en una pared clavado en mis pensamientos, que estaban más revueltos que ordenados. No sé exactamente cuánto tiempo pasó, el hombre se rindió con su ropa y me hizo una seña para salir del lugar, pero justo en ese momento mis ojos enfocaron otra mancha en su camisa de vestir.

—Tienes otra mancha —dije entrecerrando los ojos para ver mejor—. Aaaaaaaquí. —Alargué la palabra mientras mi dedo alcanzaba a señalar el lugar exacto.

El hombre se quejó y regresó al lavamanos, donde recogía agua con sus manos unidas en forma de recipiente y la echaba sobre él mismo.

—Creo que lo estás haciendo todo mal —juzgué.

—¿Debería quitármela? —Me miró y torció la boca para darme a entender que no le gustaba la idea—. Pero estamos en un lugar público, no puedo quitarme la ropa.

—No hay nadie aquí —repuse.

—Tienes razón. —Se desabrochó la camisa y se la quitó enseñando un abdomen marcado y unos pectorales recubiertos de una fina capa de vellos castaños. Su piel bronceada brillaba con la tenue luz del baño.

—Wow —dijo mi boca con admiración antes de que mi cerebro reaccionara.

—¿Te gusta? —preguntó en broma, pero con cierto orgullo.

No respondí, solo lo miré hasta lograr una tensión pesada en el ambiente, con nada más que el sonido del agua corriendo. Pero entonces, ambos estallamos en risas de manera descontrolada.

—Apúrate para que podamos irnos —dije cuando dejé de reír.

—¿Adónde quieres que vayamos? —preguntó mientras tallaba su camisa.

ENTRE HOMBRES Y DIOSES (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora