¿Amistad? (Griffin)

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El taxi nos dejó en la entrada de mi pequeña casa. No era mía realmente, era de unos tíos que se habían mudado a otra ciudad por unos años y me la rentaron para tener donde vivir mientras estudiaba la universidad.

Nathan me siguió al atravesar el camino de piedras rodeado de jardín, hasta llegar a la puerta. Se me dificultó usar la llave, no sé si por el alcohol o por los nervios, pero cuando por fin lo logré, atravesamos el umbral y aparecimos en una sala de estar llena de sillones y sofás desgastados y que no combinaban entre ellos. No me detuve mucho en esa parte de la casa y me seguí por el pasillo con Nathan detrás, hasta llegar a la puerta de mi habitación, la única parte de la casa a la que le había dado mi toque. Entramos a un espacio de paredes blancas que no se apreciaban por la oscuridad. Caminé hacia la cama con sábanas azul marino que se posaba en el centro y la rodeé hasta llegar a la mesita de noche sobre la cual reposaba una lámpara que encendí y liberó una luz tenue que hacía que la habitación se viera de tonos azules.

—Perdón por el desorden —dije disculpándome aún cuando todo estaba en su lugar.

Nathan me ignoró. Se desabrochó el saco gris y lo dobló, después, lo asentó en el respaldo de una silla que estaba cerca de la puerta y entonces me volteó a ver.

—¿En dónde nos quedamos? —Caminó hacia mí hasta que estuve atrapado entre su cuerpo y el lateral de la cama.

Lo rodeé con mis brazos y lo miré a los ojos. Acerqué mi cara a la suya y lo besé con seguridad, pero sin prisa. Despegué mis labios y los pegué de nuevo a los de él. Poco a poco, el ambiente comenzó a calentarse hasta que sentí que mi cuerpo despertaba. Mis manos no estaban estáticas mientras nos besábamos, con ellas acariciaba la piel bronceada que se tensaba con los movimientos de sus marcados músculos.

Después de unos minutos, mi camisa había desaparecido y la piel desnuda de mi torso chocaba contra la de él, permitiéndome sentir los vellos que adornaban su pecho. Como si tuviéramos hambre, las manos de ambos se dirigieron a los pantalones del otro. Mis hábiles dedos no tardaron en liberar su cinturón y los botones de su pantalón de traje, dejándolo caer al suelo con el sonido tintiniante del metal al chocar contra las baldosas. Sus dedos, un poco más torpes, tardaron en desabrochar mis jeans, que igualmente cayeron al suelo. Ahora sus piernas velludas acariciaban las mías mientras nos retorcíamos al besarnos. Únicamente los bóxers ajustados de ambos nos impedían una completa conexión.

Mis manos, seguras y confiadas, acariciaron sus piernas subiendo poco a poco hasta la parte cubierta por la delgada y fina tela, sentí la curva de sus glúteos y no pude resistirme a extender mi tacto por ellos. Alguien gemía, no sé si él o yo, o tal vez los dos. Sus manos no se quedaron atrás. Acariciaban mi culo y poco a poco fueron moviéndose hacia mi miembro. Lo imité hasta sentir una erección voluminosa en su parte delantera.

La delgada tela de color azul oscuro no hacía un buen trabajo escondiendo lo que Nathan tenía, que no se quedaba corto. Sin pensarlo dos veces, tomé la cinturilla de sus bóxers y se los bajé con fuerza, liberando su pene macizo. Antes de que pudiera hacer más nada, Nathan hizo lo mismo conmigo. Nos miramos a los ojos y regresamos a los besos, solo que ahora sentía su miembro chocar contra el mío. El hombre comenzó a mover las caderas para que el choque entre nuestros penes fuera mayor y más excitante. Su miembro se sentía pesado y duro contra el mío, que era más largo que grueso.

No tardé en estar acostado en la cama viendo a Nathan, quien estaba parado junto a mí, masturbándose y observándome fijamente. Desde abajo, su abdomen y pectorales se veían más marcados que antes. Como si me leyera el pensamiento, se acercó y se acostó junto a mí. Me empezó a acariciar el pene y luego, con más firmeza, lo masturbaba. Yo lo miré y entre gemidos y muecas, lo besé.

ENTRE HOMBRES Y DIOSES (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora