El Quarterback: Parte 2 (Griffin)

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Octubre, 2021

Caminamos con paso decidido hasta el último cubículo, donde el quarterback había desaparecido, y al llegar, lo vimos parado con la mirada hacia nosotros. La puerta estaba abierta y el hombre no se movía. Tenía que admitir que sus movimientos eran inquietantes, casi mecánicos.

Sin que hayamos dicho nada, se desabotonó los jeans y se sacó el miembro de nuevo. Esta vez comenzó a masturbarse hasta que alcanzó la erección total. Derek no lo pensó dos veces y se arrodilló frente a él, tomando el pene erecto entre sus manos y haciendo contacto visual con el extraño, quien asintió para darle su aprobación. Mi novio no tardó en meterse ese pedazo de carne a la boca y comenzar a hacer movimientos exagerados que parecían no tener efecto en el hombre que no se movía ni gemía. Éste me miró y me hizo una seña con su mano enguantada para acercarme, cosa que funcionó porque a los dos segundos yo estaba arrodillado junto a mi novio, compartiendo un pene con él.

Mi lengua acariciaba la piel del hombre, haciéndolo retorcerse con cierta resistencia, como si se rehusara a disfrutar. De vez en cuando mi boca chocaba con la de mi novio, fundiéndonos en besos profundos y húmedos, a lo que el hombre trataba de meterse, empujando su miembro entre nuestras bocas, cosa que aceptábamos con gusto. Ambos estábamos tan calientes que cuando sorprendíamos al otro con los ojos abiertos, era imposible no reírse de lo surreal que resultaba la situación.

Por varios minutos seguimos haciéndole sexo oral al extraño, y yo era consciente de que el ruido que hacíamos era llamativo. De vez en cuando algunos ojos curiosos asomaban a nuestro cubículo y disfrutaban del espectáculo, lo que, sorpresivamente, no me molestaba, sino que me excitaba más.

—Cógeme. —gimió Derek.

Primero creí que se lo decía al quarterback, pero luego entendí que sus palabras eran para mí. Con cierto entumecimiento de piernas, me levanté y obligué a Derek a hacer lo mismo, quien se rehusaba a dejar de disfrutar el miembro del otro hombre. Ya que logré parar a mi novio, lo abracé por atrás, permitiéndole sentir mi erección contra su culo, al mismo tiempo que mis manos lo rodeaban por la espalda y acariciaban su abdomen. Estas bajaron hasta sus jeans y luego exploraron el bolsillo hasta sacar un condón. Después le desabotoné la ropa con facilidad y con un tirón, le bajé sus jeans hasta sus tobillos, a lo que él reaccionó con un jadeo. Mi novio no tenía ropa interior, así que su culo desnudo chocaba con mi erección, únicamente contenida por mi ropa.

El hombre nos miraba fijamente, esperando nuestro siguiente movimiento. Sin dudarlo, hice presión en la espalda de mi novio para que se inclinara de tal manera que su culo quedara expuesto hacia mí mientras que su cabeza estaba a la altura del pene del extraño. Él, obedientemente, se puso en posición y siguió con la mamada al otro hombre. Su culo, vulnerable ante mí, era deseable y excitante. No tardé en arrodillarme para hundir mi cara en él. Mis manos paseaban por sus nalgas, dando golpes con la palma extendida, a lo que él respondía con gemidos y suspiros ahogados por el pene que le ocupaba la boca. Mi lengua recorría y humedecía su entrada como solo yo sabía hacer. En círculos y luego ejerciendo presión, poco a poco, su cuerpo cedió y lo sentí más dilatado que nunca, por lo que mis dedos resbalaron hasta encontrarse en su interior, arrancándole un gemido de satisfacción.

Si soy bueno con la lengua, me atrevo a decir, que soy mejor con los dedos, y el aumento de los gemidos me lo confirmó. Recorría su interior, tocando y presionando puntos estratégicos que yo sabía que lo llevarían al éxtasis. Mis dedos no eran rápidos ni apurados, sino que la mezcla de movimientos coordinados le permitía sentir cada contacto de mí mano con su interior.

Cuando sentía que podía entrar cualquier cosa, saqué los dedos y me bajé los jeans y los bóxers, liberando mi erección. Abrí el condón con cierta torpeza, me lo puse y froté mi erección contra su entrada. Mi novio se revolvía y retorcía, comunicándome cuánto me necesitaba penetrando sus entrañas. No lo hice esperar más y después de una considerable cantidad de saliva, comencé a penetrarlo mientras mis manos sostenían sus caderas con firmeza. Mi pene no tuvo problemas para entrar por completo. A pesar de la longitud, sabía que Derek podía aguantar cosas más grandes. Mis caderas desnudas se movían como con vida propia, empujando y retrayendo, metiendo y sacando, a un ritmo que sabía que volvía loco a mi hombre. La sacaba lentamente y la metía con firmeza y hasta el fondo, empujando a Derek, quien tuvo que aferrarse a las caderas del otro hombre para no perder el equilibrio. Su boca seguía ocupada lamiendo el pene del hombre, pero ya se le dificultaba debido a que estaba gimiendo.

ENTRE HOMBRES Y DIOSES (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora