¿Quién eres? (Lucas)

162 7 1
                                    

Los cabellos dorados despeinados, los bíceps hinchados que amenazaban con romper las mangas de la playera negra, esas piernas torneadas que no era difícil imaginarse desnudas. Era él. Indudablemente, el hombre que bailaba en la mesa de ese descuidado bar era Tristan Murdock. Y mi primer pensamiento fue que tal vez la tarea que mi madre me había puesto no sería tan tortuosa como había asumido, de hecho, viendo los abdominales de acero que ese hombre exhibía cada vez que se levantaba la playera, sería un placer.

Me acerqué al cúmulo de gente con paso seguro, dispuesto a acercarme a Tristan poco a poco. Unos cuantos hombres me trataron de detener para platicar, pero los ignoré y seguí mi camino. Estaba a unos cuantos metros cuando, para mi sorpresa, vi a Tristan y a un hombre de cabellos rizados besarse apasionadamente en los labios. Sus manos recorrían el cuerpo ajeno con pasión y confianza. Ése no era un beso casual con un extraño, se conocían. Entonces Tristan tenía novio.

Mi confusión fue tal que retrocedí hasta sentarme en un pequeño taburete que estaba arrinconado en la oscuridad. No era que me decepcionara que había perdido mi oportunidad de seducirlo, de hecho, nunca la tuve; sino que ahora sabía que la tarea que mi madre me había encomendado sería imposible. Tristan no se mudaría de Nueva Siena si tenía un novio viviendo aquí.

—¿Por qué tan solo? —Un hombre grande y velludo me extendió la mano. Tenía el pelo rojo y una playera gris que se pegaba a sus prominentes pectorales—. Soy Logan, el dueño. ¿Primera vez visitándonos?

—Sí, no soy de por aquí.

—Bueno, siempre nos encanta atender extranjeros.

Me dedicó una sonrisa y me guiñó el ojo. Le devolví la sonrisa, pero no le di la mano. En vez de eso, me paré, le di una palmada en la espalda y caminé hacia la salida. Estuve parado fumando por unos minutos mientras pensaba en mi siguiente paso. La realidad es que había terminado en ese bar buscando diversión, pero ahora que había visto a Tristan, no podía simplemente ignorarlo.

Los hombres usaban la parte delantera como zona de fumadores, pero no tardé en notar que los laterales del lugar eran la zona designada para cruising. Algunos se iban un poco hacia el bosque y cogían entre los árboles, otros lo hacían en los rincones oscuros que se formaban detrás de los basureros y junto al bar, pero incluso había a quien no le interesaba que lo vieran y lo hacía en plena vista, justo en medio de aquel terreno desnudo. Un hombre varios años mayor que yo caminó en mi dirección y se agarró el bulto mientras me miraba fijamente, pero me ignoró cuando le enseñé el cigarro que reposaba entre mis dedos. Luego otro y luego otro.

—Son molestos, ¿cierto?

Volteé para encontrarme con el que asumí que era el novio de Tristan.

—Sí. —Forcé una risa incómoda para no sonar tan cortante.

El hombre era realmente guapo. Unos rizos negros combinados con sus ojos azules y su piel blanca que se pegaba a los huesos de su cara con cierta tensión, como si estos fueran demasiado afilados.

—Soy Griffin. —Me extendió la mano y la tomé.

—Soy Lucas.

—No eres de por aquí, ¿cierto?

—¿Qué me delata? —Reí, pero esta vez fue genuino.

—Tienes un acento.

—¿Un acento? —Esta vez mi tono fue un poco más alto de lo normal. No esperaba esa respuesta.

—Un acento. —Sonrió orgulloso—. ¿Te puedo invitar a tomar algo? Eres muy guapo —dijo sin perder la sonrisa.

—¿Y tu novio?

—¿Tristan? No es mi novio. —Rió—. Somos amigos.

—Entonces, ¿no hay nada entre ustedes? Los vi besarse.

Griffin metió las manos en los bolsillos y tensó los hombros hacia arriba mientras miraba el suelo.

—Fue todo un show, ¿cierto? —Me miró y su piel ahora era roja—. Es muy guapo, y tenemos muy buena química, pero no podríamos ser nada más que amigos. Él no tiene las cosas muy claras.

—De acuerdo. Entonces te dejaré invitarme un trago.

A los pocos minutos estábamos sentados en la barra platicando de nuestras vidas. Él me contó que era fotógrafo en Asmodeus Nueva Siena y yo decidí omitir el hecho de que me apellidaba Quinn y que mi madre era su jefa. La mayoría del tiempo estuvimos riendo y no fue hasta que las carcajadas se apagaron que él dijo:

—¿Me invitas un cigarro?

—Claro, vamos afuera.

Regresamos al lugar donde nos habíamos encontrado unos minutos antes y le extendí mi caja de cigarros abierta para que tomara uno.

—No fumo —respondió.

—Entonces, ¿para qué...? —dije sin entender.

Griffin dio unos cuantos pasos largos y terminó parado a tan solo unos centímetros de mí. Era ligeramente más alto que yo.

—Aunque tampoco me molesta el sabor a cigarro... —Y me dedicó otra de sus sonrisas coquetas. Sus ojos le brillaban y no podía decir si era por felicidad o por el alcohol.

—¿No? —pregunté acercándome un poco a él.

—Ni un poco —respondió desafiante.

—Entonces bésame —Estaba retándolo.

Y estuve equivocado si en algún momento creí que no lo haría, porque unos momentos después, su cuerpo empujaba el mío contra la pared lateral del bar mientras que sus labios luchaban contra los míos por obtener el control. Su lengua penetraba mi boca y acariciaba la mía con el ritmo de un buen besador. No tardé en imitarlo y pronto extendí mis manos por su espalda. Nos separamos cuando nos faltó el aire y nos quedamos mirando al otro por unos segundos, luego estallamos en carcajadas.

Cuando nos tranquilizamos, Griffin hizo amago de acercarse de nuevo, pero alguien que gritaba su nombre lo interrumpió.

—¡Griffin!

—¿Tristan? —Griffin se veía desorientado—. Lucas, perdón. Tengo que irme.

—Ve. —Le sonreí.

Griffin desapareció en la esquina del local y escuché que intercambiaba palabras con otro hombre, asumí que se trataría de Tristan. Su voz sonaba a que se había pasado con los tragos, y ver a ambos caminar hacia la carretera me confirmó que ya se iban.

—¡Griffin, espera!

El grito salió de mi garganta sin haberlo deseado. Ambos hombre voltearon en mi dirección, y mientras que a Griffin se le iluminaron los ojos, Tristan se veía muy confundido.

—¿Quién es él? —Escuché mientras me acercaba a ellos.

—Sh.

—¿Quieres que los lleve? Solo tengo que llamar al chófer.

—¿Chófer? ¡¿Quién eres?! —Griffin me preguntó riendo.

Ignoré su pregunta y desbloqueé mi celular para avisarle al chófer que ya podía pasar a recogerme.

—Es Lucas Quinn. —Tristan me miraba con los ojos entrecerrados—. El hijo de Eva Quinn.

Y vi los ojos de Griffin abrirse de par en par mientras que el chófer me respondía que estaba en camino.

ENTRE HOMBRES Y DIOSES (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora