Encuentro casual (Marcus)

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Las calles oscuras estaban tan silenciosas que se hubiera podido escuchar el tintineo de un alfiler chocando contra el suelo. Seguí caminando con paso rápido mientras me fijaba de estar siguiendo bien la ubicación. Maldije al creador del GPS por no haberlo creado con mayor eficacia, pues la ubicación había tardado en actualizarse y le había pedido al taxista que me dejara unas cuadras antes de donde debía. No fue hasta que me bajé, que se actualizó y vi que tendría que caminar varios metros por aquellas calles desoladas.

Por suerte llevaba ropa deportiva porque si no, ya hubiera comenzado a sudar. Unos shorts cortos y una playera sin mangas eran lo único que llevaba puesto. Llegué al edificio que coincidía con la dirección y levanté la vista para ver hasta dónde llegaba. Confirmé que eran cinco pisos por las ventanas antiguas que se observaban acomodadas de forma simétrica, estas coronaban unas paredes rugosas y desgastadas que presumían de un amarillo sucio que parecía llevar muchos años allá. Toqué el timbre del antiguo interfon y el portón se abrió después de un chirrido. Entré a un vestíbulo sombrío que no tenía nada más que un candelabro con focos amarillos que caía desde una cadena que atravesaba los cinco pisos. Subí las escaleras bordeando aquella cadena, hasta llegar al tercer piso, donde un pasillo con una alfombra roja se extendía ante mí. Caminé hasta el fondo, donde había una ventana con una roída cortina blanca. Asomé y vi las calles que antes había recorrido. Toqué la puerta del departamento 3A y esperé.

Dos minutos después, la puerta se abrió y reveló a un hombre de grandes ojos verdes y mandíbula marcada. Se veía joven y atlético. Éste no traía nada más que una toalla alrededor de su cintura y presumía de unos abdominales para morir. Su cabello era negro y estaba mojado.

—Perdón, me estaba bañando. —Me extendió la mano—. Soy Connor. Pasa.

Le di la mano y lo sentí jalarme al interior se su hogar. Las paredes eran del mismo amarillo que el edificio, pero limpias. El departamento estaba lleno de cosas, una bicicleta de un lado, sillas y sillones de otro, mesas y muebles de madera decoraban el lugar y le daban un aspecto rústico y acogedor. Lo seguí por un pequeño y estrecho pasillo hasta una habitación que se veía menos revuelta. Una cama king size con sábanas blancas y verde oscuro se encontraba perfectamente tendida y ordenada, a excepción de una playera polo y una gorra que estaban tiradas arrugadas encima. Estas tenían una leyenda que decía "APOLO'S".

Connor las quitó y las asentó sobre el escritorio, después se sentó a los pies de la cama y se quedó observándome.

—No me has dicho tu nombre.

—Marcus.

Le extendí la mano como él había hecho antes, pero me tomó del antebrazo y me jaló hacia él.

—¿Nos vamos a divertir, Marcus? —susurró en mi oído.

Asentí y lo sentí hacer presión en mis hombros para empujarme hacia abajo. Terminé arrodillado frente a él, quien me veía con ojos lujuriosos y hambrientos. Se abrió la toalla y liberó un pene palpitante de unos varios centímetros. No tuvo que pedirme nada, lo tomé entre mis manos y en cuestión de segundos, estaba metiéndolo y sacándolo de mi boca con tanta emoción que parecía que no se la hubiera chupado a nadie en un mes, cuando la última vez que lo había hecho había sido el día anterior.

Desde que Nathan me había dejado, había decidido quedarme en Nueva Siena porque no tenía ganas de enfrentar a Grayson. Le había dicho que lo nuestro debía terminar y que yo intentaría recuperar a Nathan, lo cual no pasó. Para bien o para mal, había descargado más de una app de citas y podría decirse que era bastante popular. Así es como había conocido a Connor por la mañana, y me había invitado a coger por la noche.

Mi trabajo fue recompensado con gemidos ahogados, como si tratara de retenerlos, lo que me excitaba más. Usé mis manos para jugar con sus bolas mientras saboreaba cada centímetro de su masculinidad, que pronto comenzó a sacar líquido preseminal, confesándome que hacía un buen trabajo. Sus manos se enrollaban en mis cabellos oscuros y trataban de llevar el ritmo, pero era yo quien lo hacía en realidad.

ENTRE HOMBRES Y DIOSES (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora