La realidad

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Al día siguiente Hope y yo por alguna razón no nos sentíamos muy bien — debimos coger frío por la noche —, fuimos a la enfermería, nos dijeron que teníamos fiebre alta y que deberíamos reposar por algunas horas. Así que nos fuimos a la habitación a coger algo de ropa cómoda.

Nos quedamos en una sala donde afortunadamente no había nadie más, nos pusimos en camas separadas y nos trajeron algo de comer para después poder tomar las pastillas, — pero como era de esperarse la comida de la enfermería estaba horrible — y ambas tuvimos que hacer un gran esfuerzo por tragárnosla.

Le conté a Hope todo lo que pasó en las canchas de baloncesto el día anterior y ella realmente estaba impresionada y no dejaba de comentar todo y de preguntarme cosas que ni yo sabía cómo responder y cuando terminé de explicarle como fue ella me dijo;

— No se si eres consciente de cómo me lo estas contando, pero la impresión que me estás dando es de que Alec te gusta — tardé un momento en procesar todo un poco y entonces me incorporé y la miré con incredulidad mientras ella sonreía con picardía.

— ¿Pero te estás oyendo?, es imposible que me guste un tipo tan arrogante como él y por si no lo has tenido en cuenta es un profesor, yo una alumna cualquiera.

— Vamos a ver Adara, — ella juntó las palmas de sus manos y cerró los ojos — te brillan los ojos cuando hablas de él y se te ilumina la cara, sonríes cuando dices su nombre y pondría la mano en el fuego porque que le pidieras que te ayudará con las matemáticas no fue la única razón por lo que lo hiciste, ¿y aun así me dices que no te gusta?, cuéntale eso a otra. — ¿de verdad actuaba así, estaba sintiendo algo por él? Podía ser. — ¡No lo has negado! — dijo ella rápidamente, me quedé en blanco pero fui rápida en responder.

— ¡No me has dado tiempo a hacerlo! — me quejé.

— Dime al menos dime que te atrae.

— Sí, vale, pero eso no significa que me guste. — ella sonrió y me dió la espalda.

Podría llegar a darme cuenta de que sí me gustaba, al menos un poco y siendo sincera se sentía bien poder admitirlo, aunque al mismo tiempo me entristecía la idea de que él no me viera de la misma manera que yo le veo.

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No volvimos a hablar del tema y al cabo de una hora una de las enfermeras entró y nos dió el alta — aunque para ese entonces ya habían terminado las clases —.

No todo lo que brilla es oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora