Habían pasado tres días desde que me había ido y la Navidad había llegado a las puertas de todos. Me puse el vestido rojo que había elegido ponerme para ese día, era largo hasta los tobillos con la espalda al descubierto, tenía algo de escote y una raja en la pierna y se ceñía perfectamente a la figura de mi cuerpo.
Vino toda mi familia a casa y celebramos hasta que mis pies empezaban a doler por los tacones que había llevado, pero había merecido la pena por la cantidad de risas que nos habíamos echado esa noche.
Llamé a mis amigos para desearles feliz Navidad y ellos me llamaban a mí, por eso cuando recibí una llamada no me sorprendí. Subí a mi habitación para no molestar al resto y contesté.
— ¿Hola?
— ¿Adara? — resoplé al escuchar su voz de nuevo, me separé del teléfono unos centímetros con la intención de colgar — me haces falta — escuché y volví a ser toda oídos. — he sido un capullo, lo siento — se notaba que estaba borracho por la forma en la que hablaba.
— Alec no sabes lo que dices, ¿dónde está Dylan? Vete con él.
— No quiero, te quiero a tí. — mi corazón empezó a latir más fuerte.
— ¿Has bebido? — no me contestó — Ahora no sabes lo que dices, es ma-
— Es que no lo entiendes, eres la cosa que más clara he tenido en mucho tiempo y lo estoy jodiendo todo. — me interrumpió, oía ruido de fondo, lo más probable era que estuviese en un bar y que se hubiera cegado de alcohol. — por favor, no te vayas, no puedo perderte. — ¿estaba llorando? Hubo silencio a través de la línea.
— Entonces no me dejes ir, Alec. — nunca fui de dar segundas oportunidades, pero si se trataba de él la cosa cambiaba.
— No lo haré. Feliz Navidad Adara.
— Feliz Navidad Alec. — y colgué.
No sabía que pensar, debía de ser cierto que aprecias más las cosas que tenías hasta que las perdías.
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No todo lo que brilla es oro
RomanceSabía que no estaba bien, sabía que me iba a hacer daño pero no podía evitarlo... Él era mi condena y yo era su sentencia. Las reglas siempre habían estado impuestas pero tenia que haber alguien que las quebrantara. Sabia que el podía llenar mi...