Me haré cargo esta vez

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Seguimos nuestra ruta y yo estaba con la idea de que íbamos a regresar al campus de la universidad, pero se saltó esa salida.

— ¿No vamos a volver ahora? — pregunté.

— ¿Quieres volver ya? — negué al instante con la cabeza. — Todavía tengo más cosas preparadas para la tarde — dijo sin mirarme.

Le miré feliz mientras imaginaba los distintos sitios a los que podríamos ir.

Tardamos bastante en llegar a nuestros destino, el cielo ya se estaba tornando de colores más rojizos, empecé a cerrar mis ojos sin poder aguantar mucho más despierta, pero tomamos un desvío y unos minutos más tarde, estábamos entrando en una llanura al borde de un acantilado que daba justo al mar.

Salimos y el viento nos dió de llano.

— Toma, ponte esto — sacó una chaqueta del coche y me la puso por los hombros.

— Gracias. — Me acerqué al borde y me asomé hasta ver como las olas rompían con las rocas y volví junto a él, las vistas eran preciosas y desde donde yo venía no podía verlas.

Nos sentamos en el capó del coche y no dejamos espacio entre nosotros para no perder el calor de nuestro cuerpo. Mis dientes empezaron a castañear y mi piel se puso de gallina.

— Entra dentro, vas a coger frío — no iba a hacerle caso, había venido aquí para estar con él. Me crucé de brazos y me quedé junto a él, me miró con una ceja levantada y me sonrió — Eres como una niña pequeña, ¿lo sabías? — me puso un brazo alrededor de la cintura, tiró de mí y me besó la frente.

— Tu también vas a coger frío si no entras — le miré con una media sonrisa, me cogió de la mano y entramos por la parte de los asientos de atrás.

— ¿Ya estás contenta? — asentí divertida.

Empezó a hacer una guerra de cosquillas hasta que yo acabé tumbada en los asientos y él a centímetros de mí, las risas fueron disminuyendo, pasó su dedo pulgar por mi mejilla y arrastró un mechón de mi pelo detrás de la oreja y ahora sus ojos en vez de estar en los míos estaban en mis labios. Se fue inclinando con cautela hacia mis labios, esta vez iba más despacio que las anteriores veces.

Primero los acarició con los suyos y segundos después ya estaba sobre ellos.

— Lo siento — susurró cuando se separó de mí. Mordí mi labio y me incorporé para llegar a donde estaba él, le tomé de la barbilla y la giré suavemente para que pudiera verme. Despacio, fui acercándome a él y presioné con delicadeza mis labios, él me siguió el ritmo y me tomó de la cintura mientras volvíamos a recostarnos donde estábamos antes. — No quiero joderla esta vez Adara — susurró, le tomé de la mejilla y la acaricié.

— Entonces yo marcaré el ritmo.

Volvimos a fusionarnos en un beso con paso lento. Enrosque mi pierna alrededor de su cintura y él se dejó caer encima mío — y había que decir que era realmente pesado —. Llevé una de sus manos al final de mi camiseta y él por inercia la escurrió por dentro de la tela. Hundí mi vientre al sentir su mano fría recorrer mi piel.

— ¿Quieres que pare? — preguntó indeciso y yo le sonreí.

— No, sigue, por favor. — no se lo pensó dos veces, me quitó lo que llevaba puesto al igual que hice yo con él y nos volvimos a sumergir en el placer.

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Desperté en el coche de Alec sin nada más que una manta puesta para cubrir mi cuerpo y unos brazos rodeándome de la cintura para abajo. Los cristales seguían empañados por lo que anteriormente había pasado y no pude evitar recordar todo lo que había ocurrido sin sonrojarme.

Me quedé mirando ese rostro que ahora estaba dormido, me puse boca abajo y me apoyé en su pecho y dí suaves caricias por el pecho.

— Buenos días pelirroja — susurró con voz ronca, levanté la vista y le besé. — ¿Qué hora es? — me estiré para alcanzar mi bolso que estaba en el asiento de delante, pero durante el proceso de alcanzarlo la manta se deslizó dejando mi cuerpo al descubierto. Él gruñó — Quiero despertarme así todos los días — me reí por su comentario y saqué mi teléfono.

— Van a ser las ocho dentro de poco — dije volviendo a recostarme en él.

— Y las clases empiezan en media hora ¿verdad? — asentí, no habíamos previsto lo que pasó ayer y no calculamos bien el tiempo. — ¿Qué quieres hacer hoy? — le miré sorprendida y miré hacia fuera.

— Vamos a dar un paseo — señalé hacia lo poco que se veía de la playa de abajo del acantilado y el miró en esa dirección.

— Pero abrígate — me besó la punta de la nariz y nos vestimos.

Fuimos con el coche hasta aquella zona que queríamos explorar y con los pies descalzos echamos a andar por la arena fría. Hicimos tonterías sin parar y nos echamos unas risas, pero había que volver.

— Gracias — susurré cuando ya estábamos subidos y de camino al campus.

— Por qué

— Por todo lo de ayer — nos miramos y sonreímos.

— No tienes nada que agradecer, fui un capullo, es lo mínimo que podía hacer.

Deslizó su mano hasta atrapar la mía y así recorrimos todo el camino de vuelta.

— Su parada señorita — dijo cuando había aparcado ya el coche enfrente de la residencia. Fui a salir pero él me agarró del brazo y me detuvo. — ¿No te despides? — me acerqué a él y le besé. — Adiós pelirroja.

— Adiós — me despedí.

Alec me esperó a que yo hubiera llegado a la entrada del edificio para irse, y cuando me encaminé a mi habitación, llegué con una sonrisa.

No todo lo que brilla es oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora