Por fin de vuelta

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Abracé a mis padres en cuanto los ví tan fuertemente como pude y ellos respondieron con la misma intensidad. Echaba de menos esta sensación de calidez.

Fuimos a una cafetería del aeropuerto y tomamos algo ligero para ponernos al día.

— ¿Qué tal con las amigas? — me preguntó mi madre.

— Todas muy bien. — no tenía nada más que decir.

— ¿Y las clases?

— Bien también, muy entretenidas — dije sin querer recordar nada.

— Me alegro — intervino mi padre.

Seguimos en silencio el resto del tiempo, por lo general ellos no eran muy habladores, pero compensaba todo eso que no podía decir cuando estaba fuera.

Nos montamos en el coche y esperé impaciente a llegar a mi destino. Miraba por la ventana viendo lo distinto que era este sitio con el lugar del que venía, allí las carreteras eran blancas por la nieve y aquí sin embargo no había rastro de ella.

Mi móvil vibró con un mensaje de una persona que no tenía guardado pero no me fue difícil averiguar de quién se trataba.

ALEC: dónde estás — era una pregunta directa que no iba a responder.

Apagué el teléfono y lo aparté, todo iba a cambiar para bien y para ello no le necesitaba a él.

Llegamos a casa y mientras yo deshacía la maleta, ellos ponían la mesa para cenar. Bajé con el pijama puesto y cenamos en tiempo récord, pero cuando mi padre se subió a su habitación y mi madre y yo nos quedamos solas, aprovechamos ese tiempo.

— ¿Hay algo que me quieras contar? — me preguntó ella mirándome con  esa ternura con la que todas las madres miran a sus hijos, — puedes decirmelo — ese sexto sentido que también tenía todas ellas para saber cuando ocurría algo, me fascinaba.

— No es nada, entendí mal el significado de un gesto de una persona — ella asintió seria, como si supiera de qué estaba hablando.

— ¿Y lo has hablado con esa persona? — preguntó y asentí mirándola.

— No acabó bien. — ella sonrió y se acercó.

— Te gusta ¿verdad? — moví la cabeza de arriba a abajo estando de acuerdo con lo que decía. — No te comas la cabeza, si no eres tu misma cuando estás con él, entonces déjalo ir, lo que tiene que volver, volverá a su tiempo, pero hay veces que estamos hechos para conocer personas y no para estar con ellas.

— Pero es que a pesar de lo que ha pasado, él me hace feliz y los sentimientos que tengo por él no pueden cambiar de la noche a la mañana — dije con la voz entrecortada. Ella se acercó a mí y me pasó su mano por mi mejilla suavemente.

— Entonces no ha sido un error encontrarte con él — la miré con sorpresa, me esperaba todo tipo de frases menos esa. — Solo deja que fluyan las cosas y que pase lo que tenga que pasar — le di un abrazo y ella me arropo en los suyos, — pero hagas lo que hagas estará bien.

Asentí con la cara hundida en su hombro, si ella supiera de quién estaba hablando lo más probable era que cambiase de opinión radicalmente.

Fui a mi cama y me tumbé en ella mirando al techo, no sabía qué pensar, pero quería hacer desaparecer ese sentimiento

No todo lo que brilla es oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora