No pares

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Miré hacia arriba para intentar acallar mis jadeos, pero teniendo a Alec encima mío y al mismo tiempo notando el gran bulto que le sobresalía de los pantalones entre las piernas — y no acababa de entender como no estallaba la cremallera —, me hacía perder la cordura que me quedaba.

Se separó rápidamente de mí y de un momento a otro, los dos estábamos en ropa interior. Me miró como si fuera él un depredador y yo la presa que más le gustaba.

Me sujetaba por la cintura con una mano e iba marcando un camino con sus besos a lo largo de mi cuerpo. Subía y se quedaba más tiempo entre mis pechos. Pero cuando nuestros labios se volvieron a encontrar, él me envolvió con su boca y si tenía que tener algo claro, era que él no iría a dejarlos en un tiempo.

Pasó su mano entremedias de mis piernas y sonrió.

— Estás empapada pelirroja — dijo con un gruñido.

El calor recorrió todo mi cuerpo y quería más de él, necesitaba más de su cuerpo. Nuestros labios nos empezaban a doler de la fuerza que ejercíamos en cada movimiento, pero no nos detuvimos, al contrario, él los mordía y disfrutaba de ello y yo mientras, me volvía más adicta a su tacto.

Le dí una vuelta al partido de forma que ahora él estaba contra la pared, arrastré ambas manos por su vientre hasta llegar al vértice del bóxer.

— Me toca — esta vez yo tomé el control de la situación.

Me encantaban estas nuevas sensaciones que estaba experimentando y todas ellas cada vez aumentaban más, tenía ganas de experimentar y saber cuál era mi límite.

Le besé un par de veces en los labios y fui hacia a abajo, le dejé un pequeño rastro de marcas en el cuello — pero no se apreciaba tanto como a mí me gustaría — llegué por fin a su pecho y disminuí la velocidad, quería disfrutarlo.

Por reflejo froté mis caderas con las suyas y él se irguió inmediatamente para volver ser el dominante del momento, pero no se lo permití.

— Te he dicho que me toca a mí — dije mientras le volvía a apoyar y seguí con lo que había dejado a medias.

Masajeé ese empalme que se escondía debajo de esa tela, me puse de cuclillas y lo recibí erecto, me quedé admirando esa longitud mientras imaginaba gran cantidad de cosas indecentes para hacer con él.

Empecé con movimientos lentos y de vez en cuando veía a Alec poner la cabeza hacia arriba hasta que en una de esas me cogió de la parte de atrás del pelo y tiró con fuerza hacia él para llevar el ritmo.

Solté un pequeño chillido cuando todo estaba en mi garganta, era difícil respirar y ahora Alec me marcaba el ritmo mientras me embestía mucho más rápido mientras un montón de  sonidos lascivos que nunca creí que fuera a escuchar, salían de mí.

— Eso es — dijo entre jadeos hasta que puso los ojos en blanco e inmediatamente se separó de mí mientras llegaba al éxtasis. — Buena chica. — aún estaba aturdida cuando me besó, pero eso me había encantado. 

— Esto está lejos de acabar pelirroja. — me aseguró.

De alguna forma — no sabía cual — acabó arrancando mi ropa interior dejando expuesta mi piel, yo por acto reflejo cubrí mi cuerpo, él se separó unos pocos centímetros para observarme.

— No te escondas. De mí no. — besó mis labios con suavidad y se volvió a separar — eres jodidamente perfecta Adara.

Me giró y ahora mi cuerpo ahora tocaban ese frío mármol mientras él se posicionaba detrás mío. 

De su pantalón, ahora tirado en el suelo, sacó un preservativo, se lo colocó y presionó su órgano viril en mi entrada.

— Se gent- — no me dio tiempo a terminar la frase, él ya estaba dentro de mí sin previo aviso. Solté un quejido que retumbó por todo el baño, sus movimientos eran bruscos y determinados y tenía la sensación de que me fuera a romper por dentro.

— E-esp-pera, Alec m-más despacio — gemí — ¡D-duele! — besó mi cuello y sonrió.

— Relájate, solo será al principio. — eché la cabeza hacia atrás, — Pero no esperes caminar en mucho tiempo pelirroja, voy a follarte hasta que no te puedas correr más. — gimotee aún más fuerte cuando me dio una nalgada sonora en mi parte de atrás.

— Entonces no te detengas — supliqué.

Sus estocadas aumentaron el ritmo y su largura se hizo más gruesa dentro de mí, yo estaba llegando ya a mi límite. Esta era la forma más rápida de llegar a tocar el cielo.

— Repítelo — dijo.  Ya sabía a qué se refería.

— Só-lo tú — dije entrecortadamente y recibí otro azote con aprobación acompañado con un gruñido de Alec.

Lo peor era que tenía razón, sólo él era capaz de hacerme sentir así.

— Que no se te olvide pelirroja — me ladeó el cuello y me volvió a besar con fiereza.

— Y-ya estoy cas-si — no me pude reprimir demasiado, apreté mis piernas mientras soltaba lo que había estado reteniendo al igual que Alec, solo que este lo sacó con rapidez.

Ambos estábamos respirando entrecortadamente, nos volvimos a fusionar en un beso, mis piernas temblaban y todo mi cuerpo me dolía, pero no me importaba, ahora le tenía a él.

— Lo has hecho bien. — dijo por último con satisfacción.

Salimos de una de las cabinas del baño, Alec aún seguía empalmado y yo andaba incómoda, me dolía todo el cuerpo y me planteé la posibilidad de quedarme ahí encerrada — algo a que a Alec le daba satisfacción —, nos limpiamos y nos dirigimos hacia arriba de nuevo.

No todo lo que brilla es oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora