No puedo comprenderte

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Adara

Después de esa declaración de Alec, me sentí como la peor persona sobre la faz de la Tierra, estaba empeñada en que la que tenía razón era yo, pero escuchar la realidad me había dolido más de lo que creí, a pesar de que yo ya sabía lo que pasaría.

Esa tarde Hope tenía hora libre en la piscina, yo — que no tenía nada mejor que hacer — me uní a ella, pero esta vez no nos acercamos a Dylan y él tampoco lo hizo, estaba hablando por teléfono y no nos prestaba mucha atención.

— Ya me he enterado de lo de Max, ¿pasó algo de lo que yo me deba enterar? — ella elevó las dos cejas varias veces.

— Es complicado, le empecé a contar un poco lo que estaba pasando por mi cabeza — ella abrió los ojos como platos, pero la tranquilicé — solo le dije lo que me pasaba a mí emocionalmente y él se pensó que el que me gustaba era él y vió su oportunidad. Me dijo que le gustaba, pero como puedes imaginarte, le rechacé.

Cuando terminé la frase el silencio inundó la sala, Dylan ya no estaba al pendiente de su teléfono, miró de reojo hacia nosotras y luego continuó con lo suyo.

— Que sosos sois, me esperaba algo más de acción. — ambas nos reímos como si fuéramos unas posesas.

Salimos del agua y esta vez fuimos a los cambiadores — no queríamos más problemas con nadie — nos dimos una ducha fría y fuimos a las salas de estudio para repasar las materias de los próximos exámenes, — aunque siendo sinceras no duramos ni media hora.

Decidimos ir a correr con algunas amigas cuando ya estaba casi atardeciendo, aún nos quedaban algunas horas antes de que cerraran sus puertas.

Algunas de ellas se quedaron a mitad de camino, — ya estaba empezando a refrescar — hasta que solo quedé yo, quería cansarme de correr hasta que me empezaran a doler los pies, no quería sentirme más humillada por lo del otro día.

Llegué casi hasta el borde del campus, no había nadie más y el frío se estaba empezando a notar.

Me tumbé en el césped para recuperar el aliento y para mi buena suerte el riego saltó, me levanté de golpe pero resbalé y caí.

Me iba a levantar cuando una mano apareció en mi campo de visión, era Alec, le aparté la mano con brusquedad y me levanté por segunda vez sin ayuda.

— ¿Podemos hablar Adara? — me giré para encararlo.

— ¿Pero tú has notado lo bipolar que eres? — él se encogió de hombros e iba a volver a hablar, pero no le dí tiempo a que lo hiciera. — Estoy harta Alec.

— Solo quiero hablar un momento — unas lágrimas amenazaban con salir de mí.

— ¿Para qué? Tú mismo lo dijiste el otro día — le miré a los ojos por primera vez — me lo dejaste muy claro, eres mi profesor y yo tu alumna, no somos nada más que eso. Solo soy una cría para tí.

— Joder — puso su mano en la frente mientras suspiraba. — De verdad que lo que te dije el otro día no era lo que de verdad quería decirte, lo siento, lo dije sin pensar.

— No revuelvas más las cosas que ya están dichas, si no sientes lo mismo que yo, solo dilo claramente. — lamenté haberme abierto tanto con él, pero ya no había vuelta atrás, me limpié las lágrimas que no había podido contener — Dí << no siento lo mismo que tú, nunca lo he hecho>> y déjame en paz.

Estaba por irme y dejarle ahí tirando cuando soltó algo que me dejó en shock.

— ¡Joder Adara, me pones de lo putos nervios! ¿Sabes cuánto me estoy conteniendo para no acercarme a tí demasiado, y ahora vienes tú con esto? ¿Qué se supone que tengo que hacer?  — Gritó él, miré al suelo avergonzada de lo que había pasado y cuando le fui a volver a mirar para que continuara hablando me cogió de las mejillas y estampó sus labios en los míos.

Al principio no le correspondí por la sorpresa del momento, pero fueron segundos hasta que me dejé llevar. Me cogió por el culo y me puso como un koala alrededor de su cadera, mientras se sentaba en el suelo conmigo en su regazo.

En ese momento solo sentí que éramos él y yo y ya no parecía que lo que estábamos haciendo estaba mal.

Él solo me beso y fue profundo y no había nada de gentil en ello, los dos lo habíamos anhelado todo este tiempo. Él exploró mi cuerpo con sus manos y su toque era como una descarga de adrenalina, o más bien como una droga, quería más y no sería suficiente.

Dejó mi boca y fue dejando besos tiernos y mojados por mi cuello, se me escapó algún suspiro de placer. Sin esperarlo él se separó bruscamente y dio unos cuantos pasos más atrás.

— Vuelve a la residencia Adara y que esto no salga de aquí, no se va a repetir — y entonces se fue dejándome tirada como tantas veces lo había hecho ya.

No todo lo que brilla es oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora