Una llamada imprevista

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El día del examen llegó y sentía como que todo lo que había aprendido estos días se me había olvidado, Hope parecía más preparada incluso que yo, quería encontrar a Alec para hacerle unas últimas preguntas sobre la lección de ayer, — por los nervios no me conseguí centrar —.

Afortunadamente después del examen terminaba el horario escolar, así que iría directamente al campo de baloncesto para encontrarme con Alec y contarle como me había ido.

Nos repartieron las hojas de los exámenes y cuando ví las preguntas no pude agradecer lo suficiente, rellené la hoja tan bien como supe hacerlo  — aunque alguna pregunta no la supe contestar —.

Cuando se acabó el tiempo de la prueba aún estaba completando las últimas preguntas, pero de todas formas conseguí entregarlo a tiempo y esta vez completo.

Salí corriendo hacia las canchas donde se suponía que le iba a  ver, los alumnos estaban yendo hacia los pabellones, — él estaría solo ahora — .

Entré al gimnasio y bajé las escaleras, le ví recogiendo el material y cuando él me vió, inmediatamente dejó todo lo que estaba haciendo y se empezó a aproximar a mí.

— ¿Qué tal te ha ido? — puse mala cara disimulando mi ilusión — No te ha salido bien ¿no?

Entonces corrí hacia él y le abracé con todas mis fuerzas, él se quedó petrificado y no respondió mi abrazo al instante, me despegué de él después de un rato y le dí un beso en la comisura de la boca.

Me separé rápidamente al reaccionar y procesar todo lo que estaba pasando.

— L-lo siento — me aclaré la garganta — me ha salido bastante bien, creo, gracias a tí supongo.

— No, ya, ya lo veo. — tenía una sonrisa amenazando con salir, en cambio yo, que estaba toda sonrojada me puse a recoger para distraerme y él me siguió divertido.

Me había emocionado tanto que me había dejado llevar. Me daba vergüenza volver a mirarle, pero no por ello no le eché una ojeada y en una de esas veces cruzamos nuestras miradas y fui rápida cuando volví a desviar mi mirada.

Siempre había sido fácil hacerme sonrojar, pero era diferente esta vez, notaba todo mi cuerpo caliente y una especie de cosquilleo recorrer mi cuerpo entero.

Ya estábamos por terminar, pero aún faltaban algunas pelotas del fondo,  fui a por ellas y quise hacer una pequeña prueba, tiré una de ellas para ver si la encestaba, pero ni siquiera rozó el aro.

Una carcajada brotó del fondo de la sala, me giré para encontrar a Alec retorciéndose de risa. Mi orgullo hizo que le tirara una de las pelotas que aún tenía a la cara y esta sí le dió y eso hizo que aún se riera más.

Se acercó a mí y me puso de espaldas a él, recogió una pelota y me la puso en las manos, se pegó a mí y su cuerpo se sentía detrás de mí como una roca, si pasaba la mano notaría las curvaturas de sus abdominales.

Me posicionó para encestarla y agarró mis manos entre las suyas. Su boca estaba cerca de mí y podía sentir su respiración rozando mi oreja, mis piernas estaban temblorosas y no sabía cómo me estaba consiguiendo mantener en pie, tampoco estaba siendo capaz de procesar todo a la vez y cuando miré la pelota, se estaba dirigiendo al aro y con un golpe de suerte entró.

Nos quedamos ahí un poco más, puso sus manos en mi cintura y me presionó contras su cuerpo y cuando él se estaba empezando a acercar, yo no sabía qué hacer, pero quería que me besara. Sus labios estaban a centímetros de los míos y mi pulso estaba a mil y podía sentir que el de él también, cuando solo faltaba que se inclinara el un poco más para que nuestros labios se tocaran,  su teléfono sonó.

Me separé y terminé de recoger, avisé de que me iba a ir pero me indicó que esperara un poco más. Me quedé sentada en las escaleras y cuando por fin se acercó me pidió mi teléfono.

— ¿Para qué?

— ¡Quieres dármelo de una vez! — se lo dí de mala manera y cuando me lo devolvió, su número estaba escrito en él. —No podremos arreglar las siguientes clases si no nos ponemos en contacto. — asentí y me fuí con una sonrisa triunfal.

No todo lo que brilla es oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora