No digas nada

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La tarde del día siguiente la teníamos ocupada con las clases de Alec, pero no podía asistir a ellas, necesitaba ponerme al día con los estudios. Fui a la biblioteca dejando a mi amiga ir sola a esas clases infernales.

Subí a la biblioteca para tener un rato de silencio y así poder rendir mejor mi trabajo.

ALEC: ¿No vas a venir? — dijo Alec por mensaje, dudé en responderle, pero era difícil resistirse a eso.

ADARA: No puedo, tengo que estudiar — me centré de nuevo, pero el vibrar del teléfono no dejaba de incordiar hasta que dejó de sonar.

Me conecté a mis cascos y pude disfrutar de mi música sin que nadie estuviera rondando cerca de mí. Pero no mucho después dieron unos golpes a mi lado como si estuvieran llamando a la puerta, levanté la vista y me encontré con su figura.

— Me encargaré yo por hoy — le dijo a la secretaria de la biblioteca y en cuanto se escuchó el cierre de la puerta, tomó asiento a mi lado.

— ¿Qué haces aquí, y tus clases? — dije con un tono de voz normal ya que no había nadie más que nosotros.

— Ha venido un suplente — mintió, pero no iba a contradecirlo, solo dejé que se acomodara a mi lado y al igual que yo, se puso a trabajar en esas cosas que según él entendía.

Pasaron los minutos y sorprendentemente ninguno de los dos dijo nada ni levantó la vista de la mesa, hasta que yo por aburrimiento, empecé a darle golpes en la pierna y conseguí su atención.

— O paras tú o lo voy a hacer yo — dijo mirándome y yo ignoré su comentario y seguí molestando.

Alec se levantó y movió mi silla de forma que ahora estaba separada de la mesa en la que estaba trabajando y ahora él estaba enfrente de mí. Puso las manos en el cabecero de esta y me quedé mirándolo anonadada esperando impacientemente lo que iba a ocurrir.

— No me estas dejando concentrar y necesito terminar esto o más tarde no te podré atender a ti — dijo sin vergüenza y entonces entendí que esa era una mejor opción.

Antes de que pudiera hablar la puerta sonó de golpe y ambos nos giramos para ver quien era el intruso.

— ¿Hope? — dije yo sorprendida y Alec no tardó en separarse de mí como si fuera una completa extraña.

<<Mierda>>

Estaba realmente nerviosa al igual que él, pero no por el hecho de tener un espectador más, sino por la reacción que eso tendría en él.

— L-lo siento, no quería interrumpir, iba dejar unas cosas — pero aún así no se movió de su lugar, nos mira a los dos como si tuviéramos monos en la cara o como si directamente estuviera intentando descifrar lo que ocurría, aunque no podía ser muy complicado.

— ¿Tienes algún problema que te impida dejar los libros y desaparecer? — le dijo Alec a Hope, sin embargo ella no se calló, su curiosidad era mayor.

— ¿Estáis saliendo? — más directa no podía ser.

Alec no respondió y de verdad llegué a pensar qué le diría a Hope la verdad y nos quitaríamos un gran peso de encima, pero él tenía cara de póker en ese momento y no podía descifrar lo que se le pasaba por la cabeza.

— ¿Eres consciente de lo que me estas preguntando? — dijo acercándose a ella.

— Bueno creí que vosotros dos

— Que nosotros dos qué. — dijo subiendo el tono de la voz.

Quería irme de ahí,  tenía algunas lágrimas que empezaban a amenazar con salir, pero las contuve bien.

— Que teníais algo.

— Lo que tenemos es una maldita relación de alumna y profesor, ¿hay alguna otra duda al respecto? — no sabía cómo ella podía estar aguantando esa mirada que él le estaba dando.

— Entonces podríais fingir mejor que no os gustáis — dijo antes de desaparecer detrás de las estanterías.

Me giré para ver cómo estaba él y como lo esperaba, estaba desbordando ira y preocupación, su rostro estaba pálido y mi inquietud aumentó aún más. Intercambiamos miradas pero ninguno dijo nada. Mis piernas estaban temblando a pesar de que estaba sentada y mi corazón latía con fuerza, le miré con las cejas levantadas y él por fin se acercó y me susurró;

— ¿Y qué quieres que haga Adara?

— No lo sé — resopló con desesperación y se notaba que su cabeza no dejaba de maquinar posibilidades.

— ¿Crees que lo va a contar? — me preguntó serio y negué segura de mi respuesta.

— No, ella no lo haría — y no era mentira, confiaba en ella.

Ella volvió a aparecer y tenía una sonrisa en el rostro de oreja a oreja.

— Hope — le llamó Alec — que no salga de aquí — le advirtió y ella con una sonrisa aún más grande, asintió y salió del lugar.

No sabía si relajarme pero de eso se encargó Alec, se acercó a mí y me dió un beso con dulzura en la frente.

— ¿Seguro que a tí te parece bien esto?

— Confío en tí y sí crees que ella lo sepa es una buena idea, entonces está bien — mi corazón parecía que se estaba derritiendo.

— Se lo tendrás que decir a Dylan ahora, ¿no? — él desvió la mirada hacia la puerta y sonrió.

— Él ya lo sabe — me quedé procesando las palabras, y cuando volví a la realidad lo miré con los ojos como platos.

— ¿¡Y cuando pensabas decírmelo?! — casi estaba chillando cuando lo dije.

— Hubieras preferido que te lo hubiera dicho mientras te comía la boca ayer — me callé de golpe y empecé a sonrojarme. — Me hubiera gustado más que te sonrojaras en otras circunstancias, pero no voy a negar que me encanta verte así.

A medida que seguía hablando yo me tornaba de colores carmesíes y él lo disfrutaba.

— Solo ten en cuenta que esto no puede seguir así, ¿vale? — él se separó más de lo que ya estaba. — no quiero ningún inconveniente más — asentí y entonces con una última sonrisa de su parte, desapareció dejándome mal sabor de boca por lo que había ocurrido.

No todo lo que brilla es oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora