Se abrió de piernas mostrándome lo que yo quería ver a pesar de que el agua difuminaba su cuerpo.
Empecé por los brazos y lentamente fui subiendo hasta su escote, donde sin acelerar mi ritmo, descendí llegando a sus pechos. Pase mis dedos entre sus pezones firmes y los pellizque estimulándolos y obteniendo jadeos por su parte. No aparté los ojos de su torso, pero no me hacía falta comprobar si lo que hacía le daba placer, podía sentirla bajo mis manos y era suficiente — dentro de lo que cabía.
Sumergí mis manos en el agua y levanté su cintura, poniendo sus piernas encima de mis hombros. Sin decir más palabra, lamí y besé su intimidad, casi como si estuviera dejando claro lo que era mío. Utilicé mis manos para apartar sus piernas y poder hundirme con mejor accesibilidad en su piel. Mi lengua recorrió cada tramo de ella y lo disfrutaba, no pretendía parar hasta que me hubiera satisfecho. Introduje dos dedos en su intimidad y con movimientos circulares la iba complaciendo, solo se la escuchaba a Adara gemir y el chapoteo del agua cada vez que movía mis dedos.
— Alec — suspiró ella entre jadeos. Aumenté mi acción y jugueteé con sus pechos sin darle tiempo a un descanso.
No fue mucho después cuando ella llegó al éxtasis, levantó sus caderas y echó la cabeza hacia atrás. Ascendí hasta estas a la altura de su barbilla, donde la mordí delicadamente y besé sus labios con codicia.
— Alec, necesito más por favor — ella llevó sus manos a los mechones que ahora residían detrás de mi oreja y con caricias suplicaba. La miré a los ojos queriendo recordar bien esas palabras.
La subí a mi regazo y puse mi mano en su cuello elevando con el dedo pulgar su barbilla para que me mirara.
— No me tienes que suplicar nada, pídeme más tarde que me detenga pelirroja — contradije y ella se sonrojó levemente, pero se impulsó hacia delante y fundió su boca con la mía.
Cuando el agua había bajado su temperatura y se sentía fría en el cuerpo. La cargué hasta llegar a la cocina, la subí a la encimera. Presioné mi erección en su entrada, pero no llegué a introducirlo.
— Espérame aquí, no tardo — le di un beso en la frente antes de ir al cuarto a por los preservativos.
Cuando al fin los encontré, un sonido llegó a mis oídos y mi prisa por volver junto a ellas se descontroló. Llegué a aquel sitio solo para verla dándose placer a sí misma. Me recosté junto al marco de la puerta y sin perder detalle de nada. Ella me miró y no se detuvo, sin embargo sus muslos se contrajeron y sus quejidos aumentaron.
— A-Alec — susurró aún con nuestra miradas conectadas. Me acerqué a ella con mis ojos nublados por la lujuria y me coloqué tan cerca de ella que podía sentir sus suspiros chocando con mi piel.
—- No lo hagas — la ordené pero ella no paró — Adara — volví a demandar y por segunda vez no me hizo caso.
Presioné mi cuerpo desnudo junto con el de ella y la besé como todas las veces que lo había hecho.
— Quiero que lo hagas tú — dijo ella agitada. Apreté mi mandíbula y sin contenerme, le bajé y levanté su pierna para poder tener un mejor acceso a su interior.
Rompí la envoltura del preservativo con la punta de los dientes y con rapidez lo coloqué y la penetré con fuerza. Ella soltó un quejido que más tarde silencie con mis labios, nuestra respiraciones se hacían una al ritmo de las embestidas. Todo mi cuerpo palpitaba y sentía como cada vez ella me envolvía más, lo que dificultaba el paso de mi longitud, pero al mismo tiempo me excitaba más.
Cuando sentí que Adara estaba llegando al límite la cogí y la tendí en la mesa del comedor, observando así mi postre preferido.
— Solo yo Adara — dije sin ceder mis movimientos.
— S-solo tú — se incorporó, me besó y la correspondí con el mismo deseo.
Aceleré mis estocadas y ambos llegamos al límite.
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No supe en qué momento nos quedamos dormidos, pero a la mañana siguiente amanecí con un espacio vacío a mi lado. Me estiré y pensé en la posibilidad de que todo lo que había pasado el día anterior había sido un sueño, fue cuando ví ropa que por razones obvias no era mía cuando sonreí y me levanté en su busca.
Podía oler el desayuno que por supuesto, yo no había hecho. Me puse ropa interior — hacía frío — y seguí el sonido de la música que sonaba en la cocina. Y entonces la ví, estaba cocinando ella sabía el qué — porque yo no — mientras movía su cadera al ritmo de la música, llevaba puesta mi camisa y le quedaba mejor que a mí, podría acostumbrarme a tenerla conmigo más tiempo.
No pareció verme, pero de todos modos me acerqué a ella sin hacer mucho ruido y la envolví en mis brazos haciendo que ella se sobresalte.
— ¿Te has despertado? — negué con la cabeza y levanté gentilmente su barbilla para darle los buenos días.
— ¿Y esto? — pregunté señalando la cantidad de diferentes cosas que había puestas en la mesa. Por lo que podía oler, no parecía tóxico e incluso podría ser probable que no dañara mi gusto.
— El desayuno, siéntate, ahora traigo el resto — ¿había más?, sin interrumpir más me senté y esperé pacientemente a que estuviéramos los dos.
Trabajaba con soltura y se notaba que sabía lo que hacía, algo que yo nunca podría hacer.
No tardó mucho en sentarse a mi lado y así empezamos a degustar todo el manjar de la mesa. Había unos dulces que tenían caramelo encima y ella — patosa — no dejaba de mancharse y llegaba un momento en el que ella se desesperaba y yo — como buena persona — me reía de ella con todas las ganas del mundo.
— Espera — dije entre risas. Me acerqué a ella y en lugar de utilizar una servilleta o mi dedo para quitar esa pequeña mancha de la comisura de su labio, pensé que mis labios eran una mejor solución.
Al principio ella se quedó quieta, como si estuviera intentando procesar todo, pero luego sonrió y me devolvió el beso.
Comimos en silencio pero no dejaban de llegar notificaciones al teléfono de Adara y de veras intenté no mirar demasiado, pero mis ojos me traicionaron y eché una pequeña ojeada disimulada. Sinceramente me había esperado que fueran mensajes de algunos compañeros de clase o algo por el estilo, pero no tenía nada que ver, era esa universidad, la que tantas veces había negado que quería. Eran correos con la información del recinto, actividades, horarios e incluso había fotos del lugar, ella la miró detenidamente y llegué a apreciar una sonrisa despistada mientras las veía. Solo ese gesto me hizo replantearme y hacerme un sin fin de preguntas.
Adara me miró y al darse cuenta le dio la vuelta al móvil y se aclaró la garganta. Esta vez fue mi teléfono el que sonó, respondí y al escuchar las noticias, mi estado de ánimo empeoró. No le di tiempo a más explicaciones a esa persona y colgué.
— Estos días no podré estar contigo, tengo trabajo que atender — dije firme cuando noté que me miraba con curiosidad.
— ¿Pero está todo bien? — asentí mirándola
— Solo tengo que adelantarlo, pero estaré ocupado. — ella asintió comprendiendo la situación pero al mismo tiempo estaba desilusionada.
— ¿Y no puedes buscar algún hueco para nosotros? — rodé los ojos ahora más enfadado.
— No Adara, no puedo, te lo he dicho una vez y te lo repito, es trabajo — estaba seguro de que la situación me daba más rabia que a ella, pero no me estaba ayudando en nada. — Ahora lo único que quiero es que no interfieras, buscaré un hueco en mi agenda y si puedo te llamo yo.
No respondió, solo se quedó mirándome extrañada, tal vez había elevado demasiado mi tono de voz y eso era lo que la había retractado a seguir hablando, pero casi lo prefería así.
— Ya — dijo apenada. Esperé a que dijera algo más, pero ella se levantó y la seguí con la mirada hasta mi habitación. Salió de ella con su ropa ahora puesta, cogió su bolso con sus cosas y me miró antes de irse. — No te molesto más — y sin poder hacer nada ella se fue. Solo vi que se quedó su chaqueta, aquella que estaba secando junto a la mía.
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No todo lo que brilla es oro
RomanceSabía que no estaba bien, sabía que me iba a hacer daño pero no podía evitarlo... Él era mi condena y yo era su sentencia. Las reglas siempre habían estado impuestas pero tenia que haber alguien que las quebrantara. Sabia que el podía llenar mi...