Me fui corriendo. Jamás había sentido tanto miedo y pánico, ni siquiera cuando murió mi abuela. ¿Qué demonios...? ¿De verdad había dicho eso? Cada vez estaba más asustada. Quería pensar que todo era una maldita broma, pero algo me decía que habían hablado completamente en serio.
"¡Eres nuestra!" Esa frase no dejaba de repetirse en mi cabeza una y otra vez. ¿Con lo de "nuestra" se referían a lo de la elegida? ¡¡Por Dios!! Deseaba creer que todo era fruto de mi imaginación y que no habían dicho nada. Tal vez, habían planeado hacerme la vida imposible y querían jugar conmigo. Sí, eso tenía que ser, o eso quería pensar.
No podía más. Odiaba ese instituto con todas mis fuerzas, y eso que no llevaba ni un mes. ¿Cómo iba a aguantar? Decidí dejarle de dar vueltas a lo mismo y me sumergí en mi foco favorito de distracción, el arte. Me senté bajo uno de los enormes helechos de los jardines y allí, envuelta de la sombra, di rienda suelta a mi imaginación. Sentía frustración, puesto que no conseguía dibujar nada. Por más que lo intentase, esos dos mafiosos estaban en mi cabeza y no me dejaban ni disfrutar de mi verdadera pasión. Ese pensamiento me inquietaba bastante, y lo que era peor, siempre me concentraba en la pintura.
Falté a una clase y me apetecía a irme a casa ya, pero sabía que mis padres iban a preguntarme que había pasado, y no pararían hasta sonsacármelo; así que intenté volver al edificio. Ya era la hora de la comida y por mucho que me resistiera , el estómago comenzaba a rugirme.
Nada más entrar, fui a las maquinas y simplemente saqué una manzana. Me había olvidado de hacerme la comida y no me parecía bien pedirle a mi hermano parte de la suya. Iba a sentarme cuando vi que entraban esos dos que no dejaban de atormentar mi mente.
Pensé que con suerte no me verían, pero me equivoqué. Nada más entrar, comenzaron a repasar la sala con la mirada, buscando algo o alguien. Deseaba que no fuera yo el objetivo, pero me parece que fallé; ya que cuando me vieron, comenzaron a caminar hacía mí. Entonces, fui rápida y salí por la puerta de atrás. Pasé de todo y me fui a casa. Por suerte los dos estaban trabajando. Si no recibían ninguna llamada del instituto, no sabrían que me había pelado la mitad de la mañana.
Como no sabía que hacer en casa, me puse a adelantar tareas de clase. Estuve una hora haciendo trabajos, hasta que recibí un mensaje.
Maite: ¿Dónde estás? Has desaparecido de golpe. Las zorras le han soltado al de mate que te has pelado su clase uu'. Vas a tener problemas.
Abrí la boca sorprendida. ¡Serán pu...! Maldición... ese instituto era el infierno; y sus estudiantes, los demonios encarnados. ¿Qué demonios iba a hacer ahora? Tendría problemas en la siguiente clase. Quería irme de allí y cada vez pensaba más la idea de sugerírselo a mis padres. A mi padre tal vez lo convencería, pero mi madre era un hueso duro de roer.
Diego llegó media hora más tarde y dejó caer su mochila al suelo. Se sentó a mi lado y se quedó mirándome en silencio.
Diego: ¿Un mal día?
Él sabía que me había ido del instituto, pero también estaba segura de que no le diría nada a mis padres. Mi hermano y yo nunca nos delatábamos, más era al contrario, intentábamos cubrirnos todo lo que podíamos.
Anahí: No tienes idea - suspiré.
Preferiría no contarle nada de esos chalados. Lo que menos me apetecía era preocuparlo e iniciar una pelea por su parte hacia los dos mafiosos. Él entendió que no me apetecía hablar y lo respetó. Así que recogió su mochila y fue a su cuarto. Pasó allí casi todo el día, mientras yo daba vueltas por la casa, ayudando a mi madre con algunas tareas. Mi padre, en cambio, había tenido que quedarse a trabajar por una serie de problemas. No los había explicado, pero yo casi nunca escuchaba nada referente a su trabajo.
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PONNY Y BARKEN [COMPLETA]
Teen FictionAlfonso me empotró contra la taquilla, haciéndome daño en la espalda. Ahogué un gemido de dolor y le mantuve la mirada lo mejor que pude. - Me parece que no lo entiendes Anahí. No había nadie por el pasillo por si necesitaba chillar, suplicar por ay...