12: Si Ya Los Odiaba Antes, ¿Qué Crees Que Siento Ahora?

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Me obligaron a cenar con ellos. Nos recogió una limusina negra en la puerta del casino. Durante el trayecto, no pude ir más tensa y rígida entre ellos. Fuimos a un restaurante, que por lo que había leído en las revistas, era uno de los mejores de la ciudad.

- Señor Herrera.- le estrechó la mano uno de los empleados que estaban en la entrada. Miró a Christopher y repitió la acción.- Señor Uckerman.

Chris: Mesa para tres.- pidió educadamente.

Este nos guió hacia una mesa bastante apartada del resto. El local estaba decorado con mucha elegancia. Para mi gusto, demasiada. Eran bonitos esos sitios, pero no acogedores.

Me sentía acorralada al tener uno a cada lado. Además, aprovechaban cualquier momento para tocarme o rozarme con sus dedos. Ellos podían disfrutar de la sensación, pero yo sentía auténtico asco.

- ¿Saben lo que van a tomar? - nos preguntó un camarero con pajarita.

Miré la carta y seguramente me quedé con cara de asombro. Un plato de merluza les costaba 600$. ¿De verdad comían en lugares donde estafaban? Me apetecía preguntarle al camarero si la merluza era de oro. Sin duda alguna, estos dos idiotas eran unos malditos superficiales y sobre todo unos tontos. ¿Quién se gasta 600$ en esto?

Alfonso: Traiga ostras, tres platos de langosta, una ensalada de la casa...

Anahí: Y ya. - terminé yo con una sonrisa de... "ya basta"

Los tres me miraron. El camarero sorprendido, Alfonso, molesto por la interrupción; y Christopher, divertido. Al ver que ningúno replicaba, Christopher le hizo un gesto como que ya era bastante y solo repuntó por la bebidas. Nuevamente, pidieron un vino que ni me sonaba. Probablemente sería muy caro.

Anahí: Yo una coca-cola light.- le aclaré. Ni loca iba a tomar vino.

- Perfecto.- dijo el camarero con todo apuntado.

En cuanto se marchó, me puse cotillear sobre los clientes que frecuentaban este restaurante. Todo era una buena excusa para no prestarles atención a ellos. La mayoría de las personas, que estaban a unos metros de mí, eran famosas y me sonaban de revistas y noticias por internet. Seguro que creían Alfonso y Christopher que iban a sorprenderme llevándome ahí. ¡Ja, que esperen sentados!

Alfonso: ¿Qué es tan interesante para que no nos mires?

Anahí: Cualquier cosa es más interesante. - me encogí de hombros.

Alfonso: ¿Te propones a sacarnos de quicio? - su mal humor afloraba.

Anahí: En realidad me sale natural.

Me faltó poco para reírme de ellos, pero no me atreví. Les tenía miedo a los dos, pero sobre todo a Alfonso. Acojonaba una barbaridad cuando te miraba como si quisiera hacerte papilla. Mientras esperábamos que nos trajeran la cena, me hacían preguntas a las que yo contestaba con monosílabos. No era para sacarlos de quicio. Simplemente no se me apetecía hablar. Había vendido mi alma al diablo. En ese caso, a dos.

- Aquí tienen.

El camarero que nos había servido antes, nos dejó todo lo que había pedido Alfonso en la mesa. Me sentí muy fuera de lugar cuando vi la ligereza con la que tomaban los cubiertos y cenaban. Me quedé parada al ver la manera correcta en la que se comía langosta.

Chris: ¿Te ayudo?

Antes de que respondiera, Christopher empezó a echarme una mano con mi plato de langosta. No pensaba reconocerlo en voz alta, pero menos mal que lo estaba haciendo él. Todos me hubieran mirado por encima del hombro al haber usado las manos, en vez de los cubiertos.

PONNY Y BARKEN [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora