8: ¿Te Avergüenza Llevar Nuestra Marca?

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Me mareché a casa sin Diego. ¡Qué se las arregle el solo! Esa noche había sido horrible, aunque algo me decía que la cosa no terminaría ahí. Me examiné en el espejo y vi que tenía los labios exageradamente hinchados y con una pequeña herida por el mordisco de Alfonso. Aunque eso era lo de menos.  Los muy asquerosos me habían hecho dos chupetones. Uno lo tenía en el hombro y el otro cerca del cuello. ¡Qué horror!  No quería que mis padres se dieran cuenta, así que tendría que maquillarme bien.

Estaba tumbada y miraba el techo fijamente. No dejaba de recordar lo de la elegida. ¿Se referían a lo que Maite me había comentado? Dios, era idiota, pues claro que se trataba de ello. Lo que no entendía era el porqué me habían escogido a mí entre todas. No tenía dinero, ni clase, ni contactos. Sabía que sonaba muy idiota y negativo, pero no comprendía que habían visto en mí.

No puedo evitar acordarme aquella noche de Aarón. Lo había querido tanto. A pesar de que sabía que no estaba bien, comparaba los besos de Christopher y Alfonso con los de Aarón. Los de Aarón habían sido más especiales porque nos queríamos y por supuesto, porque no habían sido forzados. Sentía la necesidad de llamarlo y oír su voz, pero sabía que no sería justa. En el momento en el que me fui de España, salí de su vida y él se merecía poder rehacer la suya.

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Me desperté sin la ayuda del despertador debido a que me había olvidado bajar las percianas y la luz entraba a raudales en la habitación. Vi que eran las diez de la mañana.
La verdad es que era bastante tarde. Fui al baño y con colorete oculté los moretones y chupetones. A continuación, bajé y vi que mi padre estaba haciendo el desayuno, mientras tarareaba una canción de Alejandro Sanz.

Enrique: ¡Pequeña! - me dijo feliz -. ¿Se te han pegado las sábanas?

Le sonreí y me senté. Mi madre estaba trabajando en la academia, haciendo horas de refuerzo para los estudiantes que llevaban asignaturas pendientes.

Anahí: ¿Qué cocinas, papá?

Enrique: ¡Tortitas! - me respondió exultante.- Ya era hora de que hiciéramos un verdadero desayuno americano, ¿no?

Anahí: Bueno, para que sea uno de verdad te faltarían unos huevos, el bacon, salchichas...

Negó, fingiendo arcadas.

Enrique: Demasiada grasa para desayunar. Además, tengo que mantener esta figura.- hizo como que sacaba músculo y yo me partía de risa.

Anahí: Ja, Ja - me burlé.

Mi padre siempre se levantaba de buen humor. En ese momento, entró mi hermano. Se pasaba la mano por el pelo con cansancio. Habría vuelto a casa bastante tarde.

Enrique: ¡Otro dormilón! ¿Quieres?
- mi padre le señaló la sartén.

Diego: Nunca rechazo unas buenas tortitas.

Fue a la nevera y sacó un cartón de leche y otro de zumo. Tomo dos vasos y extendió el zumo en mi dirección. A un no me había mirado, pero estaba segura de que no sabía que estaba enterada de su excursión de la noche anterior.

Anahí: ¿Qué tal has dormido?

Decidí entablar una conversación con él.

Diego: Bien, aunque sigo bastante cansado. - se echó una gran cantidad de leche en su tazón favorito. - Creo que necesitaría un par de horitas más para estar bien.

Di un sorbo a mi zumo.

Anahí: ¿Hiciste algo especial anoche para tener tanto sueño?

Noté como él me miró y la verdad era que prefería que no supiera que estuve allí. Una cosa llevaría a otra y me tocaría contarle con pelos y señales lo que me pasó.

PONNY Y BARKEN [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora