Felíz

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Izuku condujo de regreso a su hogar, les habían informado que Denki saldría del hospital al día siguiente y decidieron adelantarse para ver qué estubiera bien todo lo que ya tenían listo con anticipación. Izuku se ofreció y Katsuki lo acompaño saliendo de inmediato hacia el estacionamiento.

Trataba de concentrarse en el camino que poco a poco se iba oscureciendo con el atardecer, sin embargo lo que ocupaba su mente era el cenizo que iba a su lado con los brazos cruzados y la mirada perdida en la ventanilla sin decir una palabra dede que salieron del hospital.

Lo notó extraño desde que había hablado con Shoto y fue aún más notorio cuando subieron al auto y simplemente se dirigió al asiento del copiloto lanzandole las llaves sin decir nada.

Prefirió no preguntar, era extraño que Katsuki se comporta así y sabía que debía haber una poderosa razón que le diría cuándo estuviera listo.

En cuanto llegaron y se estaciono, el cenizo bajo del auto y camino a la entrada con las manos en los bolsillos y la mirada perdida. Abrió la puerta entrando como un robot deteniendose frente a las escaleras y al fin volteo a buscar la mirada del peliverde que lo observaba preocupado.

— Creo que ya es hora Deku — murmuró mirándolo a los ojos — Ha pasado demasiado tiempo y debo hacerlo, no puedo solo seguir negandolo, ya es hora de ser un verdadero hombre y enfrentarlo — dijo con la voz sería y ronca.

El peliverde lo miro sin entender, caminó hacia él y tomo su mano con delicadeza.

— Si sientes que hay algo que debes hacer, hazlo Kacchan, hay cosas que solo nuestros corazones saben y deciden, así que si lo sientes, te apoyó y estaré contigo en lo que sea — aseguró con la voz decidida, no sabía lo que pasaba por la mente del cenizo, pero no importaba, lo que fuera él estaría a su lado.

Katsuki lo miro asintiendo y con un suspiro apretó su mano con cariño dándole una suave sonrisa de lado. Lo soltó y con paso lento subió la escaleras.

Izuku lo siguió a un par de pasos detrás y en cuanto llegaron al pasillo el cenizo caminó decidido hacia la habitación del fondo. Lo vió detenerse y agachar la cabeza, al parecer dudando ante la puerta que no se había abierto desde hacia mucho tiempo.

Con un suspiro pesado y audible Katsuki saco las llaves de su bolsillo y con el ceño fruncido se obligo a abrir la cerradura que él mismo había cerrado hacia años, cuando decidió no vender la casa, y sin querer abrirla una vez más solo se aseguro de que se mantuviera como había quedado la última vez que sus padres estubieron ahí.

Escuchó el cerrojo abrirse y giro la manija con los ojos cerrados y apretados. Suspiro y empujó la puerta dando un paso al interior.

Los abrió lentamente y encendió el interruptor de la luz, aún sabía por instinto dónde estaba, su cuerpo no había olvidado nada.

La habitación se iluminó y recorrió cada rincón con la mirada. Nada estaba cubierto con sábanas blancas como había estado el resto de la casa cuando llegaron, la habitación no se había abierto y nadie entro para cubrir los muebles y protegerlos del polvo y el tiempo, asi que todo se mantenía exactamente como había quedado el último día.

Se sorprendió al ver todo en orden como siempre estaba, no era casualidad que él fuera tan ordenado y pulcro, lo había aprendido de su madre.

Aún así le pareció curioso, el último día que vio a su padre recordaba verlo subir maletas al interior de su auto y había imaginado que todo sería un caos de ropa y objetos tomando en cuenta que habían salido de prisa.
Pero no era así, parecía como si nada hubiera sido movido.

Caminó acercándose a la cama y vio el buró de su madre notando que no había nada sobre él, no estaba el gastado libro que releía una y otra vez ni la crema que solía usar por qué decía que su quirk no podía hacerlo todo siempre, y no quería que en algún momento la edad la alcanzará al fin.

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