Capítulo 34: Una familia de locos

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Pov: Katherine

Después de varios días de estar en la cama del hospital recuperándome de mis heridas, con un Alexander hiper preocupado y empalagoso, que no me dejaba ni levantarme al baño sola, insistiendo incluso en darme de comer, me estaba empezando a agobiar. Hoy, al fin, ya era mi último día aquí. 

- ¡No quiero más, Alexander...!

- Venga, otro bocado más cariño. Tienes que recuperarte, has perdido mucha sangre y estás muy débil...- dijo ofreciéndome otro bocado más del puto puré de patatas. 

- ¡Déjame en paz ya!, ¡parece que me estas cebando como un pavo para navidad!. ¡Que no soy una niña, joder!. ¡Sé comer sola desde hace muchos años!

Por la expresión de Alexander veo que no le han sentado muy bien mis palabras... Resignado, sin levantarse desde donde está sentado, mi cama, coloca el plato en la bandeja apenado porque no haya comido más, acercándose hasta mí y rodeándome con sus brazos por la cintura, mientras apoya su cabeza con cuidado en mi abdomen.

Me siento culpable por haberle echo sentirse mal con mi mal humor, entiendo perfectamente la preocupación de Alexander hacia mí. Sé lo que ha provocado dentro de él verme en este estado. Pero mis nervios no ayudan en nada, después de todo lo sucedido estos días aún me dan escalofríos al recordar todo de nuevo, descubrir el secreto de Vivian, recibir una apuñalada que pudo dejarme muerta en el sitio, pero sobre todo las últimas palabras que me dijo Vivian...

"Vigila tus espaldas, porque en cuando menos te lo esperes, revelaré tu pequeño secreto, y Alexander acabará odiándote igual o más que a mí."

- Lo siento, no quería agobiarte...- expresó contrito interrumpiendo mis pensamientos.

- No te culpes. He exagerado demasiado la situación. Estoy harta de tener que estar aquí encerrada, y lo he pagado todo contigo.

Empiezo a acariciar sus mechones de pelo suavemente. A lo que Alexander me corresponde cariñosamente levantando la cabeza levemente y colocando suavemente besos de manera tierna en mi abdomen. Sigo recorriendo con mis dedos el contorno de su cara, perfilando cada detalle que lo hace verse muy sexy, hasta que llego a su barba, la cual noto mucho más larga de lo que acostumbra a llevar normalmente, pero no puedo seguir acariciándolo más ya que de un momento a otro se aleja de mi abdomen, acercándose hasta mí y apoyando los antebrazos a mis lados.

Antes de que pudiera decir nada ya se había lanzado a capturar mis labios, como un animal en busca de su presa. Mi corazón comenzó a latir con ansiedad, esa ansiedad que me repetía una y otra vez que lo alejase de mí y que no siguiese, que no siguiese con esto, pero ignorando esa pequeña espinita que se clavaba cada vez más dentro de mí, sin pensarlo cerré los ojos y me dejé llevar. Lo rodeé con mis brazos respondiendo con vehemencia, y en segundos ese beso se fue volviendo cada vez más y más hambriento e intenso.

- ¡Ay, Dios!- escucho una voz decir.

Nos alejamos rompiendo el beso rápidamente, y cuando Alexander se aparta, poniéndose de pie a mi lado se queda blanco en el momento, ya que delante nuestra podemos ver perfectamente, a la madre de mi jefe cruzada de brazos justo al lado de su marido con una mirada hacia su hijo que transmitía de todo menos ser amigable. Thomas, se encontraba con una cara de pura diversión por la escena en la que nos encontrábamos.

- ¡Mi nuera lleva en el hospital infinidad de días, entre la vida y la muerte!, ¿Y a ti no se te ocurre otra cosa que ponerte a provocarla?, ¿No tienes ni una pizca de piedad por esta pobre enferma?

- Mamá, que yo no la he obligado a na...

- ¡Excusas!- lo interrumpe Amelia.- ¿Cómo te encuentras, cariño?- dice ignorando a su hijo por completo en un santiamén, acercándose hasta mi para sentarse a mi lado con un aspecto de preocupación total.

El destino que nos une [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora