Capítulo 40: Herido

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Tres meses después...

Pov: Alexander

Todo era un sueño. Hasta que finalmente desperté a la realidad. Las mentiras y los engaños que ella había sembrado en mi interior, parecían haber hecho que todo este tiempo yo fuese el engañado.

Hace ya 3 meses, 2 días, 10 horas, 55 minutos y 33 malditos segundos que no la veo. Parece que fue ayer, cuando aún la tomaba de la mano, besaba y acariciaba el cuerpo del que parecía ser el amor de mi vida. El amor de mi vida..., ahora cada vez que escucho esas palabras hace que me ría por dentro de lo tonto que llegué a ser algún día. A fin de cuentas ella me demostró con eso lo que era. Una cualquiera.

Ella. Ella me había engañado, y yo, yo no me había dado cuenta. Iluso de mí...

Pero por mucho que mi mente luchase contra mi corazón, para olvidar todos esos recuerdos. No podía. Cada vez que cerraba los ojos, podía escuchar perfectamente su risa, sentir sus caricias y todas las demás cosas que la complementan, que amaba y aun amo de ella. 

Mi vida se ha convertido en un tiovivo de emociones. Ya nada es igual sin ella. Me siento solo. Ni el trabajo, ni el alcohol, ni la compañía que me hacen las mujeres que busco en cualquier lado al que voy, para intentar olvidarla, llenan ese vacío. 

Trago sin cesar el whisky que me quema la garganta, aguantando esa presión que siento en el pecho por esa maldita...

- ¡Señor Spencer!

Escucho decir desde el otro lado de la puerta, haciendo que mis pensamientos se disipen. Malhumorado, dejo pasar a quién sea, aunque no tenga ganas de hablar con nadie. Con nadie más que con ella y que me diga de una vez, por qué, por qué demonios me ocultó toda esa mierda.

- Ehh, señor...- escucho decir a Laurent con nerviosismo, y al instante me doy cuenta de lo mal que la he tratado todo estos meses.- Están aquí sus hermanos y sus padres.

- ¿No era que estaban en sus sucursales?- pregunto sin darme la vuelta.

- Sí, señor. Pero han vuelto.

- Diles que estoy ocupado.

- Pero dicen que es urgen...

- ¡No me contradigas!, ¡Si te estoy diciendo que digas eso, vas, se lo dices y punto!

- E-está bi-bien, s-señor.- contesta tartamudeando y al fin marchándose.

No quiero oír a nadie. Llevo todo este tiempo solo, y seguiré estándolo.

Cuando pensé que por fin estábamos mi soledad y yo. Escucho provenir del exterior unos gritos y no me hace falta ir a comprobar quien es, porque a los dos segundos la tengo delante.

- ¡¿Qué es eso de que no quieres recibirnos?!- grita la mujer que me trajo a este mundo.- ¡¿Puedes explicarme cuál es tu maldito problema?!

- Ya he dicho que no quiero hablar con nadie.

- ¡¿Y eso también incluye a tu madre?!

- Me parece haber explicado suficientemente bien lo que quería decir.

- ¡Bueno, esto ya es el colmo!- continua diciendo mi madre.- ¡Estoy aquí para ayudarte, no para molestarte!

- ¡Eso es lo que no entendéis!, ¡No entendéis que quiero estar solo, quiero mi propio espacio!

- Cariño, creo que te hemos dado el suficiente espacio, durante estos meses. Como para que ahora no nos dejes ayudarte.

- ¡Pero es que no lo entiendes!, ¡No quiero vuestra puta ayuda, joder!

El destino que nos une [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora