𝙲𝚑𝚊𝚙𝚝𝚎𝚛 34

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Beverly

- ¿Y mis clases de inglés, rubia?

- ¡Joder! ¡Lo siento!

Álvaro se llevó una mano a la cara, ya que del susto que me había pegado le había soltado un guantazo que le había dejado toda mi mano marcada.

- Culpa mía. - dijo levantando las manos.

- Bueno, en cierto modo sí, porque menudo susto me has pegado, majo. - dije divertida.

Él se rio y se sentó enfrente mío.

- ¿Te das cuenta de que siempre que hablamos es en el comedor? - comentó.

- Es verdad, pero casi que mejor, porque ya sabes cómo es la prensa rosa. - contesté encogiéndome de hombros.

- Buenas, rubia. - Pablo se sentó a mi lado pasándome un brazo alrededor de los hombros como siempre, solo que esta vez me dio un beso en la mejilla.

Miré al chico que tenía enfrente, y vi como fruncía el ceño y apartaba la mirada de nosotros.

- Oye tú, ¿tienes el pelo rojo o soy yo? - preguntó Pablo. Me giré y nos miramos con una sonrisa divertida.

- ¿Qué dices? - él sacó su móvil y supongo que entró en la cámara y se vio. - Me cago en la puta.

- No te queda mal, eh. - dije dirigiendo mi mirada a él.

- Bueno, si tú lo dices, habrá que creerte. - rápidamente se le quitó el enfado.

Noté como esta vez era Pablo el que fruncía el ceño. Parece que la rivalidad entre ellos había vuelto.

- Bueno, yo me voy, que quiero seguir durmiendo hoy que tengo libre. - me levanté y me fui a las escaleras de nuevo.

Mientras subía, el tono de mi móvil comenzó a sonar, vi que era mi madre, así que contesté.

- ¿Qué? - dije desinteresada.

- ¿Estás en La Masía? - preguntó ella en la otra línea.

- No, mamá, estoy de viaje en Hogwarts. - dije sarcástica.

- Beverly. - me advirtió.

- Me llamo.

- Bromitas las justas. - habló firme. Entonces ya me lo tomé enserio. - Estás en La Masía, sí o no.

- Sí, sí. ¿Por? - pregunté curiosa.

- Porque tu padre y yo hemos venido para hacerte una visita. - nada más escucharlo, bufé. - No seas así, ya sabes que él es exigente porque quiere lo mejor para ti, Bev-

- Que sí, mamá, que sí. Cuando lleguéis me llamas. - suspiré y colgué.

No es que odiara a mi padre, pero se pasaba de listo y de exigente.

En el caso de mi madre era distinto, ella me exigía que cada día mejorara más en el deporte al que me dedicaba, pero por lo menos me dejaba estar en el club que quería, el club de mi vida. Sin embargo, cada vez que me hacían una oferta en la que me daban más dinero, mi padre se enteraba y me exigía que la aceptara.

A él le gustaba el barça, pero la idea del dinero le podía. Evidentemente, no le hacía ni puto caso, ni pensaba hacerlo.

Llegué a mi habitación y me encontré a mi gata esperándome pacientemente en su camita.

- Ojalá ser tú, Dorothea. - suspiré.

Mi teléfono volvió a sonar.

- Joder, ¿ya? - bufé.

𝐁𝐄𝐒𝐓 𝐘𝐄𝐀𝐑𝐒 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora