Capítulo 2

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Buenas noches, zorritos!

Hagamos algo lindo, intentemos divertirnos. Llevo cuatro meses sin poder escribir a causa de un problema con mi vista, y ahora que lo estoy intentando de nuevo, no dejo de temer estar haciéndolo mal por haber perdido la práctica. Mis ojos ya se han recuperado (casi) del todo, y espero pueda retomar la escritura, pero no dejo de torturarme con mi autoexigencia. Así que intentaré solo escribir, sin preocuparme tanto por editar o perfeccionar, hasta recuperar la práctica.

Espero eso no afecte demasiado la calidad de la lectura. Les pido disculpas si ese es el caso. Deseo fuertemente que puedan disfrutar esta historia de todos modos. 

Muchas gracias por seguir a mi lado. Los amo demasiado.

Xoxo,

Sofi

***

Cinco años atrás, Nikka había visto un monstruo.

Estaba segura de que monstruo no era la palabra adecuada, pero al menos así se había sentido. Y ese tipo de criaturas no se parecía en nada a sus peores pesadillas ni a las historias de terror que se contaban. Había sido peor. Había lucido humano. Tan normal como ella o cualquier otra persona que conociera. Excepto por una sola cosa.

—Increíble, —gruñó Cal con la cabeza echada hacia atrás. El bosque resultaba frío y oscuro, y Nikka apenas podía caminar con la pesada mochila que cargaba—. ¿Cómo pudo pasar esto?

—No hay forma de que no supieran sobre los rieles, —murmuró ella—. Ningún tren partiría sin saber acerca de las vías rotas.

—No sé. No me importa. ¿Pero una caminata de cinco horas? ¿Han perdido la cabeza?

Nikka lo dudaba. Apenas habían tenido tiempo de entender lo que estaba sucediendo cuando abandonaron del tren. Sargentos y altos mandos gritaban órdenes. Ebrios recogían bolsas y cajas. Cal y Nikka viajaban con poco equipaje, pero no pudieron encontrar sus pertenencias. En cambio, se vieron obligados a elegir una mochila pesada cada uno y cargarlas.

Los sargentos seguían gritando y tratando de organizar un grupo sin ningún entrenamiento militar. Nikka cogió a Cal a la primera oportunidad que encontró y lo apartó de la multitud. Estaban casi a solas ahora, lejos de los últimos carros como para ver las lámparas de aceite cual luciérnagas distantes.

—Esto no está bien, —murmuró Nikka en voz baja—. No nos dijeron nada al respecto y estaban preparados para la caminata.

—Solo un idiota tomaría el tren sabiendo que tendría que caminar el último tramo hasta Arcadia. Y no sé tú, pero ciertamente no soy un idiota.

—Si comenzamos a caminar hacia la Capital... —Cal suspiró al oírla.

—Escucha, Nikka. No tenemos comida, ni energía para hacer un viaje así. Ni siquiera sabemos cómo hacerlo.

—¡Seguiremos los rieles!

—Hay intersecciones por todos lados, nos perderíamos. Y no sé tú, pero yo no vi ninguna estación cercana durante el tiempo que estuvimos en el tren. Nuestra mejor oportunidad en este momento es ir a Arcadia, y si quieres regresar, podemos comprar un boleto en la estación de tren.

La voz de Cal era tranquila. No le gustaba cuando se ponía serio, porque entonces siempre tenía razón. Nikka se detuvo al darse cuenta. Estaban realmente atrapados en esa situación. ¿Cierto? Al menos estaban sobrios, eso era mucho más de lo que podía decir sobre el resto.

El bosque se sentía demasiado grande y aterrador a su alrededor. Ella tragó saliva. Los vellos de su nuca se erizaron. Se parecía demasiado a esa noche, la extrañeza flotando en el aire. Como si el mismo bosque supiera que no iba a ser un paseo tranquilo.

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