Capítulo 27

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Feliz viernes, zorritos!

Esta semana he logrado avanzar un poco con esta historia por suerte, recuperado mi confianza. Como siempre, estimaré erróneamente que serán unos 45 caps. Espero no extenderme más de eso. Mi cabeza ya es un caos ploteando otras historias.

Por favor, no se olviden de votar y comentar al final!

Quiero saberlo todo. Sus teorías, sus ideas, sus conspiraciones, sus impresiones. Y en serio me gusta mucho este cap. 

Xoxo,

Sofi

***

—Ugh, odio los baños públicos.

Rajnik continuó frotándose las manos bajo el agua. ¿Por qué nunca estaban limpios? No era precisamente ordenada, Kaia siempre limpiando la casa detrás de ella, pero aun no había encontrado un baño decente en la Capital. Tal vez los lugares que frecuentaba no fueran los mejores para ello, su clientela demasiado miserable para cuidar su entorno.

Salió furiosa, sacudiéndose el agua sucia de las manos. La música gritaba en sus oídos mientras se abría paso por la taberna. Estaba lleno de ebrios y fiesteros, una canción triste sonando en el escenario. El mejor sitio, sin duda. El tipo de lugar donde no sería recordada, y no le importaba, siempre y cuando pudiera sacar algo de la situación.

Cogió dos tragos de una bandeja en el camino y los bebió en dos sorbos. Alcohol barato quemó su garganta, nada comparado al dulce licor del desierto que solía beber.

—¡Ey, tú! ¿De dónde saliste? —gritó el barman en cuanto la vio.

—¿De qué estás hablando? He estado aquí todo el tiempo —y estaba segura que no iba a pagar por nada.

El camarero parecía querer quejarse, pero se distrajo con una pelea. Su Dios bendijera esas miserables almas. Cogió dos vasos más del mostrador, su cabello bien escondido debajo de un sombrero. El primer paso para obtener información era encajar. Un ladrón vergonzoso era de confianza, una cazadora sería un gran no entre salvajes.

El segundo paso era interpretar el papel. Oler y actuar, e incluso beber si era necesario. El alcohol no sería un inconveniente, esa cosa era demasiado barata para realmente tener efecto, pero un ebrio confiaría solo en otro ebrio, y podría decirle la verdad a un supuesto compañero. Si esa era su gente para esa noche, entonces jugaría el papel.

Su plan era perfecto, excepto por una cosa. Un solo inconveniente y exigente hombre que se interpuso en su camino y la agarró del brazo antes de que pudiera siquiera quejarse.

—¡Ey! ¡Detente! ¡Estás arruinando mi reputación! —exclamó ella.

—¿Qué haces aquí? —exigió Lorcan.

—¿Qué haces tú aquí?

¿Cuánto tiempo llevaba Lorcan allí? ¿Y ella no lo había notado? Él la empujó hacia una mesita en la esquina, solo una pobre excusa de una superficie con dos barriles para sentarse. Rajnik accedió a regañadientes. Dejó los dos vasos sobre la mesa, mirando los restos de comida con incredulidad.

—¿Estás enfermo? —preguntó con falso horror—. ¿Tal vez delirante? ¿Comiste aquí?

Al menos él intentaba cumplir su rol, debía reconocer. Con el rostro sucio de cenizas y la vieja ropa de los trabajadores, casi habría comprado su farsa. Excepto por el hecho de que la mandíbula de Lorcan siempre estaba perfectamente afeitada y nunca confundiría a su compañero con otra persona.

—Hubo una redada ayer, ¿y ya estás buscando problemas? —preguntó él.

—Estoy buscando pistas, y parece que no soy la única —señaló ella—. No respondiste mi pregunta. ¿Comiste aquí y te atreves a criticar mi comida?

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